En medio de una población en Quilicura se encuentra uno de los liceos más grandes de la comuna. En invierno, su alrededor se llena de barro y en esta época lo rodea un peladero pedregoso con algo de basura que se vuela con el viento. Desde lejos, antes de entrar, se escuchan los gritos y las risas de los niños que corren por el patio. Adentro, los más jóvenes miran el suelo con un aire de desdén, con los pantalones grises apretados estilo pitillos o anchos tipo XXL. Los más pequeños observan con curiosidad a los que entran y no son profesores. Juegan, a pesar de tener un pan en la mano que acaban de recibir como parte del desayuno que se les entrega en el casino del liceo, como a más de 2.000.000 de estudiantes mediante el Programa de Alimentación Escolar de la Junta de Auxilio Escolar y Becas, Junaeb.
Hace unas semanas, la Contraloría instruyó un sumario a raíz del plan anual de fiscalización 2011. Luego de una auditoría realizada por la entidad, se realizó un informe en el que se adjuntaban fotografías en las que se veían alimentos en mal estado, fecas de ratas y palomas, y hongos en bolsas de alimentos. Asimismo, en lo que va del año, se han detectado dos intoxicaciones masivas luego de que los alumnos ingirieran las raciones de alimentos que entrega la Junta: una, por un almuerzo de porotos con carne y tomate con cebolla en los colegios San Javier, El Almendral y Didascalio Santa María, y otro, por un desayuno de té y pan con palta en el Liceo de Niñas de San Bernardo.
Es viernes en Quilicura y toca pan con huevo y leche con vainilla. Los pequeños que se sientan en un gran salón comen, pero no todos toman del tazón plástico en que les sirven la leche. "No nos gusta con vainilla, además que viene con nata", dice un estudiante de 10 años. El pan es una hallulla con huevo revuelto. Nada fuera de lo común. La leche, en cambio, es delgada y su sabor, hostigoso. Los más pequeños, de primero a tercero básico, no la dejan. Son los más grandes los que apenas le dan un sorbo y salen a jugar. Las profesoras que velan por el orden no los dejan salir con el tazón, pero sí con el pan. "Muchas veces juegan con la comida. Acá, si hay naranjas de postre, se las pasamos al final de la jornada, porque si no, se las tiran y el patio termina completamente sucio", asegura una profesora que prefiere no revelar su nombre. El tema Junaeb se ha vuelto complicado al interior de los establecimientos educacionales. Muchos de los entrevistados lo reconocen. De hecho, este ejercicio se intentó hacer en varias comunas de Santiago, pero sólo muy pocos se atrevieron a abrir sus casinos y sólo dos a entregar los nombres de los establecimientos.
Algunos de los estudiantes aseguran que a veces comen con recelo, producto de las noticias que se han conocido en el último tiempo.
Aunque para muchos niños que reciben este beneficio por ser considerados "vulnerables", esta es la única comida que probarán durante todo el día, en Junaeb aseguran que estas raciones son un complemento a la alimentación que deberían recibir. Bajo esta premisa, se calcula el aporte de sal de sus raciones: 0,5 gramos por almuerzo, mientras que los chilenos consumen casi 12 gramos diarios, algo muy lejano a los cinco recomendados. Así y todo, algunos jóvenes cuentan que a veces van al colegio con bolsitas de sal escondidas para echarles a las comidas.
La semana pasada, en un liceo de Peñalolén, uno de sus almuerzos consistió en una bandeja con puré y cubitos de carne de cerdo, junto a una compota de ciruelas deshidratadas. El puré era parecido al que viene en caja, pero tenía una textura aguada. El cerdo, que venía cortado en trocitos pequeños (era el almuerzo de la básica), estaba muy salado. El postre, en cambio, era dulce y sabroso. Al terminar de probar, una de las manipuladoras de alimentos se acercó y dijo: "Nosotras tratamos de hacerlo con todo el cariño, pero hay cosas que no manejamos. Como el almuerzo, que viene en unas grandes bolsas, preparado. En cambio, el postre, sí lo hicimos nosotras. ¿Le gusta?". A lo que se refiere es al sistema Cook & Chill que implementó Junaeb y que consiste en llevar los alimentos cocidos y luego congelados para que las manipuladoras sólo tengan que meter la bolsa en una marmita y calentar, sin tener que pelar, cortar, ni hacer tanto trabajo cuando las raciones superan las 700 por establecimiento. Según los entendidos, si en este proceso la cadena de frío se corta, los resultados pueden ser desastrosos.
"Esta tecnología (el Cook & Chill) la venimos trabajando desde 2007 y es una técnica que te permite prevenir algunos riesgos (...), no es menos cierto, eso sí, que siendo una alimentación buena, hemos tenido dificultades con ello, porque obviamente es una tecnología que los niños no la han aceptado de buena manera, de repente por las características que tiene la alimentación, porque se disgrega mucho. Nos queda trabajo por hacer ahí", asegura Cecilia Alvarado, encargada de regulación programática de alimentación de Junaeb.
Es viernes, y en el liceo Alcalde Gonzalo Pérez, de Maipú, hay pan con margarina y leche con cebada tostada. Jean Riveros, estudiante de 17 años, dice que la comida está mejor que el año pasado, que ahora se ve cuando limpian la cocina, pero que "igual, por lo que ha salido en la tele, da como cosa, a veces, comer, igual uno se persigue". Su compañera Daniela Vallejo (17) come lo que le queda de su pan y dice que de ahí, lo bueno, es que nunca se han enfermado. La planificación mensual en ese lugar incluye churrasco con ensalada de porotos, ave al jugo con espirales o atún con arvejas y puré. También desayunos de leche con chocolate y pan con dulce de membrillo, o té y pan con queso.
El almuerzo de ese mismo día, en el Horacio Aravena Andaur, de San Joaquín, es de tallarines con salsa de tomate y jurel, y de postre, una pera. Cinco niñas de nueve años se sientan juntas en una mesa y comentan la comida. "A mí me gusta", dice una de pelo liso y cara ovalada. "Ayer, había churrasco y se llenó", dice otra con rulos. Cuando se les pregunta si comen así en su casa, todas se quedan calladas. Una mira hacia su bandeja con cara de duda y responde insegura: "Sí, creo que sí".