Una considerable labor etnográfica con pueblos de Finlandia, estudios sobre las relaciones hombre-animal, el lenguaje, la historia de la escritura y de la notación musical, así como sobre tecnología, arte y arquitectura o la adaptación ecológica, son algunos de los temas a los que se ha dedicado el antropólogo inglés Tim Ingold (1948), miembro de la British Academy, profesor de la Universidad de Aberdeen y uno de los teóricos actuales más destacados de su disciplina. En uno de sus libros ha realizado "una breve historia de las líneas", ordenándolas según varios criterios ("trazos" y "hebras") que permiten comparar distintas actividades humanas que se han desarrollado mediante ellas.
Tal vez no sea tan extraño el amplio espectro de los intereses de Ingold considerando que, según la etimología, para un antropólogo -anthropos: hombre- nada humano le es ajeno. "Es cierto, pero como definición se está haciendo cada vez más problemática", señala. "Se podría decir que para los antropólogos, todo lo humano les es ajeno. Porque nosotros los antropólogos tendemos a estar obsesionados por la 'otredad'. Al mismo tiempo que queremos hacer familiar lo extranjero, queremos hacer extranjero lo familiar. Lo que no queremos es imponer una definición preconcebida de lo humano, que incluiría a unos y excluiría a otros".
Ingold, quien mañana da una charla en Puerto de Ideas Antofagasta (ver pág. 55), agrega: "Para hacer las cosas aún más complicadas, también tenemos que aceptar que otras personas podrían tener diferentes interpretaciones de lo que significa 'humano'. Para los 'occidentales' el término se refiere tanto a una especie natural, el Homo sapiens, como a una condición que trasciende la naturaleza, lo que es bastante contradictorio. Otras personas podrían decir que como condición, la humanidad no se limita a la especie. Todo tipo de animales, entonces, pueden ser humanos o manifestarse como tales. En el futuro, en un clima intelectual que se describe cada vez más como 'pos-humano', podríamos tener que dejar caer el anthropos de la antropología".
Para mí, las preguntas que la antropología hace son fundamentalmente filosóficas: sobre lo que significa ser, conocer, pensar, imaginar, percibir, actuar, recordar, aprender, vivir en compañía de otros, administrar justicia, ejercer el poder, relacionarse con el medio ambiente, enfrentar nuestra propia mortalidad y así sucesivamente. Estas preguntas son infinitas. Para ser un antropólogo tiene que interesarte todo. Pero la forma en que la antropología hace su filosofar es principalmente a través de sus compromisos con las personas entre las que trabajamos, junto a todos los otros seres, de diversos tipos, con los que compartimos nuestras vidas. De ahí mi definición de la antropología: "filosofía con la gente dentro". Lo grandioso de la antropología es la libertad intelectual que ofrece. Se puede ir donde uno quiera, no sólo geográfica sino intelectualmente, y a nadie le importa.
Ud. ha insistido en que la antropología no es la etnografía.
Podría hablar mucho de esto, pero, en resumen, hacer etnografía es hacer un estudio de una población. Hacer la antropología, en cambio, es ir a estudiar con una población, para abordar juntos la clase de cuestiones filosóficas que señalé antes. De manera que la antropología y la etnografía tienen objetivos distintos. Una cosa es describir la vida de las personas que viven en determinado lugar, en determinado momento; otra muy distinta es investigar las posibilidades de ser y llegar a ser en el mundo que todos habitamos. Etnografía es lo primero; antropología lo segundo.
También ha escrito sobre la influencia negativa del neodarwinismo en la explicación de los fenómenos humanos.
La mayoría de los neo-darwinistas adoptan lo que llaman un modelo de herencia dual para dar cuenta de la evolución biocultural humana. De acuerdo con esto, cada ser humano individual recibe dos "paquetes" de información: la primera está codificada en los genes, y se descarga en el momento de la concepción; el segundo está codificado en partículas análogas de cultura, y se descarga en el curso de la crianza. Se supone, luego, que este doble paquete se "expresa" en la conducta manifiesta, aunque en formas moduladas por las características particulares del medio ambiente. He aquí por qué esto está mal. Ni los genes ni los elementos de la cultura, tales como palabras o símbolos, vienen con sus significados ya vinculados. "Para qué" sirve un gen o lo que una palabra "significa" sólo se establece en el curso de la vida: tanto los genes como las palabras recogen sus significados a partir de los contextos en los que están en juego. La falacia fundamental del neodarwinismo es suponer que las formas o significados preceden a los procesos de los que surgen. Es simplemente circular. Lo que falta es una teoría adecuada del desarrollo ontogenético. Y sin una teoría tal, las personas reales se reducen a marionetas, colgando de dos juegos de cuerdas, genéticos y culturales, que están manipulando su comportamiento. Supongamos que aplicamos este punto de vista a los mismos neodarwinistas. Entonces, ¿qué bases tendríamos para tomar sus ideas en serio? El problema es que para ellos, hay una regla para los científicos y otra para todos los demás.
Una "antropología comparada de la línea", propuesta en su libro, es un campo de investigación inusual.
En efecto. Pero una vez que se piensa en ello, el campo es evidente. Si la vida se vive a lo largo de líneas -¿y cómo puede ser de otra manera?-, entonces una antropología comparativa de la línea no es más ni menos que el estudio de la vida. La ecología es la vida de las líneas.
Es curioso que la distinción entre "trazos" y "hebras" pueda abarcar tanto.
Pero la distinción, y la conexión, sólo surge al pensar en torno a las superficies, en lugar de darlas por sentadas. De esta manera, cuando vemos escribir en papel, por ejemplo, no sólo leemos lo escrito y olvidamos el papel, sino que pensamos sobre la relación entre los dos.
Otra distinción importante es entre "deambular" y "transportar"...
Deambular es el movimiento de un ser (que podría ser humano o animal) que se abre paso a través del mundo y continuamente mira hacia dónde va. Transportar es el traslado de una entidad del punto A al B. Si eres transportado en un avión o un vagón de tren, no tienes que mirar a dónde vas, para nada. E idealmente, deberías llegar en el mismo estado en que partiste. Pero lo importante es recordar que el puro transporte es imposible, por la misma razón que no se puede estar en dos lugares a la vez. Incluso en el avión o en tren, el tiempo pasa y eres más viejo cuando llegas que cuando partes. De manera que ha ocurrido algún deambular, incluso si es sólo encontrar tu camino hacia y desde tu asiento, ir al baño, mirar por la ventana o leer un libro.