erta Gatica pela papas, zanahorias, cebollas y deja las cáscaras en una bolsa aparte, destinada a la compostera orgánica. También separa las botellas de vidrio, cartones y papeles. "Es increíble la cantidad de cosas que se pueden reciclar. Voy a botar la basura sólo una vez a la semana", asegura, mientras su nieta, de tres años, con un rastrillo en la mano, pide ir a jugar con los "gusanitos" que utilizan Berta y sus vecinos de la villa Cuatro Alamos de Maipú para producir humus. "Hace cinco años, en los callejones entre nuestros edificios había puros peladeros. Ahora, esos espacios los plantamos entre todos y tenemos matico, lavanda, menta y albahaca. Somos el primer ecobarrio de Chile", dice con orgullo.
En la villa Cuatro Alamos viven 3.500 personas repartidas en 28 blocks de departamentos tipo dúplex, construidos en 1971. La idea de crear un barrio sustentable nació en 2004, luego que la municipalidad destruyera el parque de 3 mil m2 de la villa para construir un colegio. Lo que más los apenó fue la pérdida de 120 árboles que tenían más de 30 años. El único que se salvó fue un ceibo, al cual los vecinos se amarraron para protegerlo. "La plaza era el jardín de nosotros y no estábamos dispuestos a quedarnos con los brazos cruzados. Incluso, llegamos a la Corte Suprema para que nos dieran algún tipo de compensación por el daño ecológico", relata el presidente de la junta de vecinos, Ricardo Acuña. Finalmente, la municipalidad les entregó 4.900 metros cuadrados de áreas verdes. Fue entonces cuando los contactó la paisajista María Inés Díaz, quien, inspirada en ejemplos europeos, tenía la idea de transformar la villa en un "ecobarrio" como proyecto de tesis.
Postulando a programas municipales y juntando dinero con rifas y bingos, los vecinos comenzaron a plantar árboles frutales, huertos familiares con hortalizas y un invernadero, según un plan paisajístico diseñado por María Inés Díaz. "La idea es que la villa sea sustentable y que la gente coseche lo que ella misma cultivó. Con los desechos orgánicos de las casas producimos el compost, para abonar los huertos", dice Ricardo Acuña.
Las nuevas plazas creadas en el ecobarrio de Maipú cuentan con luminarias fotovoltaicas, financiadas por la Conama. Hay tambores instalados por fundaciones para reciclar botellas de vidrio y plástico, además de un jardín de frutales: naranjas, limones, cerezas y duraznos. También, donde antes había un basural, a un costado de la capilla, hoy crece un arboretum, con árboles autóctonos y letreros educativos.
Hace dos meses, Dina Cañez, su hija y su nieta vivían en un campamento en avenida Lo Espejo con General Velásquez, dentro de una caseta de 28 metros cuadrados, sin servicios básicos. "Ahora tenemos 69 metros cuadrados. Por primera vez tenemos agua caliente y luz. Nos cambió la vida un 100%", dice.
Ellas son una de las 125 familias que recibieron viviendas sociales sustentables como parte de un plan piloto del Ministerio de Vivienda y el Ministerio de Energía, a sólo unas cuadras de su antiguo campamento. Las casas vienen con termopaneles de hormigón celular que aíslan del calor y el frío, y lo más novedoso: un colector solar de 150 litros en los techos para el agua caliente, los cuales están conectados con un calefón a gas que se prende automáticamente si el agua baja de los 40°C.
Según la ministra de Vivienda, Magdalena Matte, "estas casas sustentables les ahorran a las familias alrededor de 10 mil pesos mensuales en gas. Les haremos un seguimiento de seis meses para considerar implementarlas en futuros proyectos habitacionales entre la Primera y Novena Región. Es una forma eficiente de proveer de agua caliente a un 40% de los chilenos que hoy todavía tienen que bañarse con agua de la tetera", dice.
Para profundizar el carácter ecológico de este nuevo conjunto, llamado Condominio Los Parques, la Fundación Casa de la Paz ha realizado talleres de reciclaje, cuidado de almácigos y compost. Francisca Bustos, jefa del proyecto de la Fundación, está sorprendida con la participación de los vecinos en los talleres, a los cuales han llegado más de 100 personas. "En el de compostaje asistieron 50 personas y se rifaron 20 composteras, que son unos grandes contenedores de plástico. Pero lo bueno de este barrio es que los vecinos se conocen, porque todos vienen del campamento, entonces algunos las comparten", afirma. La idea es que el compost después sea utilizado en sus huertos y en las áreas verdes de las calles.
Además de los árboles que plantó la constructora cuando entregó las viviendas, Casa de la Paz complementó la vegetación con arbustos que los mismos vecinos instalaron.
El conjunto tiene seis puntos limpios, cada uno con tres personas encargadas de vender los productos que reciclen, para después invertir ese dinero en mantener sus árboles. Unos pendones explican cómo hay que aplastar las latas de aluminio, limpiar los plásticos y separar los papeles.
"La parte del reciclaje es más complicada, porque significa un cambio cultural entre los vecinos y eso toma tiempo", dice Francisca Bustos.
Los barrios que cuidan el medio ambiente también ha surgido en megaproyectos privados con casas sobre los 3.800 U.F, como la Ecourbe Santa Elena, de la inmobiliaria Agsa, en Chicureo.
Actualmente viven ahí unas 150 familias repartidas en tres condominios, pero a 10 años se proyectan miles de casas más en sus 1.945 hectáreas. Mientras, las áreas del terreno que no se han urbanizado permanecen con sus viñedos, cerros y bosques intactos. La caza está prohibida y las motos en los cerros también. Cada casa tiene acceso a grandes parques con árboles nativos y flores y una vista despejada al paisaje.
Además, la inmobiliaria reservó 263 hectáreas como área de preservación ecológica, administradas por la Fundación Protege. Esa zona, donde hay bosques y farellones de piedra, la aprovechan los residentes para hacer caminatas. "Favorecemos una opción de vida en contacto con la naturaleza y que facilite el cuidado del medioambiente. Por eso, instalamos este año el primer punto limpio de Colina, abierto a la comunidad, con 12 tipos de materiales reciclables. También ofrecemos paneles solares y hasta ahora, unas 50 familias los han instalado", dice Pedro Valdés, gerente comercial de Santa Elena.
Los huertos en el jardín son una iniciativa común entre los residentes. Maricela Aros vive hace tres años en la Ecourbe y cuenta que a veces intercambian con sus vecinas las acelgas o zapallos que cosechan. Raúl Palma llegó hace dos años con su mujer y sus dos hijas al mismo conjunto y dice que el cambio fue radical, especialmente para las niñas, que antes vivían en departamento y ahora se van al colegio en bicicleta o a pasear por los cerros con sus amigos del condominio. En el techo tiene un panel solar para calentar agua y en su jardín crearon una huerta con apio, acelgas, salvia, sandías, melones y zanahorias. Sus hijas se encargan de desmalezar. "Cuando llegó el punto limpio, con mi familia aprendimos a lavar y reciclar cajas de helados, bolsas de ketchup y envases plásticos de servilletas. Es harta pega, pero al final se transforma en un hábito", concluye Palma.