El incendio en Valparaíso produjo una caravana solidaria difícil de detener. Fue tal el despliegue de voluntarios, que hace unos días el alcalde de la comuna, Jorge Castro, pidió por favor que dejaran de ir porque ya habían colapsado la ciudad. En Chile, donde los niños ven la colecta de alimentos no perecibles casi como una actividad escolar más y donde las campañas solidarias incluso tienen sus propios programas de televisión, esto no es raro. Sin embargo, no es lo que ocurre en todos los países. "Somos uno de los países con nivel de voluntariado más alto en el mundo. En el 2009 las Universidades Católica y John Hopkins hicieron un estudio y llegaron a la conclusión de que cerca de 7% de la población participaba en estas iniciativas. Eso es un montón y equivale a 143 mil trabajos de tiempo completo al año", explica el sociólogo Vicente Espinoza.

El académico de la Usach forma parte del Centro de Estudios del Conflicto y la Cohesión Social, una iniciativa interuniversitaria que estudia la desigualdad y los focos de conflictividad en Chile. Su experiencia en temas de participación social, lo convierte en una voz autorizada para hablar del voluntariado en el país.

¿Por qué en Chile es tan fuerte este tipo de ayuda?

Este es un país donde el voluntariado es una cultura. Chile no es, como algunos han señalado, una sociedad naturalmente individualista. Podemos ser más egoístas, pero individualistas, no tanto. Y por eso siempre estamos preocupados de la persona a la que le va mal, porque también pensamos que a nosotros nos puede ir mal un día. Esperamos que alguien nos tienda una mano en ese momento.

O sea, ¿confiamos en nuestros pares cuando necesitamos ayuda?

Claro, pero esto también ocurre porque tampoco hay instituciones que se preocupen de nosotros cuando hay problemas, entonces siempre tendemos a confiar más en las redes de apoyo que en los organismos oficiales.

¿Cree que esta es una forma de participación ciudadana activa o sólo son las ganas de ayudar en casos puntuales?

Es participación ciudadana activa, totalmente. Hay muchas formas de voluntariado. Hay unos que son más asistenciales, mucha gente que va a los hospitales a cuidar enfermos, por ejemplo. Los voluntariados que están más cerca de la participación cívica son los que producen bien público, como aquellos que protegen y desarrollan el entorno. Creo que el movimiento ciudadano que hemos visto en los últimos años y el voluntariado son parte del mismo fenómeno. Otra son los movimientos ambientalistas, los movimientos pro educación gratuita de calidad. Todas estas actividades crean tejido social, hacen que tú conozcas a otra gente, que empieces a construir relatos. No me extrañaría que en los movimientos sociales que hacen demandas que cambian la agenda política estuviera participando gente que hace voluntariado en otra parte de su vida.

Según Espinoza, los jóvenes son los que más participan hoy en este tipo de actividad, "porque tienen más tiempo libre. El voluntariado es una forma de conocer otra gente, otras realidades y muchos jóvenes están interesados en eso. La gente más adulta participa más esporádicamente y en actividades de voluntariado menos aventureras. O sea, no me cabe duda que cuando se inscribieron 10 mil personas para ir a reforestar Torres del Paine tras el incendio del 2012, la motivación de la mitad de ellos era ir a conocer ese lugar gratis. Cuando eres adulto y tienes responsabilidades en la casa, con trabajo o con familia, no puedes irte un mes a marcar senderos en un parque nacional. Entonces piensas en cosas mucho más reducidas".

¿El voluntariado no es también una forma de aplacar la culpa con respecto a tener más ventajas sociales?

La culpa es una cosa tan católica y yo no quisiera entender así la motivación de mucha gente. Yo preferiría la palabra responsabilidad o la palabra amor. Ahora, es fregado, porque gran parte del voluntariado pasa a través de las organizaciones religiosas y en las agrupaciones católicas, particularmente, el tema de la culpa es un motivador muy fuerte, porque te hacen hacer cosas o te piden que dejes de hacer otras haciéndote sentir culpable.

En Valparaíso ocurrió algo diferente de lo que ocurrió con el terremoto de Iquique. Sobraba la ayuda y los voluntarios, mientras en el norte aún faltan ¿Qué pasó?

Iquique está súper lejos. Es más fácil llegar a Valparaíso que llegar allá. Eso es una parte. Lo otro es el tema de la pobreza que se reveló en el incendio, en medio de un clima en que hay un gran debate sobre la desigualdad. Tú escuchas que Chile está en la OCDE, que está a punto de ser un país desarrollado y de repente te olvidas que algunas personas no tienen alcantarillado y que esas son sus condiciones de vida. El incendio lo mostró y eso gatilló una responsabilidad inmediata por ayudar en algo de lo que no nos hemos hecho cargo. En vez de esperar la reforma tributaria o ver los resultados de la reforma en educación, tú quieres hacer una diferencia inmediata y haces lo que puedes. En este caso, podías ayudar a una familia a reconstruir su vivienda.

¿En qué sociedades se da con más facilidad el voluntariado?

Donde más se produce es en sociedades con programas que promueven el voluntariado. Hay una solidaridad espontánea, pero las mejores experiencias de voluntariado en Canadá, en Alemania o en Israel responden a iniciativas institucionales y todas cuentan con apoyo público o con alianzas público-privadas que fomentan el voluntariado. Son, además, iniciativas donde hay evaluaciones claras. En Chile el único criterio de evaluación es que tú te gastes la plata en lo que dijiste que ibas a gastarla, pero no te preocupas si acaso eso tiene las consecuencias positivas que debería. No funciona muy bien.

¿Está diciendo que no estamos aprovechando bien el ímpetu de los chilenos por el voluntariado?

Hay muy pocas organizaciones que están acostumbradas a trabajar con voluntarios. Techo y el Hogar de Cristo saben hacerlo, pero no muchas más. Entre el 2003 y el 2006 cooperé en una institución que ayuda a personas ciegas: conseguimos tres voluntarios, pero la agrupación no sabía cómo usarlos. Finalmente esas personas iban a reuniones y hacían vida social, pero no contribuían activamente todo lo que podrían haberlo hecho. Y así pasa en muchos lados. La Conaf, por ejemplo, podría incorporar este sistema, pero el problema es que tiene capacidad para manejar 300 voluntarios como máximo en el país. Y debido a la falta de recursos, la presión por incorporar voluntarios eficientes hoy es tremenda.