Deberían recetarlo los médicos para casos de cansancio, desgano y recuperaciones (enfermedades, mal de amores): Vaya a las Cataratas del Iguazú. Quédese tres días, sienta la humedad y el rugido del agua, vea arcoíris, camine por la selva. A la vuelta me cuenta.

Parado frente a la Garganta del Diablo, parece que uno tomara algo de esa fuerza superpoderosa. Más de mil metros cúbicos por segundo se caen desde 80 metros de altura. Día y noche, sin parar. Muchas piscinas olímpicas llenas. Iguazú, del guaraní: i agua, guazú, grande. Un nombre literal.

En la provincia de Misiones, el Parque Nacional Iguazú es el más turístico de Argentina, con más de un millón de visitantes. Desde que se declaró Nueva Maravilla Natural en 2011, llegan incluso más.

El río Iguazú viaja 1.320 kilómetros hasta desembocar en el río Paraná. Adentro del parque, el río ensancha su cauce y forma una U enorme desde donde se desbarrancan las cataratas. El salto más importante, con un vapor de agua que se ve desde lejos, es la Garganta del Diablo. El más turístico también, por lo tanto, está repleto de visitantes que chocan y hacen fila para sacar fotos. ¿Cómo hacer entonces para ver la Garganta sin el tumulto?

Hay una forma de hacerlo y hay que seguir tres pasos: levantarse temprano para llegar al parque apenas abre, a las 8. Para eso en lugar de tomar el tren ecológico que llega a la estación Garganta, hay que partir antes y caminar esos dos kilómetros a orillas de la vía que, a propósito, es un buen paseo por la tierra colorada, entre matorrales verdes y mariposas. Por último, hay que entrar en la pasarela que llega a la garganta -1 km- y una vez en el balcón disfrutarla por lo menos 20 minutos sin gente.

El paseo justifica la levantada temprano. Por ejemplo, se pueden ver los vencejos de cascada, unas aves negras que revolotean sobre las cataratas que aparecen a esa hora y por las tardes. Aunque vuelan en picada hacia el agua, no son suicidas. Están adaptadas a la humedad y tienen sus nidos en la roca, detrás de las caídas de agua. Se los suele encontrar temprano a la mañana y por la tarde. Desde el mirador también se ve el arco en U de los saltos y, del otro lado del río Iguazú, el lado brasileño del parque, más panorámico.

Unos minutos antes de que aparezca el primer tren lleno de turistas llegan los fotógrafos con su escalerita doméstica. Ahí se paran y sacan una foto con la luz justa: el visitante adelante y la Garganta del Diablo atrás. Luego la entregan en el hotel. Después sí, aparece el malón de viajeros y el rumor del agua se mezcla con los comentarios en varios idiomas.

A la vuelta se puede tomar el trencito ecológico porque hay otros circuitos que se pueden ir a recorrer.

El Sendero Macuco

Queda poco de la selva paranaense original, sólo el seis por ciento. Eso explica los actuales esfuerzos de conservación y recuperación. Entre 1920 y 1930 eran tierras privadas y se explotó la madera en forma indiscriminada. Poco a poco se reforesta, pero los árboles talados crecían lento, se cree que la recuperación llevará unos 200 años.

Esta selva es la misma que en Brasil se llama mata atlántica y tiene especies como laurel negro, cedro, pitiribí, canelo, yacaratiá, guatambú y el palo rosa, que es el más grande y puede tener 40 metros de altura.

La mejor forma de acercarse a los árboles y a la selva es hacer el Sendero Macuco, uno con menos prensa que los circuitos principales -Inferior y Superior- pero que se mete en la masa boscosa. Paréntesis: lo ideal es ir dos veces al parque y dedicarse el primer día a las cataratas porque hay 275 saltos. El segundo día la entrada vale la mitad y se puede hacer este sendero que lleva el nombre de Macuco en honor a un ave parecida a una perdiz. Es un camino de unos cuatro kilómetros donde suele haber pocos visitantes, lo que por supuesto, contribuye a la “experiencia selvática”.

