Para Sergio Barrientos, el director del Centro Sismológico Nacional dependiente de la U. de Chile, haber vivido el terremoto del 60 fue un privilegio que muchos científicos del mundo envidian. Y aunque era sólo un niño, el sobrevivir al peor megasismo de la historia -9.5 grados en la escala de Richter- fue una oportunidad única.

Ayer, cuando se cumplían 55 años de ese fatídico domingo, Barrientos recordó "como las chimeneas en las casas se caían sobre sí mismas, y era absolutamente imposible mantenerse en pie". El terremoto de Valdivia, que hundió la ciudad en dos metros y generó nuevas islas y cerros, fue precedido por otro gran terremoto el 21 de mayo, con epicentro en Concepción, y posteriormente agravado por un tsunami con olas de hasta 10 metros de alto. A eso se sumó el riesgo de un eventual desborde del lago Riñihue que estuvo a punto de arrasar con lo que quedaba de ciudad. Y dos días después, producto del movimiento de las placas, el volcán Puyehue, a 200 kilómetros del epicentro, hizo erupción. Los efectos del terremoto de Valdivia se extendieron desde Arauco hasta Aysén, dejando 2.300 muertos, tres mil heridos, y un millón de personas sin hogar. Si hacemos una comparación, señala el investigador, entre el 27/F y el terremoto de 1960, los efectos son inimaginables. "Todo es a escala, el 8.8 del 27/F duró 120 segundos, su longitud de ruptura fue de 400 kilómetros, y su desplazamiento máximo (de las placas) de 20 metros. Sin embargo, el 9.5 de Valdivia duró eternos cinco minutos, su longitud de ruptura fue de casi mil kilómetros y la tierra se desplazó hasta 40 metros. Todo crece pero no linealmente, sino en escala logarítmica o exponencial" explica Barrientos.

Megaterremotos destructivos como el de 1960 ocurren aproximadamente cada 300 a 400 años. Sin embargo, explica el científico, "eso no significa que entre medio no se produzcan terremotos más pequeños, de 8 grados, como el terremoto de Iquique del año pasado, y que igualmente producen mucho daño a nivel local".

Chile es ahora un laboratorio natural para el estudio de los grandes sismos y su aplicación en otros puntos del orbe.