ESTA semana los fumadores, que ya están cansados de serlo, recibieron una buena noticia: una vacuna que trata la adicción contra la nicotina está dando buenos resultados en su etapa de prueba. Si la inyección resulta exitosa y se masifica, además de lo obvio, terminará con algunas actitudes que, si usted es fumador, reconocerá inmediatamente. Y si no lo es, ha sido testigo de que existen. De lo que estamos hablando es de eso de salir tarde en la noche a comprar cigarros, fumar hasta la última bocanada bajo la lluvia antes de entrar al cine o prender un cigarro con otro antes de subirse al avión.
Una encuesta realizada por el Centro de Estudios de Opinión Ciudadana (CEOC) de la Universidad de Talca indagó sobre estas y otras actitudes: qué piensan, cómo actúan y qué son capaces de hacer los fumadores con tal de encender un cigarro en estos tiempos en que todavía no hay vacuna que ayude.
No importa si es tarde en la noche o incluso de madrugada. Si en la cajetilla sólo queda resto de tabaco hay que salir a comprar. Donde sea y cómo sea. Así opinan cuatro de cada 10 de los fumadores encuestados que dijeron que casi siempre o a veces salían en busca de sus cigarros en estas circunstancias. Y da lo mismo si la tarea se complica por el clima: el 63% declara que ha estado casi siempre o a veces bajo la lluvia o el frío para poder fumar, siendo los hombres quienes más lo reconocen (67%).
Estas mismas preguntas se las hicieron a fumadores europeos en la encuesta “Understanding Extreme Smoking Behaviours”, estas actitudes eran menos frecuentes en ellos: 36% salió de noche a comprar y 46% fumó mientras llovía o nevaba.
Cuando Roberto (39) se dio cuenta en su viaje hacia el interior de Curicó que su cajetilla se había perdido no dudó en caminar cuatro kilómetros por la carretera, en la noche y con temperaturas bajo cero, para llegar al pueblo más cercano. “Anduve ocho kilómetros por un pucho. Me programo para fumarlos y como me fumo una cajetilla diaria, los sábados siempre me compro dos, para que el domingo no me falten”, dice. Como vive en una parcela, tiene que tener en cuenta los horarios de los almacenes. Sabe, incluso, el que cierra más tarde y al que puede llegar cuando ya no queda otra opción que comprar cigarros sueltos. El 92% dice que sabe perfectamente dónde venden cerca de su casa y 52% reconoce que la mayoría de las veces, si está en una reunión y se le acaban los cigarros, llama a un amigo para encargarle.
Muchos prefieren evitar los cuestionamientos de otros, esas típicas preguntas indeseables de escuchar como, ¿es necesario? u ¿otro más? Por eso acuden a tácticas: el 55% miente a familiares y amigos sobre la cantidad de cigarros que fuma y 37% evita decir en qué minuto del día empieza con el primero.
Previsores de viaje
Leonardo (29) fue a Brasil para sus vacaciones. En el aeropuerto se compró dos cartones para su estadía, por si acaso allá no estuviera su marca preferida. El 51,4% de los encuestados dice que suele comprar cada vez que viaja para que no se le acaben, siendo los más previsores los hombres (54%) y aquellos que tienen entre 41 a 50 años (55%).
En un viaje hay otros factores que un fumador tiene en cuenta. Por ejemplo, dónde va a poder fumar. Casi el 40% reconocía que buscaba si en los aeropuertos donde le tocara escala había zona de fumadores. Y si no hay sectores, entonces no les queda otra que recurrir a la táctica de fumar seguido antes de embarcar: 38% prende, casi siempre o a veces, un cigarro antes de entrar al aeropuerto. Durante un año Leonardo hizo eso. Viajaba cada diez días a Lima. Dos cigarros al hilo. “Una vez esperé cinco horas porque el vuelo se demoró. Quería un pucho. Al final, fui a comer un churrasco para mi angustia”.
Minutos versus cigarros
El tabaco afecta también las percepciones. Fernanda (28) sabe que se demora medio cigarro desde el metro a su trabajo. En la universidad era uno entero. Desde que fuma, los minutos equivalen a quemadas o cigarros. Al parecer, algo que no sólo hace ella: 55% mide el tiempo según los cigarros que fuma. Y son las mujeres (58%) más que los hombres (52%) quienes usan esta estrategia para medir el tiempo. Cuando llega a la oficina manda los informes de la mañana. Ya a las 10.30, después de haber enviado todo, le pregunta a su compañera de trabajo. “¿Puchito?” Fuman y siguen el trabajo. Lo mismo hacen a la hora de almuerzo y después a la salida del trabajo. El cigarro representa cierre de ciclos durante su rutina. Tal como ella, 64% de los encuestados fuma antes o después de terminar algo, simplemente, para darse ánimo.
Angustiados, pero respetuosos
Claro, a estas alturas usted pensará que los fumadores de este país pueden llegar a hacer cualquier cosa con tal de un cigarro. Pero está equivocado. A pesar de todo, respetan las normas. El 56% dice que no ha dejado de frecuentar lugares públicos donde ya no se pueda fumar. Es más: el 75% nunca ha evitado ir a casas de conocidos donde no se puede fumar. “Es cosa de costumbre”, dicen. Y claro, así piensa la mayoría: el 63% nunca ha fumado a escondidas en un lugar prohibido. Después de todo, también tienen sus límites.