Una anciana bien abrigada, aunque no lo suficiente para batallar contra las temperaturas bajo cero del invierno de Praga, lleva cuatro horas esperando en una fila de varias cuadras de extensión. Es una ciudadana anónima, una más de entre las decenas de miles de personas que quieren acercarse al féretro del ex Presidente checo Václav Havel para rendirle un postrer homenaje.
Cuando a la anciana se le acerca una cámara de televisión y le preguntan si vale la pena esperar tanto y pasar frío para ver de lejos un ataúd cerrado, ella mira contrariada a la cámara, directamente, con ojos llorosos, y dice que sí, que por supuesto. "El Presidente Havel hizo mucho por todos nosotros, lo mínimo que podemos hacer es venir a despedirnos de él en persona, aunque pasemos frío y hambre y nos aburramos en la espera".
La semana pasada, Praga fue el epicentro del estado de shock en que dejó a los checos la muerte de su ciudadano más ilustre, ocurrida el sábado 18. Aquél que derrotó el régimen totalitario con el poder de la palabra y encabezó la transición democrática conocida como Revolución de Terciopelo, en noviembre de 1989.
La trayectoria política de Havel es conocida: crítico y disidente del régimen comunista, fue sentenciado a cuatro años de cárcel por subversión contra el Estado en 1979. Fue presidente de Checoslovaquia entre 1989 y 1992, y luego el primer mandatario de la República Checa (1993-2003). Esa faceta eclipsó su obra literaria, sobre todo en los países de habla hispana. Pero Havel era un hombre de letras.
Nacido en 1936, se dio a conocer como dramaturgo en los 60. Usaba el absurdo para hacer una parodia del régimen. "Fue un dramaturgo de mucho talento y muy innovador, sus obras se han dado con mucho éxito en el mundo. En esta faceta es una especie de conciencia no sólo de su país y de su pueblo, sino a nivel universal", dice Monika Zgustová, su traductora al español.
Autor de 21 piezas dramáticas, entre sus títulos más aplaudidos se cuentan El memorándum, Largo Desolato y La fiesta en el jardín. Su agente literaria, Jitka Sloupová, cree que el teatro de Havel y su adscripción al absurdo fueron una consecuencia lógica de la época en que comenzó a escribir y de la situación en su país. "Sus obras fueron absurdas, pero, naturalmente, no fue algo forzado: reflejaban la realidad del régimen imperante en la Checoslovaquia de entonces. Los elementos del absurdo se hicieron más visibles debido a la crisis del régimen y variaban de lo ridículo a lo trágico".
Sin embargo, pese a nacer en un contexto específico, su teatro mantiene actualidad y se sigue representando en el mundo. "Sus obras se montan una y otra vez, especialmente Memorándum, una de las piezas maestras del teatro del absurdo", dice Sloupová. En ella, Havel entrega una ácida parodia de la burocracia comunista.
A la traductora Monika Zgustová le encanta ese crisol de influencias que deja entrever La retirada, que acaba de traducir al español. Es la última pieza publicada de Havel, habla del retiro de un político y la escribió inspirándose en su propia experiencia. "Es como una especie de collage que va desde Chéjov hasta Shakespeare. Y, al mismo tiempo, es Havel mismo, con sus juegos de palabras, con sus juegos lingüísticos, con sus grandes innovaciones, que no se parecen a nadie".
Cartas a Olga
El 17 de noviembre de 1979, Havel le escribía a su esposa desde la cárcel. Resumía sus proyectos durante el encierro: "Conservar mi estado de salud", "reconstituirme síquica y mentalmente", "escribir por lo menos dos obras de teatro", "mejorar mi inglés", "aprender alemán hasta el nivel de mi inglés" y "realizar un estudio riguroso de toda la Biblia". El texto fue recogido en Cartas a Olga, uno de sus libros más emblemáticos.
La traductora Monika Zgustová resalta también sus ensayos, entre ellos, El poder de los sin poder. "Un espectro atemoriza a la Europa Oriental: en Occidente lo llaman disidencia", escribió en este último. "Este espectro no ha llovido del cielo: es una manifestación natural y una consecuencia inevitable de la fase histórica que atraviesa actualmente el sistema al que ese espectro atemoriza".
En 2007, ya alejado del poder, Havel publicó sus memorias, Sea breve, por favor. Se dirigía especialmente a los jóvenes. "Sin la memoria, no existe la continuidad histórica ni se mantiene la identidad", dijo.