EL PRIMER filtro para llegar a Los Roques está en su acceso. Tomar una de las avionetas bimotores, de entre nueve y 20 pasajeros de capacidad, que ofrecen tres pequeñas aerolíneas locales es la manera más práctica de llegar a este archipiélago de fama ascendente.

Antes de partir, hay datos que es preferible no saber. Sin embargo, el bajo perfil del lugar hace que para encontrar pasajes aéreos Caracas-Los Roques sea necesario bucear en internet lo suficiente como para enterarse de que, hace un par de años, de uno de esos vuelos nunca más se supo. O que el año pasado, el piloto debió amarizar poco antes de llegar a este sitio, habilitado sólo para viajeros con algo de espíritu mochilero.

Los antecedentes hacen ponerles más atención que nunca a las instrucciones de emergencia que el piloto entrega antes de iniciar el vuelo.

Los ruidosos motores de la avioneta arrancan en el aeropuerto de Maiquetía para empezar a sobrevolar el mar Caribe con una cuota de nervio, que funciona como peaje para acceder a un lugar paradisíaco.

Poco antes de llegar a destino -en un vuelo de poco más de media hora-, se advierten varios cayos rodeados de agua turquesa, que anticipan que el destino final puede ser alucinante.

El aeropuerto es una humilde torre de control y una pista de aterrizaje que es lo único asfaltado del Gran Roque, la isla más grande del archipiélago, donde viven poco más de 2.000 personas. Cada vez que llega una avioneta a la pista, situada al borde del mar, un grupo de lugareños se acerca a esperar que los turistas paguen la entrada al Parque Nacional, en una caseta de madera, para llevarles el equipaje en sus carretillas por la arena, hacia el centro de pueblo. Una brisa cálida da la bienvenida.

En Los Roques no hay hoteles, ni menos resorts. No hay señales de tránsito porque no hay autos. Las calles son de arena y el hospital es una humilde casa de madera, donde hamacas hacen las funciones de camillas.

El que entiende el lujo como sinónimo de cinco estrellas o sistemas con todo incluido se equivocó de lugar. Aunque, en estricto rigor, la mayoría de las posadas que abundan en el Gran Roque ofrece paquetes all inclusive que se refieren además del alojamiento, a incluir desayuno, lunch y comida.

Todo no incluido

El concepto de lunch o almuerzo en Los Roques se entiende como un cooler con sándwiches, pescado o ensaladas, más bebidas, cervezas y frutas que cada mañana te llevan al muelle de la isla donde los turistas arrancan el día. Porque la rutina diaria parte a las nueve de la mañana, en el embarcadero, donde se pueden contratar excursiones en lancha a cualquiera de las casi 300 islas y cayos que forman el archipiélago.

Por entre 10 y 20 dólares por persona, se realizan paseos con sillas y quitasoles a los cayos que antiguamente fueron usados como refugio de piratas y, a fines del siglo XIX, bautizados con nombres holandeses, gracias al fuerte intercambio comercial que entonces mantenían con Los Roques. Unos minutos navegando por las cristalinas aguas del Caribe y la lancha llega al destino elegido, donde siempre está la posibilidad de adueñarse de una playa en la que las mayores preocupaciones son ajustar las sillas a la sombra del quitasol y saludar a un par de europeas caminando en topless.

Un buen ejemplo es Crasquí, uno de los cayos más cercanos al Gran Roque y uno de los pocos que cuenta con un rústico restaurante, el que, si se llega entre noviembre y abril, tendrá langosta como plato estrella. Porque Los Roques provee más del 90% del total de langosta de Venezuela y, junto con la pesca y el turismo, es uno de los principales sustentos de los lugareños.

Otro de los paseos recomendables es Cayo Vapor, el más lejano de todos (cerca de una hora navegando desde el Gran Roque). Parte de su gracia es la familia de flamencos que vive en un banco de arena ubicado en el camino, que dan la bienvenida a uno de los lugares más tranquilos de la zona. Y ese dato cobra más valor cuando se trata de una zona que, de tan tranquila, ha servido de refugio para famosos que, por lo general, llegan en sus propios yates. Gerard Depardieu, Brooke Shields, Jack Nicholson, Gisele Bundchen Luis Miguel, Ricardo Arjona y futbolistas como Iker Casillas y Gabriel Batistuta son algunos de los nombres célebres que han arribado en el último tiempo al archipiélago, para descansar sin el acoso de los paparazzi. Algo que no puede faltar en los paseos es un equipo básico de snorkeling, para nadar con cardúmenes de peces de colores que viven en los corales que rodean los cayos, o con tortugas de mar, como se puede lograr en las islas Noronquises y Mosquises. Y otro gran dato es tomar uno de los paseos que incluyen un almuerzo con productos del mar sacados en el momento. Así, se puede probar un sashimi de atún y ostras a la parrilla con un fondo que parece un afiche sacado de una agencia de turismo.

Little Italy

En un escenario de ficción, cualquiera que no sepa que está en Los Roques apostaría que está en alguna parte de Italia.

Porque todo en este lugar remite a la bota europea. Después del español, el italiano es el idioma que manda en el archipiélago, gracias a los inmigrantes asentados en el Gran Roque, más la gran cantidad de turistas que llegan gracias a un boca a boca esparcido por una colonia asentada con fuerza en la isla desde hace tres décadas.

La mayoría de las poco más de 60 posadas del Gran Roque son de italianos, quienes, además de administrarlas, dirigen sus propios restaurantes.

Por eso que gran parte de la sabrosa oferta gastronómica de Los Roques esté dominada por la cocina italiana. Al caer la tarde, los turistas contemplan la puesta de sol sobre el mar Caribe mientras en los restaurantes alistan el servicio para ofrecer un menú que siempre cuenta con entrada (carpaccio, cebiche), primer plato (pasta), segundo plato (pescado, langosta) y postre. Acuarela y Malibú son dos de las mejores cocinas italianas de la isla. También se puede encontrar sushi en Acuarena, local ubicado frente a la playa, o pizzas a la piedra en la Plaza Bolívar, el corazón del pueblo. Productos del mar se pueden degustar en El Muelle y Casamarina. Y aunque Los Roques es un lugar tranquilo, ideal para descansar, de vez en cuando se arman fiestas que reúnen a turistas y lugareños, en escenas que podrían dar para el capítulo menos plástico de Wild on.