Uno lo puede imaginar en un bosque valdiviano buscando entre lo alto del follaje un rayo de sol tras el rumor de la lluvia. Vicente Serrano (Valladolid 1959) acaba de ganar el premio Anagrama de Ensayo con el libro La herida de Spinoza, una reflexión sobre felicidad y política en la vida posmoderna.

"Es un reconocimiento que viene de personas de un enorme prestigio y una importante trayectoria como ensayistas", dice sobre el grupo que lo premió, compuesto, entre otros, por Jorge Herralde, Vicente Verdú y Fernando Savater.

Serrano llegó al país luego de que un amigo santiaguino le recomendara cruzar el Atlántico. Participó en una convocatoria de la Universidad Austral de Valdivia que le resultó favorable y desde marzo de este año imparte ahí clases de filosofía. Antes de venir a Valdivia, este doctor en Filosofía y Derecho de la Universidad Complutense de Madrid estuvo a cargo del Instituto Cervantes de Munich (Alemania) y escribió, entre otros, los ensayos Nihilismo y modernidad y Soñando monstruos.

"Quería cruzar el océano y enseñar lo que he aprendido", dice el autor, que reconoce influencias del filósofo holandés Baruch Spinoza (1632-1677), pero también de una obra bastante más pop: el filme Adiós a Las Vegas.

"El cine, como otras manifestaciones culturales populares masivas, en la medida en que es una obras de arte, habla de lo mismo que trata Spinoza en su Etica. Es decir, de la sustancia de nuestras vidas: alegría, tristeza, imaginación, esperanza, temor, amor y odio. Y es preciso ponerlas en relación", dice en un intento por acercar la filosofía al público masivo.

El libro, que llega en los próximos días a Chile, nace en parte inspirado por la lectura de En busca de Spinoza, del neurobiólogo Antonio Damasio, y por la necesidad de Serrano de dar cuerpo a sus ideas sobre los límites éticos ausentes en nuestra era. "Cayó en mis manos el libro de Damasio, que empecé a leer con placer, pero al final encontré un desajuste que se expresaba en que Damasio, que admiraba a Spinoza, parecía no entender un aspecto que en mi opinión era lo clave de Spinoza: la idea del límite a nuestra existencia".

"La tranquila certeza de la muerte", llamaba el judío de Amsterdam al tópico que Serrano trata con profusión en su obra. Spinoza, como lo hizo la neurobiología siglos después, planteaba que los órganos vitales lloran lágrimas que nuestros ojos niegan. Más allá de la sabiduría de Spinoza o de Damasio, lo que ambos afirman es algo que sabemos todos, y que saben también los expertos en marketing comercial y político: dominar nuestros sentimientos y nuestras emociones nos hace más libres. Y eso no siempre es deseado por quienes nos gobiernan, que prefieren compradores fieles, espectadores sumisos, electores que sueñen la libertad con tan solo introducir una papeleta en una urna.

El virus

Mucho antes de la autoayuda, Spinoza fue pionero en percibir las conexiones entre pensamientos y emociones. "No basta con que uno lea un libro, si luego la vida nos arrastra en otra dirección. La idea del poder y de que cada vez lograremos más es muy seductora y nos adula, y aunque todos sabemos que es falsa, tendemos a obedecerla. Esa idea de poder es como un virus que tenemos dentro y que funciona sin que seamos conscientes", plantea el autor.

¿Cuál es la importancia del concepto del límite para Spinoza?

La felicidad que Spinoza propone no existiría sin ese reconocimiento del límite. Sin embargo, somos una sociedad esclava del miedo a esa certeza. Aunque la especie humana inevitablemente ha temido a la muerte, la cultura moderna occidental tiende a ignorarla. No en el sentido de que no la tema, sino que en el de no respetarla. Para la voluntad de poder es necesario vivir el sueño de la omnipotencia. Pero convivir con la muerte no significa vivir para la muerte -es decir, para el temor o la tristeza-, sino obtener la única alegría posible para los humanos y no la falsa de quien se cree inmortal.

Poder amar

En una era donde los afectos conviven en Facebook, el amor es tal vez el único obstáculo para la expansión del virus del poder. Según este abogado y filósofo, "el amor es una pasión en desprestigio, de la que se desconfía y que obstaculiza el crecimiento económico. La liquidez de la que habla Zygmund Bauman. Las nuevas relaciones del mercado exigen eso. Amar nos hace perder tiempo y, por tanto, obstaculiza también ganar dinero. Y no obstante las personas se siguen amando, pese a todos los obstáculos".

Eso trató de expresar mediante la alusión a la película Adiós a Las Vegas hacia el fin de su libro: poner el foco en la historia de un fracaso. "No es la apología del fracaso, sino la expresión de que el único modo de amar en el mundo que representa y simboliza Las Vegas (la ultramodernidad) es precisamente abandonando Las Vegas, es decir, abandonando la apariencia del poder. Y eso expresa la muerte del personaje interpretado por Nicolas Cage, que muere en el acto mismo de hacer el amor", dice el autor mientras observa la lluvia de Valdivia recordando al poeta alemán Hölderlin. "El hubiera encontrado aquí el lugar que tal vez soñaba encerrado durante años en su torre de la hermosa ciudad de Tubinga", dice.