El lugar que más lo ha marcado, asegura Tomás Munita (1975), ha sido Afganistán. En 2005, el fotógrafo vivió un año en el país árabe, comisionado por Associated Press, registrando con su cámara las escenas más crudas de la guerra. "Cuando todo el mundo arrancaba de las explosiones, yo debía correr hacia ellas. Tenía que ir con los soldados norteamericanos, tenía que ir adonde estaban las bombas y a los campos de refugiados. Es duro escuchar una explosión y saber que tienes que ir. Vives en constante miedo", cuenta. "Pero más allá de la guerra, ese era un país como todos. Los niños van al colegio, los padres a la feria. A veces hay explosiones y, sí, muere gente, pero la vida continúa", agrega.
No todo eran disparos. A veces, Munita registraba a una mujer con velo caminando por la calle, a un niño vendiendo relojes o el interior de un colegio derrumbado en Kabul. "Una mañana me encontré a dos niñas esperando la llegada del profesor. Era un antiguo teatro convertido en sala de clases. La escena era especial, porque cuando el lugar está tomado por talibanes, no es común ver a mujeres estudiando, no está permitido", dice el chileno.
En esos años, el fotógrafo viajero cimentó definitivamente su carrera, con una serie de imágenes sobre el terremoto que afectó a la zona paquistaní de Cachemira, la que ese año ganó la World Press Photo, el concurso de fotoperiodismo más prestigioso del mundo.
Hoy, con 37 años, Munita está radicado en Santiago, es corresponsal habitual del diario The New York Times y es considerado uno de los fotógrafos locales más destacados en el extranjero. Hasta el 25 de noviembre es posible ver su trayectoria en pleno, a través de 50 fotografías, en la Biblioteca de la Universidad de Los Andes. Imágenes de sus viajes a países como Perú, Pakistán, India y Afganistán.
En paralelo, además, Munita lanzó este sábado, en el Festival de Fotografía de Valparaíso, El cuaderno de Potosí, un registro inédito de su primer viaje, en 1994. "Tenía 20 años, ni siquiera había entrado a estudiar cuando viajé a Bolivia y me enamoré de Potosí. Siempre espero volver y hacer nuevas fotos", dice. Por ahora, en el libro se ven las calles, la industria minera, los prostíbulos y escuelas de la ciudad boliviana, de hace más de dos décadas atrás.
Potosí fue sólo el comienzo de su vida nómade. La verdadera mirada al mundo la dio en 2004, cuando luego de dos años ahorrando cada peso que podía, inició su segundo proyecto personal: un viaje para registrar por cuatro meses la vida de los nómades de los Himalaya. "No es fácil acercarse a las comunidades; luego de 10 años en esto, he encontrado la forma, pero siempre hay dificultades, incluso cosas de personalidad o información. A los nómades no sabía cómo encontrarlos, gasté dinero, arrendé autos, recorrí mucho hasta que di con un grupo", cuenta.
Mezclando siempre los proyectos personales con los encargos pagados, Munita ha retratado desde la vida en Varanasi, India, pasando por la extracción de guano en Perú o el terremoto de 2010 en Chile, además del registro de la muerte del río Loa, que hizo en 2011. El fotógrafo emprende ahora un nuevo viaje junto a su esposa y sus tres hijos a la Patagonia. "No voy con una idea fija, quiero ver y recorrer. Registrar los lugares que quizás pronto no estén. En ningún caso busco la miseria como punto final. Lo que me preocupa es buscar esas historias que nadie sabe y que merecen ser contadas", concluye.