Fue una semana terrible para Tanzania: las tensiones religiosas estallaron y un horroroso ataque con ácido a un par de jóvenes inglesas acaparó titulares internacionales. Los funcionarios de turismo del país pueden querer que la gente se focalice en las playas de arenas blancas de Zanzíbar, pero una creciente radicalización religiosa, liderada en parte por el tristemente célebre clérigo islámico Ponda Issa Ponda, está comenzando a dañar la imagen de Zanzíbar en el exterior.
El 7 de agosto, dos hombres en motocicletas arrojaron ácido a dos voluntarias de 18 años, Kirstie Trup y Katie Gee, quienes sufrieron quemaduras en el torso, manos y rostro.
Nada parece indicar que Ponda, un pastor de línea dura que ha sido portavoz de las críticas al gobierno esencialmente pro occidental por más de una década, estuviera involucrado en el ataque. Pero las autoridades aseguran que trabajó amenazando desde las sombras y, luego del ataque, la policía lo arrestó bajo el cargo de "incitar disturbios". Hospitalizado luego de un violento enfrentamiento con la policía 120 millas al oeste de Dar Es Salaam (capital de Tanzania), Ponda negó haber instigado el ataque con ácido. "En nuestra religión musulmana no es aceptable atacar a alguien con quien no has discutido", dijo al periódico británico The Telegraph.
Pero un asesor empresarial británico que vive en la isla dice que Ponda es "una gran figura, considerado ampliamente como promotor del odio religioso". Temiendo represalias, el hombre de negocios pidió permanecer en el anonimato.
Angel Rabasa, autor de Islamismo radical en el este de Africa, dice que el incidente tiene todas las características de un ataque de motivación política. "Este tipo de ataque es consistente con el modus operandi del fundamentalismo islámico en todo el mundo", señala. "Arrojar ácido es muy común", agrega.
Ponda tiene vínculos con uno de los grupos islámicos más fanáticos de la isla. El grupo, conocido como Uamsho, o el Despertar, quiere que Zanzíbar deje Tanzania y forme un Estado sharia independiente.
En parte, debido a grupos como Uamsho, las posturas islámicas conservadoras han crecido en la isla en los últimos años. "Zanzíbar ciertamente ha cambiado", dice Michael Jennings, presidente del Centro de Estudios de Africa en Soas, Universidad de Londres. "Solía haber unos pocos bares de travestis. Ya no hay".
De acuerdo con The New York Times, el ataque con ácido fue sólo el último episodio de violencia en la isla. Este año un sacerdote católico fue asesinado y una iglesia fue quemada. Y el año pasado, otro sacerdote recibió una herida de bala y varias iglesias fueron quemadas.
Salpicado de palmeras y rodeado de aguas color turquesa, el archipiélago es el incongruente y desgarrador telón de fondo para tal horror.
Lisa Grainger, de 49 años, quien acaba de regresar de un viaje a la isla, sintió la disonancia entre la idea y la realidad. "Ellos quieren hacerte creer que es idílico", dice. "Pero se siente el choque de dos culturas. Tienes a las mujeres en burkas y luego un crucero con 200 turistas estadounidenses desembarcando. Por supuesto, llevan petos pequeños. Puede ser intimidante".