Miles de manifestantes, miembros de comunidades indígenas, rompieron el cerco policial que protegía el edificio de la Asamblea Nacional ecuatoriana, sin funcionarios en su interior, y se tomaron brevemente la sede del Congreso.

Si bien, algunos lograron ingresar al salón pleno, fueron desalojados por las fuerzas de seguridad, quienes arrojaron gases lacrimógenos a los participantes de la movilización.

Ecuador se mantiene en estado de excepción y el presidente Lenín Moreno trasladó la sede el Ejecutivo hacia Guayaquil, desde donde reiteró sus intenciones de mantener reuniones con los líderes de los pueblos originarios para terminar con el protestas que comenzaron con el descontento de los gremios del transporte.

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