Señor director:
En su columna "Un descuido imperdonable", Juan Ignacio Brito instaló el debate sobre la lectura de los clásicos en los colegios. La objeción tradicional a enseñar los clásicos, esbozada en una carta de Fernando Torres, es que los clásicos serían muy difíciles de leer. Serían "elitistas", según don Fernando, pues sólo una fracción de un curso podría entenderlos.
Pero la objeción es poco persuasiva. Las matemáticas también son difíciles para la inmensa mayoría de los estudiantes, pero eso no es razón para no enseñarlas. Aprender matemáticas es relevante, y por eso estamos dispuestos a enseñarla, sabiendo que será difícil para la mayoría. ¿Y las humanidades? ¿Son relevantes? ¿Qué se gana leyendo literatura? ¿Es mero entrenamiento para aprender a juntar las letras a una velocidad aceptable y, en ese sentido, deberíamos decir que tiene el mismo valor formativo leer El Quijote que una caja de cereales? Este debate, sobre lo que vale la pena enseñar, era un debate ausente en Chile. Es el mérito de la columna de Brito el haber iluminado un aspecto central de esa discusión.
Francisco Javier Urbina
Un descuido imperdonable
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