Joseph Blatter se hace llamar el capitán del barco, ese que quiere mover de las aguas turbulentas por las que navega hoy hacia otras más transparentes. Como sea, los escándalos no son ajenos para el suizo, que encabeza la FIFA desde 1998, cuando en una controvertida elección superó al sueco Lennart Johansson.
Su momento más difícil hasta ahora la vivió en 2001, con la quiebra de ISL, los encargados de los derechos de comercialización del organismo, que amenazó con arrastrar a la FIFA y complicar la primera reelección del suizo.
Las versiones decían que la empresa actuaba como una pantalla para que la FIFA pagara sobornos y comisiones. Incluso, hace poco, un programa de la BBC recordó que Suiza realizó una investigación judicial y que solicitó la devolución de esos pagos a algunos directivos. Se especula que muchos lo hicieron en secreto, realizando acuerdos con los tribunales helvéticos para que sus nombres no aparecieran. Entre ellos, estarían Ricardo Teixeira, presidente de la Confederación Brasileña, y Joao Havelange, ex timonel de la FIFA.
El cargo de mandamás del organismo con sede en Zurich viene aparejado con las polémicas. El propio Havelange tuvo las suyas. Se le acusó de recibir un campo de parte del ex dictador argentino Jorge Rafael Videla, para la obtención de la sede del Mundial de 1978. También se dijo que favorecía a los gobiernos de facto (en 1987 Chile organizó el Mundial Sub 20) y se le vinculó con el tráfico de armas y drogas. El brasileño negó los cargos y nunca hubo suficientes pruebas.
Stanley Rous, el titular anterior a Havelange, no estuvo exento de críticas. Su apoyo a Europa era conocido y bajo su mandato se realizó el Mundial de Inglaterra 66, donde 25 de los 32 partidos fueron dirigidos por jueces del "Viejo Mundo", que fueron cuestionados por sus actuaciones con Brasil (primera ronda), además de Argentina y Uruguay (cuartos de final). Además, se negó por mucho tiempo a darle cupo directo a Africa. Su política de exclusión gatilló la llegada del carioca, más proclive a la integración.