En una Argentina azotada por los problemas económicos y la corrupción gubernamental, el artista (como él mismo se define) Jorge Alís, decide viajar a Chile en busca de mejores oportunidades económicas. A pesar de las diferencias culturales, logra encontrar un espacio en la escena local y hasta descubrir el amor y armar una familia. Esta es la base argumental de Argentino QL, que en el papel resulta mucho más interesante que el desastroso resultado en pantalla: la cinta intenta, por todo medio imaginable, revocar la buena salud del cine chileno actual, retrocediendo a lo que se vivía a principios de los 90.

El rasgo más distintivo de esta historia es su total falta de encanto. De humor grueso y con una ejecución a ratos amateur, la película descansa en el supuesto magnetismo que el personaje de Alís pretende transmitir, pero es difícil conectar con un personaje tan poco empático y que no pasa de ser más que una mala caricatura del argentino canchero y ganador que no le ha ganado a nadie, siempre con el chiste a flor de labio, picado de la araña, buen observador y objetor de realidad y conciencia. Extrayendo al personaje clásico de la novela picaresca y siguiendo el mismo molde de ésta, la historia pretende entregar una visión crítica, a ratos pesimista, de las realidades que se vivían en Argentina a principios de siglo, y de la realidad actual en nuestro país. Sus dardos apuntan desde el chaqueteo clásico, los modismos del idioma, un capitalismo desaforado y la hipocresía siempre reinante, pero toda observación es chata de mira, básica en su planteamiento y pedestre en su ejecución. Está traspasada además de una misoginia y machismo de la más baja calaña y que parece nunca hastiarse del garabato más ramplón.

Argentino QL tiene, en su realización y en su filosofía, una raíz televisiva que le debe tanto al sketch de Morandé con Compañía como al de El Club de la Comedia (su director y coguionista es Pato Pimienta), donde todo es burdo y no admite profundidad alguna. Hace muchos años que no existía una obra nacional tan chabacana y abiertamente inconducente. El cine en general y el chileno en particular, merece más respeto, un desenfado punzante, una mirada verdadera, además de sutilezas, ritmos, matices e ingenio. Acá no encontramos nada de eso.