“Caminar es un activador del tejido social, cultural y barrial de una ciudad. Nos hace más propensos al encuentro con el otro, a esas interacciones ordinarias que constituyen la condición urbana”, dice el sociólogo Martín Tironi. Sin embargo, hace ya bastante que Santiago se construye y piensa con el auto como actor principal y una oficina, restaurante o cine sin espacio para que sus clientes se estacionen puede estar condenada al fracaso. Durante la última década además otro actor ha entrado con fuerza a las calles –y veredas- de la ciudad: la bicicleta. O mejor dicho los ciclistas, que según diversos estudios crecen a un ritmo superior al diez por ciento al año y que a su vez han impulsado la construcción de ciclovías que ya bordean los doscientos kilómetros.

Mientras tanto, a los peatones nadie les hace mucho caso. Y no es que hayan dejado de ser importantes: según la Encuesta Origen Destino de 2012, algo más de un tercio de los desplazamientos diarios en Santiago se hacen caminando. Más de los que se realizan en auto (26 por ciento) y muy por encima de los que se hacen en bicicleta (4 por ciento). Pese a eso, andar a pie entre autopistas urbanas, ciclovías mal señalizadas (o mal utilizadas) y ciclistas en las veredas no es tan fácil.

“Caminar sufre un abandono indiscutible en nuestra planificación urbana, en la manera de pensar y diseñar las infraestructuras. El peatón ha sido marginado de la reflexión y planificación de los espacios urbanos”, dice Tironi, quien es investigador de la Escuela de Diseño de la Universidad Católica, y agrega que el indicador que lo demuestra es que Chile tiene la mayor tasa de peatones fallecidos de los países OCDE.

Distinto piensa Rodrigo Díaz, arquitecto de la UC y máster en planificación urbana del MIT, quien asegura que Santiago no es una ciudad hostil para andar a pie: “A nivel latinoamericano presenta uno de los mejores estándares de calidad en ese sentido. Esto se debe en gran parte a que el espacio de caminata está incluido en la Ordenanza General de Urbanismo y Construcciones, la que se respeta, y que el impacto del crecimiento irregular es menor que en el resto de la región”. Pero, como casi todo, la calidad peatonal se distribuye desigualmente, explica él: “Comunas como Santiago, Providencia, Las Condes o Vitacura tienen veredas de altísimo estándar, bien diseñadas, con un mobiliario funcional y que son mantenidas. Lo más importante, cuentan con árboles de buen tamaño que dan sombra y nos aíslan del tráfico de la calle. Distinto es en los sectores populares, donde el espacio peatonal, si bien cumple con lo establecido en la norma, lo hace con una calidad mucho más baja, y hay escasos recursos para hacerle un mantenimiento adecuado”.

Se hace camino al andar

Pablo Matamoros es licenciado en filosofía y socio de una agencia de comunicación digital que está en el barrio El Golf, desde donde  trata de regresar caminando a su casa en Providencia. “El año pasado me regalaron una pulsera que me ayuda a contar los pasos que doy y hasta me felicita cuando cumplo mi meta de diez mil diarios (casi ocho kilómetros)”, cuenta. Según él, entre los principales obstáculos que se encuentra en el recorrido, está que “cuando se hacen arreglos viales muchas veces los peatones terminamos pasando por donde podemos nomás. Otra cosa es la mala calidad de las veredas, por ejemplo, en algunos sectores de Providencia”. Pero el peor problema, dice él, son los ciclistas “que andan con una suerte de patente de corsario, creyendo que pueden pasar por sobre todos sin mirar”.

Rodrigo Tapia, dirigente vecinal de la Población Santa Adriana, en Lo Espejo, explica que caminar en su sector no es fácil porque “muchas veces hay problemas de seguridad y falta de equipamiento. Estamos lejos de bancos, plazas de pago y supermercados; lo que produce que aunque la gente quiera privilegiar andar a pie igual haya que desplazarse a otra comuna. Al final las caminatas son siempre breves y terminan en un paradero del Transantiago”.

El artista Patricio Voguel se mueve sobre todo por Providencia y Ñuñoa, y dice que es importante  “considerar la iluminación, ya que uno no siempre se desplaza de día”. Patricio Fernández, director de The Clinic, y otro reconocido caminante urbano, prefiere ver en cambio el vaso medio lleno. “El único obstáculo es la fealdad. Si uno va por un lugar hostil, todo se hace peor. Te da más calor y encuentras que todo queda lejos. Por lo mismo, más que pedirle al entorno que mejore para caminar, me parece que hay que lanzarse a andar y así -tal vez- todo mejore en la ciudad”, propone.

Fernández explica que empezó a andar largas distancias para contrarrestar su vida sedentaria. “No tengo la personalidad de ponerme un buzo e ir al gimnasio, por lo que decidí moverme caminando”.

