Señor director:

Con mi marido fuimos grandes amigos de Franco Carcuro y, tal como muchas personas en este país, estamos desgarrados de dolor por su partida. Hoy, además, sentimos impotencia y rabia, al constatar que su vida privada fue brutalmente violada. La carta de despedida que dejó a su círculo íntimo fue publicada sin miramientos por un diario, incluso antes de que su familia y amigos tuvieran acceso a ese esperado documento. Mi marido, de hecho, se enteró por ese medio que su amigo del alma le había dejado un mensaje.

Franco ya se fue. Eso es irreparable. Sin embargo, hay cosas que aún pueden cambiar. La policía, por ejemplo, podría dejar de encandilarse con la prensa al punto de facilitarle un material que es confidencial. Y, algunos medios de comunicación -que por cierto no es éste, que trató el tema con mucho respeto- podrían, al menos, reflexionar sobre cuánto dolor pueden causar cuando publican notas sin sopesar sus consecuencias.

Daniela Santelices Hafemann