Las PASO (Primarias Abiertas, Obligatorias y Simultáneas) que se llevaron a cabo el domingo en Argentina no buscaban definir a los candidatos que cada partido y coalición presentarán en los comicios legislativos de octubre próximo -porque los distintos grupos ya los habían elegido, pero debido al carácter obligatorio de las primarias, éstas debían llevarse igualmente a cabo- sino mostrar el verdadero peso que tienen cada uno de los movimientos que conforman el espectro político argentino, una suerte de ensayo general de los comicios de octubre. Y el panorama del que dieron cuenta las primarias mostró un país muy distinto del que habían sugerido erróneamente los sondeos en las semanas previas y parecen adelantar un cambio más profundo en la sociedad argentina, que el columnista transandino Joaquín Morales Solá denominó como "la caída del viejo orden peronista".

El movimiento Cambiemos del Presidente Mauricio Macri se coronó como la primera fuerza del país y el gran ganador. No solo porque aumentó su votación en poco más de 5 puntos con respecto a las primarias de 2015, pasando de 30,12% a 35,9%, sino porque hasta ahora lidera la votación en cuatro de las cinco principales provincias del país a la espera de que se entreguen los resultados definitivos de Buenos Aires -el primer reducto electoral de Argentina- donde por ahora el candidato oficialista mantiene una ventaja de menos de 0,1% sobre la ex presidenta y candidata de Unidad Ciudadana Cristina Fernández. Pero incluso en el caso de perder, el estrecho margen del triunfo de la ex mandataria representaría igualmente un buen resultado para el gobierno, porque los sondeos adelantaban una victoria por más de 6 puntos y esa provincia era vista como uno de los bastiones más duros de la ex presidenta, quien fue senadora por Buenos Aires.

Las cifras demuestran que pese a que la recuperación económica prometida por el mandatario ha sido más lenta de lo previsto, un porcentaje importante de los argentinos confía que el camino seguido hasta ahora es el correcto y rechaza la posibilidad de regresar a las lógicas del pasado. E incluso, tras más de un año y medio de gobierno y pese a las insistencias de la oposición sobre el supuesto desgaste del gobierno, el apoyo a Cambiemos ha venido aumentando. A ello se suma un peronismo que volvió a dejar en evidencia su profunda fragmentación. La ex presidente Cristina Fernández apostaba a que estas elecciones reforzaran su liderazgo y la convirtieran en la líder indiscutida de la oposición, pero lo cierto es que las cifras mostraron un panorama muy distinto. Los resultados no ponen en riesgo que la ex mandataria sea elegida como senadora en octubre, pero si muestran un desgaste de su figura y un cansancio de los argentinos con su sector político.

Las cifras del domingo, más que el fin del proyecto kirchnerista y el desgaste del caudillismo que marcó por años la historia transandina -como muestra la derrota de los Rodríguez Saa a manos de Cambiemos en San Luis-, dejan en evidencia una transformación más profunda del escenario político transandino y un debilitamiento de los sectores que lideraron aventuras populistas en el pasado que terminaron sumiendo a Argentina en una crisis política, económica e institucional.