Palmeras, desierto, camellos. Una imponente mezquita y sus minaretes. El Zoom de Ismahane Elouafi (Yusufía, Marruecos, 1971) muestra a su espalda distintos cuadros con escenas típicas de Dubái, en Emiratos Árabes Unidos, donde está ahora en una conferencia.

Dentro de la vida profesional de esta destacada científica y genetista marroquí, la agricultura en lugares inhóspitos, la innovación, y la promoción de la ciencia entre las mujeres islámicas, han sido pasiones determinantes. Creó la Fundación Awla, por ejemplo, para incentivar a las jóvenes a ingresar al trabajo científico. Y buscando nuevas maneras de producir y alimentar al mundo -nutrir, más bien-, hizo experimentos con cultivos que se pueden regar con agua salada, desde el Centro Internacional para la Agricultura Biosalina (ICBA), que dirigió en Dubái. Es una de sus mayores preocupaciones: cómo nutrir saludablemente a la población, cada vez con menos agua fresca disponible, y sin expandir los terrenos cultivables y afectar a los ecosistemas. Su currículum impresiona: ha sido distinguida como una de las 20 mujeres más influyentes en ciencia en el mundo árabe; el rey de Marruecos, Mohammed VI, le concedió en 2014 la Medalla Nacional al Mérito; figuró en el ranking de las 100 mujeres árabes más poderosas, y en 2016 la organización arábica de Londres, que premia los grandes logros en ciencia, la eligió como “La mujer árabe del año”.

Cuando era niña, Ismahane Elouafi quería ser piloto de combate, pero eso no estaba permitido en Marruecos para las mujeres. Dice que aunque las cosas han mejorado, aún quedan varias decenas de años para ver la paridad y la igualdad en todo el mundo. “Estamos lejos de ser tratadas igualmente que los hombres, y tomará mucho tiempo, varios años poder tener igualdad de oportunidades y de tratamiento”, sostiene.

Como la primera jefa científica de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), está empeñada en mejorar y transformar la agricultura a través de una tecnología accesible en términos económicos, escalable, y que se haga cargo del cambio climático y sus puntos de no retorno en términos de temperatura. La propia FAO calcula que cerca de 690 millones de personas pasan hambre, lo que representa al 8,9% de la población mundial.

Ismahane Elouafi es una de las invitadas estelares de Puerto de Ideas Ciencia, y hablará, justamente, sobre “La alimentación del futuro”, el 18 de abril a las 11:30 en www.puertodeideas.cl. Relajada y cálida, conversa vía Zoom con La Tercera sobre la ciencia y las mujeres en el mundo árabe, y acerca de cuáles serán las claves de la agricultura que vendrá.

¿Cómo es la situación en la ciencia y en el mundo musulmán?

La ciencia es como cualquier otra área: tenemos un buen número de mujeres, pero sobre todo en la parte más baja de la pirámide. Tenemos mujeres en las universidades, a muchas les gusta la ciencia y la biología, más del 50%. Pero si vas a los lugares de trabajo, en el mercado laboral, encuentras menos. Y si vas al senior management, peor. Hicimos un estudio cuando yo estaba en Dubái, y pasaba que mientras había aproximadamente un 52% de mujeres en la universidad, eso disminuía al 2% en los cargos de gestión ejecutiva. Es una pérdida enorme. Y el motivo es que hay razones sociales, biológicas, y el hecho de que la mayoría del ambiente no es alentador para que las mujeres tengan una carrera y sean socialmente aceptadas… esa combinación no ayuda.

¿Hay cambios en el mundo árabe respecto del rol y los derechos de la mujer?

La situación cambia mucho de país en país. Pero te quiero hablar del caso que es estereotipado como el peor, que es el de las mujeres en Arabia Saudita. La gente dice que son oprimidas, sin derechos. ¡Y no es cierto para nada!

Pero cómo, si no podían ni manejar...

Hay unas pocas restricciones como esas, como los derechos a manejar o viajar (restricciones), que no tienen ningún sentido. Pero en su vida social ellas están muy empoderadas. En términos de educación, por ejemplo, son las que tienen el porcentaje más bajo de analfabetismo. Creo que es bajo del 2%, para hombres y mujeres. En Marruecos es un 40%. Y cuando ves la cantidad de mujeres en universidades, hay muchas sauditas, en números más altos que otros países. Entonces, en el islam, la gente mezcla el velo con los derechos. Las mujeres se ponen el velo por razones religiosas. Pero eso no les quita sus derechos. En la mayoría de los casos, es una opción. En Marruecos, absolutamente. Quizás en ciertos pueblos o algunos grupos conservadores, puede ser empujada a hacerlo pero, sin embargo, sus derechos permanecen intactos. El derecho a tomar decisiones en su vida, a hacer su carrera. Entonces, deberíamos separar entre los atuendos y los derechos en nuestro día a día. Es un estereotipo que debe cambiar.

