No es llegar y rotularlo. Quien quiera saber quién es y a qué se ha dedicado Tzvetan Todorov (73), visita cultural ilustre de los próximos días, que se tome su tiempo. Porque uno puede hablar de un ensayista político, crítico y teórico literario, historiador de las ideas, humanista de viejo cuño y figura del debate público. Pero eso podría desorientar, más que ayudar. Y ciertamente no explica qué vendrá a hacer a Chile en noviembre, que son varias cosas.
Invitado por el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, el intelectual búlgaro radicado hace medio siglo en Francia inaugurará el miércoles 7 la flamante Cátedra de la Memoria de la Universidad Diego Portales, en el auditorio del museo. Dará la conferencia "Los usos de la memoria". Tres días más tarde estará en Valparaíso: en el Festival Puerto de Ideas conversará con Ricardo Brodsky en torno a un par de sus textos recientes. Uno de ellos -La memoria, ¿un remedio contra el mal? (2009)- no sólo marca distancia temporal respecto de la época en que traducía a los formalistas rusos, cofundaba la revista Poétique y escribía su Introducción a la literatura fantástica (1970). También reafirma la persistencia de su interés en el acto individual y colectivo de recordar. No para homenajearlo o igualarlo con la historia, sino para entender lo que nos hace y lo que hacemos al respecto.
En este, como en otros aspectos, Todorov no rehúye la polémica. Hace dos años visitó Buenos Aires. Estuvo en la Escuela Mecánica de la Armada, que fuera centro de detención y tortura en los 70. También en el Parque de la Memoria, donde se recuerda a las víctimas del régimen militar. A su regreso, publicó una columna donde afirma haberse conmovido por las huellas que dejó el terrorismo de Estado, pero que en ninguno de los dos lugares vio "el menor signo que remitiese al contexto en el cual, en 1976, se instauró la dictadura, ni a lo que la precedió y la siguió".
El punto no es menor, considerando que hace poco el Museo de la Memoria, su huésped en Chile, ha sido objeto de reproches en esta línea por parte de la directora de la Dibam, Magdalena Krebs, y del premio nacional de Historia Sergio Villalobos. Dice Todorov a La Tercera, en todo caso: "No podría pronunciarme sobre el Museo de la Memoria antes de haberlo visto".
Usted ha escrito sobre los peligros de sacralizar o de banalizar la memoria. ¿Cuál sería un "uso justo"?
Es una navegación que busca sortear dos escollos, con el riesgo permanente de ir muy lejos en una u otra dirección. Y una advertencia a los navegantes: la memoria no es "buena" en sí. Se han cometido muchos crímenes en nombre de la memoria o del pasado. Por ello, no existe un "deber de la memoria". Por el contrario, en tanto ciudadanos de una democracia, tenemos un deber de verdad y un deber de justicia. Ellos tienen que guiarnos.
Mesianismo
El otro libro sobre el cual conversará Todorov en Valparaíso es Los enemigos íntimos de la democracia, un volumen que, como señala el historiador Nicolás Ocaranza, invita a repensar los problemas asociados a un concepto que, aunque fundado sobre la base del pluralismo político, es "incapaz de evitar la aparición de fanatismos que ejercen un monopolio sobre la definición del bien común". Ello, a partir de una cultura sustentada en el humanismo. Y en el contexto de los "mesianismos políticos" de los que hablará en Santiago.
¿Se considera un "indignado" con el funcionamiento actual de las democracias?
Las democracias contemporáneas me parecen amenazadas por perversiones en sus propios principios. Los "indignados" tienen razón en este aspecto, aun si no dicen cómo superar estas dificultades. El mesianismo político es una de estas perversiones. Es heredero del mesianismo cristiano que animó las Cruzadas. Parte de ideales ampliamente compartidos: el de la pertenencia de todos los hombres a la misma especie, el del progreso posible de las instituciones sociales. Pero los lleva al extremo: busca imponer por la fuerza aquello que juzga como el Bien. Y pasa que los resultados de las guerras "humanitarias" o "democráticas" no están a la altura de lo esperado.
¿Disponen las democracias de los medios para "curarse"?
En teoría, sí. Lo que los hombres hacen, se puede deshacer. En la práctica, me abstendría de hacer predicciones: no hay Providencia que nos asegure el triunfo de la democracia.
Usted ha hablado de una conexión entre los siglos XIX y XXI
Hablo de un acercamiento que pasa por encima del XX, porque a lo largo del siglo pasado, aunque en grados y formas distintos, el mundo vivió en relación con el proyecto comunista: una esperanza inmensa y un inmenso fracaso. Lo que se creía un remedio se reveló un mal aun mayor. Y, de golpe, nos encontramos con los problemas de fines del XIX: vínculos coloniales, pasiones nacionalistas, variaciones del neoliberalismo.
¿Cuál es su defensa de la Ilustración? ¿Cuáles son hoy los horizontes de la razón?
La Ilustración no se reduce a una defensa de la razón. Se caracteriza más bien por una defensa del pluralismo. Promueve la razón como instrumento de análisis, pero al mismo tiempo afirma que el ser humano es víctima de pasiones irrefrenables. Afirma la posibilidad de oponer la civilización a la barbarie, pero también defiende la idea de una pluralidad de culturas. E introduce la crítica interna, la de sus propios ideales.