No está equivocado el panelista de radio Zero, porque pese a que a veces es mirado en menos como deporte, moverse a pie tiene efectos muy saludables. De acuerdo a Jaime Catalán, traumatólogo de la Clínica del Deporte, “caminar unos diez mil pasos diariamente hace la diferencia entre llevar una vida sedentaria o salir de ésta”. La gracia frente a otro tipo de actividades físicas, que obligan a tener un compañero, un profesor, equipo, o a pagar por un espacio, para caminar sólo se necesitan zapatos cómodos y tiempo. “Tiene muy pocas contraindicaciones porque es una actividad de bajísimo impacto”, dice el doctor.

Verso a verso 

Caminar, lo saben los que cultivan esta práctica, también ayuda a ejercitar la mente. “Aumenta la creatividad en el mismo momento y poco después. Abre el flujo libre de las ideas”, dice un estudio de investigadores de la Universidad de Stanford publicado en 2014 en Journal of Experimental Psychology.

Mucho antes de que se realizara esa investigación los testimonios de numerosos artistas, intelectuales o innovadores lo demostraban (ver recuadro). “Nunca pensé tanto ni viví tan intensamente, nunca tuve tantas experiencias ni estuve tanto conmigo mismo (…) como durante los viajes que hice solo y a pie. Hay algo en eso de caminar que estimula y aviva mis pensamientos”, escribió el filósofo Jean-Jacques Rousseau, autor de El contrato social, pero también de Ensoñaciones del paseante solitario. El pensador estadounidense Henry David Thoreau, el padre de la idea de la desobediencia civil y también naturalista, publicó en 1862 un popular ensayo llamado Caminar, en el que sostiene que hacerlo es esencial para mantener una relación saludable con uno mismo y con el planeta. “No conozco ningún pensamiento tan oprimente que no pueda dejarse atrás caminando”, dijo el filósofo Soren Kierkegaard. Beethoven hacía largos recorridos por los bosques de Viena con papel y lápiz a mano para anotar ideas, mientras que  Steve Jobs, cofundador de Apple, a veces caminaba en medio de las reuniones de trabajo. Así muchos otros como el escultor Constantin Brancusi, los escritores George Orwell, Vladimir Nabokov o Bruce Chatwin se inspiraron dando paseos.

“El pensar caminando es algo muy antiguo. Lo hacían los griegos con la filosofía y lo hacen desde siempre los estudiantes de derecho en los pasillos de sus facultades para memorizar códigos”, dice Patricio Fernández.

Golpe a golpe

El caminar en un estado de apertura y cierta divagación que permite que florezcan las ideas y hace ciudad, no es el que más se da hoy, en que la gente anda apurada o peor, avanza al tiempo que manda mensajes, revisa emails o juega con aplicaciones como Pokemon GO, lo que provocó que el Metro de Santiago iniciara una campaña llamando a sus usuarios a no usar el teléfono mientras circulan. En algunas zonas de Estados Unidos y Japón incluso están evaluando crear leyes para sancionar a quienes lo hacen por las calles.

En este contexto, plantea Martín Tironi, “frente a la automatización creciente de la ciudad y la lógica del progreso desenfrenado, la figura del caminante tiene algo de subversiva”, y sostiene que mejorar las condiciones para la experiencia de andar a pie “es trabajar por una ciudad más amigable y humana, que favorece la serendipia, la proximidad, la sostenibilidad y el derecho –hoy desdeñado- a la lentitud”.

¿Qué significa una ciudad caminable? Según el arquitecto Rodrigo Díaz, la infraestructura peatonal debe cumplir con tres objetivos: seguridad, es decir, que evite el riesgo de que los peatones sean atropellados o víctimas de un acto delictual. Accesibilidad, que todos -sin importar su condición- puedan utilizarla. Y por último, comodidad, “que nos sintamos a gusto caminando”. Según él, eso se traduce no sólo en más gente en la calle, sino que también que permanezcan más en ella, caminando a paso lento, tomando café y usando el espacio.

Pero, agrega Tironi, si no se inserta y piensa el caminar como una forma importante de moverse por la ciudad, “los cambios en las infraestructuras no serán sustentables en el tiempo y se convertirán en meros parches”.

Wanderlust: La libertad de andar a pie

Podría ser una escena de Medianoche en París: artistas, músicos y poetas caminan por los ruidosos boulevares iluminados. Ríen, beben y celebran. Van de un lugar a otro, sin rumbo fijo, sin otra guía que el placer de recorrer la ciudad. A la distancia, la torre Eiffel se recorta contra el cielo estrellado. Los andantes disfrutan y festejan esa libertad: la libertad de la noche, la libertad que les ofrece París y la libertad que encierra la caminata.

Sí, podría ser una escena de la película de Woody Allen, pero es una de las innumerables imágenes que se desprenden de Wanderlust, el formidable libro de Rebecca Solnit. Publicado en Chile por Hueders, el título hace alusión a la pasión por el viaje a pie, y propone un recorrido por la historia del caminar. Desde aquel primate que se irguió y avanzó inseguro sobre sus dos pies, hace cuatro o cinco millones de años, hasta las masivas marchas sociales de hoy.

