A mediados de 2010, Mario Vargas Llosa saltó al frente de batalla: en un artículo en la revista Letras Libres, el escritor peruano se lanzó al cuello de los estudios culturales y la crítica literaria posmoderna, disparó contra Michel Foucault y Jacques Derrida, y acusó que la noción de cultura se esfumaba en la banalización de nuestros días. Vargas Llosa lloraba por el orden perdido. "Hemos hecho de la cultura uno de esos vistosos pero frágiles castillos construidos sobre la arena que se deshacen al primer golpe de viento", terminaba.

Titulado Breve discurso sobre la cultura, el artículo de Vargas Llosa levantó una andanada de críticas y alabanzas. El gesto del autor de Los cachorros era provocador: decía que la ruta democratizadora emprendida a mediados del siglo XX por intelectuales y artistas había terminado por relativizarlo todo. Demasiado: "Hemos conseguido un remedio que resultó peor que la enfermedad: vivir en la confusión de un mundo en el que ya no hay manera de saber qué cosa es cultura".

Era un tema enorme, de muchas entradas y salidas, varias de las cuales Vargas Llosa había transitado en artículos, entrevistas y apuntes. Se convirtió en algo mayor, en su nuevo libro. Se llama La civilización del espectáculo y hoy es lanzado en España. Alegato de defensa de viejos y amenazados valores, se trata del primer libro que publica tras recibir el Premio Nobel de Literatura en 2010. A Chile el volumen llegará recién en noviembre.

Bases de la civilización

Fue ya hace algunos años, en la Bienal de Venecia. Vargas Llosa sintió que le estaban tomando el pelo. El sistema artístico completo, desde los autores hasta los galeristas y críticos, formaban parte de una "mentira monstruosa" que, por ejemplo, pone al tiburón en formol de Damien Hirst en la categoría de grandes obras del arte. "Semejante payasada debería ser divertida", precisaba el escritor el año pasado.

Desde esa sospecha, el autor de Conversación en La Catedral elabora un oscuro retrato sobre la situación cultural y política de Occidente. Dialogando con T.S. Eliot, George Steiner y Gilles Lipovetsky, entre otros, Vargas Llosa indaga en cómo la cultura dejó siquiera de intentar responder preguntas tan básicas como "qué hacemos aquí en este astro sin luz propia que nos tocó, si la mera supervivencia es el único norte que justifica la vida". Hoy, sostiene el escritor, lo cultural es "una forma de diversión ligera para el gran público".

"La cultura, en el sentido que tradicionalmente se ha dado a este vocablo, está en nuestros días a punto de desaparecer", anota en el prólogo el escritor. Sigue: "Y acaso haya desaparecido ya, discretamente vaciado de su contenido, y esté reemplazado por otro, que desnaturaliza el que tuvo".

Hombre liberal, en 1990 candidato a la presidencia de Perú, a Vargas Llosa lo mueve un miedo en La civilización del espectáculo: que la "corrupción de la vida cultural por obra de la frivolidad" pueda socavar esa "delicada materia que da contenido y orden a lo que llamamos civilización".