La tarde que fui estaba sola, entré antes de las tres -a esa hora cierra el ingreso al sendero- y durante un rato lo único que se escuchaba era el sonido lejano del agua cayendo en la Garganta. Después, se fue perdiendo y por algunos minutos todo estaba quieto. Pero de pronto escuché un ruido a mi lado. Justo el día antes había visto en un diario local la foto de un jaguar y su cría en el parque. Lo recordé y tuve ganas de salir corriendo, pero me quedé quieta y atenta. El sonido venía de arriba, de la copa de los árboles. Eran monos caíes y saltaban de rama en rama. Venían a curiosear. Estos animales que suelen andar en grupos de 20 suben y bajan troncos en un segundo y se cuelgan de las lianas. Yo vi a unos cinco o seis. Menos suerte tuve, en cambio, con los monos carayás o aulladores, que son más grandes y negros, que no aparecieron durante mi paseo.

El sendero sigue entre plantas de palmitos, cañas tacuaras, urracas, algún tucán o picaflor y miles de mariposas. Hay 750 especies. Una de las más llamativas es la  88, que tiene nítidamente dibujado ese número en sus alas. El Macuco termina en un pozón rodeado de sombra, con agua de color gris verdoso. Desde arriba, a unos 20 metros, cae el salto Arrechea y uno puede sentarse a disfrutar de un momento fresco en algunas rocas grandes.

Lo que se viene

En el parque hay dos circuitos principales, además del que va a la Garganta del Diablo, para ver los saltos de distintos ángulos y niveles. El Superior tiene 650 metros y se hace en poco más de una hora. Tiene buenas vistas y muchos coatíes que, igual que los monos babuinos en los parques de Sudáfrica, roban bolsos, cámaras, platos de comida, e incluso pueden atacar si los molestan. Ojo, aunque comen de todo no hay que alimentarlos, ya que la comida puede hacerles mal o matarlos.

Actualmente, uno va y vuelve por la misma pasarela, y en épocas de temporada alta, se traba un poco la circulación. Pero, a partir de un par de meses más, la vuelta será por un nuevo camino de un kilómetro que se construye por estos días. Es una pasarela alta, que por momentos pasa a la altura de la copa de los árboles, siempre cerca del río rojizo, tan rojo como el color de  la tierra de Misiones. La nueva pasarela termina en el salto San Martín, el segundo más caudaloso del parque. Otra oportunidad de sentir la fuerza superpoderosa del agua que cae a borbotones. En el camino se ven lianas, musgos, bromelias, orquídeas, pindós y coussareas, una planta representativa del parque, que sólo se da en esta parte con poco sol y mucha humedad.

El circuito Inferior va más cerca del agua. Desde ahí se tiene una de las mejores vistas, la del salto Bossetti donde a veces se forma el arcoíris. Si hace calor, desde ahí salen lanchas que dan una vuelta por el río Iguazú y se acercan tanto a los saltos que uno se moja entero. Como si lloviera. La excursión se llama La Gran Aventura y es sólo para adultos.

Otro paseo posible, sólo si el caudal del río lo permite, es cruzar a la isla San Martín, que en realidad es una península. Después de subir cerca de cien escalones, se logra una vista espectacular del salto San Martín que recuerda a la película La Misión, con Robert De Niro y Jeremy Irons, porque algunas escenas se filmaron ahí.

Lo último: la fecha ideal para hacer el viaje va en función de la luna, porque las noches de luna llena hay recorridos guiados a la Garganta del Diablo. En el camino se escuchan los sonidos misteriosos de la selva de noche y el agua brilla con luz de luna.

Sí, definitivamente, un viaje a las Cataratas tendría que estar entre los postulados de buena salud. Consulte con el médico de cabecera.