Los hay por docenas. Muchos borrados con pintura negra que los hace ilegibles. Pero los habitantes de Auya dicen que el esfuerzo de las autoridades iraquíes por ocultar los mensajes escritos en el mausoleo del líder iraquí Saddam Hussein tiene una réplica casi diaria entre los activistas. "¡Tu sangre, Saddam Hussein, es sagrada!", se lee en una de las pintadas. "Bendito sea tu cumpleaños, mi señor", reza otra que debe datar del 28 de abril, fecha en que se recuerda su nacimiento.

Otras reflejan el espíritu político que todavía rige en esta pequeña aldea del norte iraquí, 13 kilómetros al sur de Tikrit. "Quien inscriba su nombre en Sahwa (las milicias aliadas de EE.UU.) no tiene honor".

Casi una docena de vehículos están estacionados frente al mausoleo "del Presidente". Así lo identifican todos los residentes de la población que vio nacer a Saddam. Dentro, los grupos de visitantes deambulan por el pequeño recinto que acoge su tumba y no cesan de fotografiarse ante la sepultura.

Hace más de un año que el gobierno de Nuri Al Maliki prohibió las visitas organizadas al enclave, pero la peregrinación al panteón donde está enterrado Hussein no cesa. "Recibimos una media de 50 personas al día, pero a veces llegan autobuses con 100 ó 200 personas. Y en su cumpleaños o el día de su muerte (30 de diciembre de 2006) pueden llegar a ser miles", explica Idris Ismael, un escritor local vinculado con los responsables del mausoleo.

El edificio -una antigua sala de recepciones construida en 1988- se ha convertido en un referente para los nostálgicos del régimen y un significativo símbolo para los opositores al actual gobierno de Nuri Al Maliki.

Rodeado de flores de plástico, el nicho de Saddam está cubierto por la bandera de Irak. Además, en una habitación se exhibe una supuesta cama donde durmió el máximo dirigente iraquí y en otra hay un despacho que también habría sido usado por Saddam.

El salón principal revestido de mármol exhibe decenas de fotos, tapices, pancartas y tablas de madera con loas y recuerdos a la memoria del fallecido. "Para el caballero, el héroe de la victoria y la paz, el mariscal Saddam Hussein", dice una de las inscripciones.

También hay un panel de imágenes que recogen escenas personales del líder iraquí. Saddam montando un caballo blanco. Hussein realizando la peregrinación a la Meca. Jugando con sus hijos. Acariciando a un pequeño león en el zoo de Bagdad. Desfilando junto a sus tropas.

Los jerarcas

Junto al edificio, en un pequeño jardín, se divisan otras siete sepulturas. Son las tumbas de sus hijos, Uday y Qusay, y de otros jerarcas del antiguo régimen. Simples sepulcros de mármol blanco para personajes cuyo nombre inspiraba antes el miedo de muchos iraquíes. Desde Barzan Ibrahim al Trikrit, hermano de Saddam, al ex vicepresidente, Taha Yassin Ramadan. El último nicho que se añadió es de Ali Hassan al Majeed, "Alí el Químico", ejecutado en enero. "Saddam dejó dicho en su testamento que quería que todos su colaboradores fueran enterrados aquí y estamos respetando su última palabra", precisa Idris. Pese al legado de terror de estos dirigentes, en Auya todos se refieren a ellos como "mártires". Las fuerzas de seguridad parecen ser conscientes del sentimiento mayoritario en la villa y por eso controlan firmemente su acceso con varios vehículos blindados.

La historia de Auya ha sufrido un giro radical desde 2003. Antes era un referente de poder. Hoy, sus vecinos -menos de 3.000 personas- se consideran parias. Muchos de ellos vieron cómo les confiscaron parte de sus posesiones y perdieron sus empleos. Al menos tres de sus líderes han sido asesinados en estos años. El mismo jeque Ali Al Nida, jefe de la tribu a la que pertenecía Hussein, los Al Bu Nasir, falleció en 2008 en un atentado.

La admiración por Saddam no parece ser unánime en la cercana Tikrit. Aunque todas las personas consultadas sí coinciden con los lugareños de Auya en su profunda animadversión hacia la presencia norteamericana. En Auya, Idris se muestra concluyente. "El día que se vaya el último soldado de EE.UU. será una fiesta nacional".