Pero ser obligada a usar un velo es una pérdida de libertad, una manera obligatoria de presentarse en el mundo público…

Yo tengo dos hermanas que usan velo, pero es su opción por razones religiosas. No están obligadas ni cambió su vida. Viajan por todo el mundo, tienen sus carreras, una en los medios de comunicación y otra en una firma de abogados; no cambió su vida. Yo no uso velo, porque no es la manera como veo el islam. Y ellas se lo pusieron cuando entraron al mundo del trabajo, por decisión propia. Algunos en el islam lo ven necesario, otros no. Son escuelas dentro de la misma religión o, como yo digo, interpretaciones. Es la belleza de las religiones: tomas tanto como quieras de ellas, y mientras estés satisfecho y no le hagas daño a nadie, tienes toda la libertad de hacerlo.

Pero las versiones radicales y extremas del islam, en grupos como Al Qaeda o el Estado Islámico, sí han abusado y oprimido gravemente a las mujeres.

Esas versiones extremas no representan ni al 1% de la población islámica, y esas personas son un porcentaje mínimo, pero muy mediatizados. Hay mucha cobertura sobre ellos, no sé por qué, porque la gran mayoría de las personas islámicas son pacíficas y respetan mucho a las mujeres. Y los moderados, como yo, no hablamos mucho de religión, porque lo consideramos algo personal, privado. Pero pienso que deberíamos hablar de eso, porque de lo contrario, los únicos ejemplos que aparecen en los medios son los extremistas.

Nutrir y no solo llenar

Usted es jefa científica en la FAO. ¿Qué innovaciones en materia de alimentación veremos en los próximos años?

Hay muchos cambios que están ocurriendo hoy, gracias a la innovación y a nuestro mejor entendimiento sobre la nutrición. La mayor parte del pasado tuvimos hambre, pobreza y gente sin alimentos. Pero enfrentamos eso hablando de carbohidratos, dándole a la gente cultivos básicos, para estar seguros de que su estómago estaba lleno. Pero ahora, luego de la revolución verde que ocurrió en los 60, en que se aumentó la productividad, si vemos eso 60 o 80 años después, tenemos aún hasta cierto punto los mismos problemas, tenemos pobreza, pero tenemos también la malnutrición. Y entonces hoy nuestro pensamiento es distinto. No solo pensamos en dar alimentos para evitar la hambruna, sino en dar nutrición, y la nutrición correcta. Y nos estamos enfocando en ciertos micronutrientes, vitaminas y proteínas, porque sabemos que es muy importante para el desarrollo de los niños, especialmente en los primeros mil o dos mil días.

¿Y qué otra área les ha cambiado su paradigma?

La data, por cierto. Ahora tenemos big data y la inteligencia artificial. Antes teníamos pruebas, pero ahora tenemos más data, entonces tenemos más posibilidad de ver la película grande, hacer mejores análisis y entender lo que pasa. Las otras grandes innovaciones son en las ciencias biológicas y en biología molecular. Podemos entender mejor qué pasa en las proteínas o enzimas. Eso nos ayuda a entender qué es la comida, el alimento y qué significa, y qué me hace saludable y qué no, cuál es el impacto de no tener ciertos nutrientes.

¿Cómo cambiará esto la agricultura?

Porque con esa información, el consumidor está cambiando. Serán ellos los que estarán dictando lo que se pedirá al mercado, y se tendrá que producir de un modo más nutritivo y mejor.

Otro tema clave es el cambio climático y su impacto en los terrenos cultivables… ¿Cómo calcula ese impacto?

Es una tendencia muy importante, la tercera. Hace algunos años debatían si era cierto o no, pero ahora realmente lo que debatimos es el nivel de calor del que estamos hablando ¿Serán 1.5 grados, 2.4 o 6 grados más en la Tierra? Y porque entendemos hoy mejor el cambio climático, sabemos que llegó para quedarse. No podemos de pronto parar todo y reducir nuestros gases de efecto invernadero, entonces estamos adaptándonos al cambio climático. Y esto nos obligará a desarrollar mejores sistemas de alimentos, que no empeoren el problema, además sean más adaptables.

El objetivo de llegar a 1,5 grados más como máximo, del Acuerdo de París, es un horizonte que ya no es posible. ¿Cómo la agricultura puede adaptarse, pero sin invadir más ecosistemas y alterar la naturaleza aún no tocada?

