Con más de un año en el mercado nacional, el Mitsubishi Montero Sport G2 sumó a sus versiones petroleras (cinco en total) dos opciones bencineras, a través de un nuevo motor de seis cilindros, de 3,5 litros, 184 caballos de potencia y un par máximo de 303 Nm a partir de las 3.750 rpm.

Asociado a una caja mecánica de cinco velocidades o automática de cuatro marchas, hay más que suficiente potencia como para mover los 4.695 mm de largo y las más de dos toneladas que pesa el SUV nipón.

En una prueba realizada sobre la versión automática, y teniendo como referencia los resultados del G2 petrolero, nuevamente nos encontramos con un todoterreno de grandes capacidades y con un bloque amigable.

El Montero Sport G2 se muestra amigable en la ciudad, con un motor progresivo que responde a las exigencias, sobre todo cuando el tacómetro está arriba de las 4.000 rpm. Y ese será uno de los grandes problemas para quienes buscan un SUV con mejor rendimiento, pues el consumo del Montero Sport G2 varió entre los 5,5 y 6,2 km/litro, dependiendo el modo de conducción.

Entre más se le exige, más gasta, y sólo a 120 km/h parejo en carretera se logra un mejor consumo. Pero no toda la culpa la tiene el bloque, sino también la caja, que con sólo cuatro marchas no ayuda para que el rendimiento sea más económico. La verdad, las cajas automáticas de cuatro marchas están casi obsoletas.

De todas maneras, a diferencia de su hermano petrolero, estamos hablando de un motor muy silenciosos y sólo se escuchan pequeños ruidos aerodinámicos muy por encima de los 120 km/h y cuando la aguja del tacómetro sube hasta las 6.000 vueltas.

Como se trata de un modelo construido sobre un chasis de largueros y tiene una clara orientación off-road, la suspensión es blanda y rebotona, lo que repercute en que tienda a inclinarse en curvas, aunque destaca por su dirección firme y muy directa.

Por lo mismo, en caminos de tierra las cosas cambian. Tiene tracción trasera y trae una caja de transferencia con bloqueo de diferencial y reductora, con lo que incrementa sus capacidades para el fuera de ruta.

Con tracción simple, el Montero Sport G2 es divertido de manejar, pues bota la cola sin riesgo, y cuando se conecta la tracción, se pierde emoción, pero se gana capacidades, lo que también se puede comprobar en la arena, donde el SUV se mueve como si fuera su hábitat natural. Y si bien el torque del diésel es mucho más apropiado para estas circunstancias, este bloque bencinero responde bien.

Sin duda, el conjunto de tracción y suspensión, así como su construcción, hacen que la balanza del Montero Sport G2 se incline a favor de los caminos de tierra, o derechamente por caminos intransitables, que es por donde mejor se desenvuelve.

Muy cómodo

Como la mayoría de los SUV de este segmento, y como viene siendo la tónica últimamente, el G2 tiene tres corridas de asientos. Si bien la tercera es más para niños que adultos, destaca lo simple que es poder acceder a ella: sólo una manilla levanta los asientos de la segunda fila y los pliega, dejando un espacio muy cómodo para llegar atrás. El paso inverso es igual de simple. Con este sistema, los respaldos de la segunda fila pueden reclinarse y no son tan rectos como en otros vehículos.

El puesto de conducción es bueno, aunque falta regulación en profundidad para el manubrio, y que las butacas sean más cómodas, porque para viajes largos son un poco duras.

El interior está bien logrado, con materiales que combinan y un diseño sobrio. Y en equipamiento, viene con todo, salvo por la radio, que es desmontable, lo que para su precio es casi imperdonable.