CUANDO el domingo pasado Félix Baumgartner (43) se lanzó en caída libre desde la estratosfera terrestre ante la mirada de miles de personas que seguían la hazaña vía internet, no solo estaba volando más alto y más rápido que un avión comercial protegido apenas por un traje como el que usan los astronautas. El aventurero paracaidista austríaco conseguía una meta largamente acariciada por los pioneros que, desde la década de los 60, perdieron la vida intentando conocer hasta dónde era capaz de resistir el ser humano.

Por aquellos años y cuando la carrera espacial recién comenzaba, era fundamental conocer si los astronautas tendrían la posibilidad de regresar a la Tierra en caso de que algo saliera mal. Fue en ese contexto que el estadounidense Joseph Kittinger estableció el récord de salto en altura con paracaídas (31.333 metros en 1960) y que el ruso Eugene Andreev consiguió el anterior récord de caída libre al desplazarse 24.500 metros antes de abrir su paracaídas en 1962. Ambos perdieron compañeros que intentaron realizar la hazaña con ellos.

Pero ninguno de estos tempranos exploradores de las alturas había logrado llegar tan alto en la estratosfera y romper la barrera del sonido. Tuvieron que transcurrir 50 años para que se consiguiera alcanzar esta meta, que resuelve uno de los problemas fundamentales para los astronautas en el espacio: utilizando un traje de alta tecnología podrían regresar a la Tierra si una nave sufre desperfectos. Claro que hay ciertos límites y todavía sería imposible realizar un salto desde un lugar tan lejano como la Estación Espacial (ubicada a 400 mil metros), pero los especialistas prevén que los avances tecnológicos no hacen improbable pensar en algo así en el futuro.

Además del salto, el globo en el que ascendió Baumgartner a la estratosfera fue fabricado con una de las telas más delgadas diseñadas por el hombre, lo que no solo permitió llegar hasta el punto más alto conseguido hasta ahora con este sistema de transporte, sino que podría abrir insospechados caminos para el desarrollo de nuevos materiales, más resistentes y ultradelgados.

"Houston, tenemos un problema"

Pero sin duda uno de los principales avances tiene que ver con la seguridad en el espacio: ningún sistema ha probado ser exitoso para ayudar a los astronautas en caso de emergencia. Fue lo que sucedió con el Challenger, que en 1986 se desintegró mientras despegaba sin que sus ocupantes tuviesen ninguna posibilidad de escapatoria o, más recientemente, con el Columbia, que en 2003 colapsó durante el reingreso. Aunque la posibilidad de eyectarse todavía representa un desafío, la hazaña de Baumgartner demuestra que sí es posible intentar una salida de emergencia y que el ser humano puede resistir una caída desde la estratosfera.

Según explica la doctora y experta en Física Espacial de la U. de Santiago, Marina Stepanova, el salto representa el primer paso para resolver esta situación: "Si caen de la nave o ésta sufre desperfectos, de todas formas podrán regresar a la Tierra si visten un traje de alta tecnología como el que fue diseñado para esta experiencia", explica. Dos son los problemas que resuelve el traje: la resistencia del cuerpo humano a una velocidad supersónica y las diferencias de presión y temperatura que se registran a medida que se transita por la estratosfera.

Hablamos de un traje presurizado, similar al que usan los astronautas. Protege a una persona de temperaturas de hasta 70 grados bajo cero y está perfectamente diseñado para que en su interior se registre una presión constante, evitando que una caída libre a velocidad supersónica termine causando lesiones irreparables a quien intenta traspasar la barrera del sonido. Se suma el hecho de que el mismo traje "estabiliza a la persona cuando va en caída libre y evita que dé tumbos en el aire perdiendo el control durante el descenso a gran velocidad", señala la experta aeroespacial.

El propio Baumgartner explicó que su hazaña "podría ser el primer paso para crear procedimientos de emergencia a las puertas del espacio que, actualmente, no existen". Y diseñar esta clase de sistemas de emergencia se considera vital para impulsar la naciente industria del turismo espacial. Pero no es lo mismo eyectarse de una nave a la velocidad del sonido, que llegar a la velocidad del sonido usando únicamente el traje: una nave que reingresa a la atmósfera con problemas, bajando en caída libre y rompiendo la barrera del sonido, llega a alcanzar velocidades de 340 metros por segundo.

Por ello se requeriría dotar a la nave de sistemas que le permitan bajar gradualmente la velocidad, con pequeños paracaídas, de manera que sea posible para los astronautas o turistas espaciales saltar al vacío.

Nuevos Materiales

Además de la seguridad, el globo que llevó a Baumgartner a la estratosfera representa una nueva era en el desarrollo de estos sistemas, tanto para el transporte como para la investigación científica. El globo tripulado que se empleó es el más grande que se haya diseñado jamás y llegó a medir hasta 180 metros de altura en una de las fases de la ascensión. Tan exclusivo que la misión no contaba con uno de reserva, por lo que de utilizarse y fallar, el proyecto tendría que haber sido cancelado hasta dentro de varios meses, ya que no se puede volver a emplear una vez desplegado.

La película sintética con la que fue diseñado el globo es en extremo delicada. El plástico en el que está fabricado es de apenas 0,002 centímetros de grosor, diez veces más delgado que las bolsas de plástico que se utilizan para congelar alimentos. Hasta ahora, no existían materiales tan ligeros y resistentes, por lo que se espera que esta tecnología pueda abrir el camino para una nueva revolución en el diseño de materiales.