Primero que todo, la manera como producimos hoy no es la mejor. No es eficiente ni efectiva. Creo que debemos usar la innovación para lograr esos dos objetivos. Por ejemplo, estoy escribiendo con algunos colegas un paper acerca de la necesidad de cambiar el sistema de cultivos que tenemos de la siguiente forma: tomamos un reporte de EAT- Lancet, que salió en 2019, el que ayuda a entender mejor qué provoca la malnutrición, y qué necesitamos para evitarla. Estamos tomando esos datos y diciendo: si necesitamos todos estos nutrientes para toda esta población, qué necesitamos producir. Y lo que planteamos es que necesitamos cambiar unos 50 millones de hectáreas de cultivos básicos, como arroz o maíz, por ejemplo, hacia cultivos nutritivos, que son mayoritariamente frutas y vegetales. Entonces, cuando pensamos en agricultura no estamos hablando de expandirnos hacia nuevas tierras, sino usar de otras maneras las tierras que ya tenemos. Porque cuando nos expandimos en nuevas tierras, estamos deforestando y dañando el ecosistema, y no estamos usando la tierra que tenemos de la mejor manera. Necesitamos ver qué estamos produciendo, producir los cultivos correctos, y de la manera correcta. La irrigación, por ejemplo, es muy importante. Antes del cambio climático, los modelos eran muy claros, se sabía cuándo había lluvias, pero ahora, esto ha cambiado. O tenemos irrigación suplementaria o algún tipo de irrigación, una agricultura más inteligente.

Impuesto a comida rápida

¿Cómo se explica que vivamos en un mundo con hambruna y con obesidad al mismo tiempo, y con toneladas de comida que se bota a la basura cada día?

Es un mundo injusto, es lo menos que puedo decir. Las personas que necesitan la tecnología, no acceden a ella, es muy cara. Es un círculo vicioso, caen en pobreza y nunca pueden salir de ella. Piensa en los “ambientes marginales”, que son aquellos donde no se puede cultivar nada, o es muy difícil hacerlo. Son los pobres de los pobres, donde sea que vayas en el mundo. Debemos encontrarles soluciones, y unas que puedan pagar, por eso hay que reducir dramáticamente el costo de la tecnología y la innovación. Y eso es válido para la tecnología que existe hace 100 años y para la de la última década.

¿Qué rol les cabe a los organismos internacionales en este sentido?

Creo que el desarrollo internacional debiera ser distinto. Debe enfocarse no en proveer comida a las personas, sino soluciones, unas que puedan escalar y que los lleven a salir de la pobreza.

Usted trabajó en Emiratos Árabes Unidos en cultivos que pueden ser regados con agua del mar… ¿Es tecnología escalable?

Sí. Uno de los cultivos que hicimos es escalable y necesitamos investigar más, pues en la naturaleza tenemos miles y miles y miles de especies, y en el mar ves muchas plantas que viven allí. Hay que buscar nuevas especies, nuevos cultivos, nuevos sistemas agrícolas, y ver nuestro mar, que es el 97% de lo que tenemos en el planeta Tierra. El agua fresca es un tema muy importante en Emiratos, en Medio Oriente, también en algunas partes de África y de Pakistán, así como en distintas partes desérticas. Hay muchos lugares donde el factor limitante para una mejor agricultura y su productividad es el agua. Y por eso es que mirar dentro de la biodiversidad para encontrar especies que necesiten menos agua, o puedan usar agua de baja calidad como la salada, es una manera de desarrollar nuevos sistemas agrícolas.

¿Debería haber un cierto código ético para los consumidores del futuro al elegir sus alimentos?

Primero diría que hay que pensar en las personas que están produciendo y viviendo de la agricultura o la granja. La mayoría de la comida todavía viene de agricultores muy pobres y mayores. Ir a pagarles directo a ellos sería lo óptimo, o al segundo o tercer intermediario. El retorno en inversión en la agricultura muestra que el menor retorno es para los granjeros, luego queda una parte para quienes los procesan y transportan, y el mayor retorno es para los supermercados. Pero si podemos comprar directamente a los productores, si hiciéramos más eso, sería muy beneficioso. Por cierto, también es importante tener conciencia de la huella de carbono, eligiendo productos que vienen de 10 km a la redonda en vez de miles y miles de kilómetros. Respetar las estaciones, también. Y fijarse, por cierto, en el factor nutritivo de los alimentos.

¿Cree que la comida rápida -o la que contribuye a la obesidad- debiera pagar impuestos más altos?

Absolutamente. Debiera pagar muchos impuestos. Esto es igual a lo que pasó con los cigarros. Hace 100 años estos no pagaban impuestos e incluso tenían incentivos. Nos tomó tiempo entender el impacto del tabaco, y luego todos los gobiernos le quitaron su apoyo y subsidios. Pero, en cambio, la mayoría de los gobiernos subsidian al azúcar, así como grasas y aceites, cosas que no deberían ser subsidiadas. Si queremos movernos hacia una alimentación más nutritiva, deberíamos subsidiar, en cambio, lo nutritivo.