Mucho se habla de los secretos que tiene el nadador estadounidense Michael Phelps para haber batido todas las marcas en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008 al colgarse ocho oros. La lista incluye sus condiciones físicas y su gran técnica, aunque lo que poco se menciona es el nombre de su entrenador, quien comenzó a prepararlo en la piscina cuando recién tenía 11 años.

El nombre del "artífice" del rendimiento superlativo del "Tiburón de Baltimore" es Bob Bowman, quien asegura desde un comienzo quedó sorprendido por las grandes condiciones y talento que tenía al frente cuando comenzó a entrenar a Phelps.

"Era tan rápido que debía correr con nadadores de mayor edad. Como era su nuevo entrenador, quería impresionarlo y hacerlo pensar que era exigente, le di un programa de entrenamiento extremadamente difícil", aseguró Bowman, relatando la primera vez que se topó con el hombre récord de la historia de los Juegos.

"Al final de la primera práctica, en la parte más complicada de la sesión de entrenamiento, vi un pequeño gorro que se movía arriba, y nadaba una y otra vez hacia adelante de la línea. Fue asombroso, nunca vi algo parecido, cuando regresé a casa esa noche no pude dormir, estaba muy emocionado, pero por supuesto que no le hable sobre esto", contó el entrenador.

Bowman relató que empezó por aumentar las cargas de trabajo en los entrenamientos, aunque su pupilo cumplía sin esfuerzo cada tarea que le asignaba, por lo que tuvo que crear nuevas técnicas para mejorar el nivel de su dirigido.

"YO NO ME CANSO"

En una ocasión durante vacaciones escolares, Bowman extendió sus sesiones de entrenamiento y la hizo lo más exigente posible. Apenas terminó, Phelps salió de la piscina y comenzó a coquetear con unas chicas del club. "Cuando le llamé la atención para hacer que se concentre, le dije: deberías estar cansado, es la práctica más difícil de todas las que has hecho", explció.

"Nunca lo olvidaré, me miró fijamente y dijo 'yo no me canso'. Desde ese momento la transformé en mi meta, ver si conseguía que se canse", añadió.

Bowman comenzó a plantear retos inauditos a su pupilo y prepararlo así para el futuro, trabajo que claramente dio sus frutos en Beijing, donde debió nadar 17 carreras en nueve días para ganar sus ocho medallas de oro, aunque ello es nada comparado con las 21 carreras que su técnico le hizo correr en tres días, cuando tenía 13 años.

CONTRA LOS IMPREVISTOS

Ese mismo año, cuando Phelps estaba compitiendo en su primer torneo nacional juvenil en Estados Unidos, Bowman se percató de que había dejado sus gafas protectoras justo antes de caminar hacia las plataformas en los que debía competir. "Lo vi sentado en el área de nuestro equipo, pude llevárselos, pero decidí guardarlos y ver qué hacía", contó el entrenador.

Pese a no contar con los protectores, el "Tiburón de Baltimore" nadó y ganó la carrera sin las gafas, tal como hizo en China en los (200 metros) mariposa cuando se le llenaron de agua e igualmente registró una nueva marca mundial.

"Siempre busqué la manera de hacerle enfrentar y superar la adversidad en torneos o en prácticas", señaló Bowman.

"Mientras más alto es el nivel de presión, mejor es la actuación de Michael. Cuando las expectativas son mayores, más se relaja. Por eso es el más grande", concluyó.