Desde la publicación de su último álbum de estudio, a fines del año pasado, las reseñas de los medios británicos comenzaron a instalar la idea de una cierta madurez en la propuesta de The Strypes. Una aseveración llamativa, si se considera que ninguno de los cuatro integrantes del grupo irlandés tiene más de veinte años, pero que hace sentido con la búsqueda que está presente en Little victories, el más reciente LP del conjunto.
Es justamente ese álbum, el segundo título oficial de su catálogo, el que motiva la primera visita del grupo a Chile, con un concierto fijado para el próximo 21 de octubre en el Teatro La Cúpula. Un show que será parte de la primera gira sudamericana de la banda que encabeza el vocalista Ross Farrelly, cuyas entradas saldrán a la venta la próxima semana (ver recuadro).
Protagonistas de uno de los últimos fenómenos rockeros de la escena británica, The Strypes aterriza en Santiago en plena fase de transición y dando algunas señales de su futuro, luego de una primera etapa marcada por los elogios y cierto asombro de parte de sus pares. Y es que siendo sólo unos quinceañeros, los músicos fueron alzados por parte de la prensa especializada de la isla como uno de los más prometedores herederos del rock de inspiración blusera y raíces sesenteras, incluso antes de lanzar su primer EP, el autogestionado Young gifted & blue (2012), que incluyó sus propias versiones de clásicos del blues como Bo Diddley y Billy Boy Arnold.
En la época de la nostalgia y la retromanía, el cuarteto de Cavan parecía avanzar mucho más rápido que algunos de sus pares, y lo que comenzó como una aventura escolar de cuatro adolescentes inspirados por las colecciones de discos antiguos de sus padres, con la aparición del mencionado EP, dio paso rápidamente a un fenómeno que abrió el apetito de diversas compañías discográficas y les valió alabanzas de sus mayores, entre ellos ilustres como Jeff Beck, Noel Gallagher, Roger Daltrey y Elton John, quien fue quien finalmente los fichó en su agencia.
El contrato impulsó la grabación de su primer disco, el popular Snapshot (2013), en el que el sonido de sus bandas de cabecera -The Animals, The Yardbirds y los primeros Beatles- aparecía con nuevos bríos gracias a las encendidas guitarras de Josh McClorey, la pose de Ross Farrelly y el pulso del bajista Peter O'Hanlon y el baterista Evan Walsh.
"No hacemos fiestas en el backstage después de los conciertos. Al menos yo sólo tomo agua y me voy directo a mi cama", reconocía este último a The Guardian hace un par de años, ante la consulta de cómo conciliar el estilo de vida rockero con su rutina escolar.
Ahora, ya en la mayoría de edad, los irlandeses siguen de gira por el mundo con Little victories, un disco de sonido más moderno y referentes más próximos, como los ingleses Arctic Monkeys, con quienes se les suele comparar.