Porcelana y de la buena. La tradición cuenta que en 1768, en Saint-Yrieix-la-Perche, cerca de Limoges, una mujer encontró una arcilla blanca, suave y untuosa, que en un principio la utilizó para quitar las manchas de grasa y blanquear la ropa. Luego se identificó que este material tenía caolín, uno de los cuatro elementos necesarios para la fabricación de porcelana junto con feldespato, cuarzo y agua. Años de investigación que llevaron a identificar la misma gracia, elegancia y dureza de la porcelana china en este barro divino. Nacía la porcelana de Limoges.

En el mismo lugar, casi un siglo más tarde (1863), la fabricación de la porcelana de Limoges comenzaba a industrializarse con la adopción del carbón como combustible y el desarrollo del ferrocarril. En ese escenario surge el taller y posteriormente la fábrica Bernardaud. Este año la marca francesa celebra 150 años de historia, y el mejor modo ha sido reeditar su clásicos y llamar a diversos creadores a colaborar con ellos; el listado es largo y en él destacan Jean-Michel Alberola, Marco Brambilla, Sophie Calle, David Lynch y Jeff Koons, entre muchos otros.

La serie que nos compete es la de Koons, por un lado por su singularidad y, por otro, por su éxito. Y cómo no, más de alguien pensará “esta es mi oportunidad de tener la firma del artista -que en su momento fue el artista vivo más caro- en mi casa”. Banality toma el nombre exacto de Banality, la serie y muestra de fines de los 80 en que el artista radicalizó totalmente su gusto por lo kitsch en porcelana, cristal, madera policromada y otros materiales a través de los cuales representó personajes, objetos y motivos tan dispares y populares como el mismo rey del pop junto a su mono mascota.d