“Me gusta caminar porque es lento y sospecho que la mente, como los pies, trabaja a cuatro kilómetros por hora”, escribe Rebecca Solnit. En Wanderlust la autora recorre los numerosos contornos de un ejercicio que tiene algo de arte y que atraviesa las fronteras de la antropología y la geografía, el sexo y la filosofía, la política, la religión y la literatura. Caminante apasionada y ensayista atenta, Solnit se interna por la historia del viaje a pie como un acto cultural.

La imagen romántica del caminar la construyeron los poetas: Coleridge, Keats y sobre todo Wordsworth , quien emprendió una caminata de 3.200 kilómetros a los 21 años; solía pasear por las calles de Londres y París, y hacia el final de su vida destrozó el cerco de un lord porque impedía el paso de los caminantes.

Dickens conoció la vida en las calles de Londres paso a paso; Virginia Woolf buscaba inspiración en sus paseos por Tavistock Square, y en París los impresionistas salían a pintar al aire libre, mientras los pioneros del montañismo y los enamorados del senderismo se abrían paso por cumbres y bosques. Y si el andar también se relaciona con las procesiones religiosas y la noche abre otras dimensiones del callejeo, en el siglo XX caminar adquiere un carácter subversivo: la marcha. Así lo entendieron Gandhi y Martin Luther King, y así lo entienden los movimientos sociales actuales.

Cautivante y sofisticado, el libro de Rebecca Solnit es también político: reinvindica el derecho y la libertad de andar a pie en ciudades que perdieron la imaginación y olvidaron el placer de perder –o más bien ganar- tiempo caminando.

La ciudad a pie

Cultura Mapocho: Desde hace nueve años esta organización tiene un programa de recorridos patrimoniales que generalmente se realizan el último domingo de cada mes y duran cerca de tres horas. El año pasado la organización editó el libro Santiago. Siete recorridos a pie, que se centra en los barrios Cívico, La Chimba, Yungay, Brasil, Estación Central, Dieciocho y Bellavista.

El programa es gratuito y no se requiere inscripción previa. Los asistentes deben presentarse en el punto de encuentro indicado y para el del 28 de agosto tienen programado un recorrido que se llama "Santiago industrial". Más información: http://mapocho.org/servicios/recorridos-patrimoniales-por-santiago/

La Municipalidad de Providencia diseñó un programa similar por los barrios Manuel Montt, Bellavista y Santa Isabel. Se hacen todos los jueves de 11 a 12.30. También los últimos sábados entre 11 de la mañana y dos de la tarde hay paseos por esos mismos barrios a los que se van sumando vecinos que hacen de guías en algunos momentos. Para participar hay que inscribirse antes en informacionturistica@providencia.cl o el 22374 2743

La Municipalidad de Santiago tiene varios tours gratuitos que no requieren inscripción, entre ellos, el circuito Santiago paso a paso que parte en la Plaza de Armas y sigue por sus alrededores (lunes, viernes y sábado a las 10 am,  punto de encuentro en la oficina de Turismo Plaza de Armas). Hay otro por el cerro Santa Lucía que se hace los domingos y lunes a las 10 de la mañana y empieza en la oficina de Turismo Cerro Santa Lucía. Hay también caminatas por el barrio Lastarria, una ruta por las iglesias del centro y otra llamada Santiago popular, que pasa por el Mercado Central, la Estación Mapocho y La Piojera y cruza el río Mapocho para ir a la Vega Central y el Mercado Tirso de Molina. (Miércoles a las 10 de la mañana. Lugar de encuentro, Oficina de Turismo Plaza de Armas).

El operador turístico Ecomapu Travel realiza en Valparaíso dos recorridos a pie, los que funcionan con aportes voluntarios y cubren el Barrio Puerto, donde se fundó la ciudad, y Playa Ancha. El primer tour funciona de martes a domingo y parte a las 12 del día, mientras que el segundo se realiza de viernes a domingo desde las cuatro de la tarde. (http://ecomapu.com).

Paseos verdes

Numerosos estudios han demostrado que caminar en la naturaleza ayuda a reducir estrés y produce una sensación de bienestar sicológico. Santiago tiene varios lugares privilegiados para hacerlo, empezando por el Parque Metropolitano, que incluye al cerro San Cristóbal, y es el parque urbano más grande de Chile y forma parte de las comunas de Providencia, Vitacura, Recoleta y Huechuraba.

En Lo Barnechea está el cerro Pochoco, un sitio tradicional para hacer trekkings que habitualmente es muy concurrido tanto por principiantes como por personas más experiencia. En el límite de Las Condes y La Reina se ubica Aguas de Ramón, con varias rutas que se adentran por el valle a través de bosques y pasan por saltos de agua. En Peñalolén está el Parque Natural Quebrada de Macul, que tiene un sendero que pasa por un típico bosque esclerófilo de la Zona Central de Chile y llega, sin demandar demasiado esfuerzo, a la cascada de Macul. Las personas con más experiencia y tiempo pueden seguir hasta las cumbres de los cerros La Cruz y Ramón.

Tips de doctor

Esta actividad no requiere mucho esfuerzo ni preparación, pero el doctor Marcelo Somarriva, traumatólogo de la Clínica Las Condes, entrega algunas recomendaciones para disfrutarla más y evitar lesiones.

¿Qué zapatos hay que usar? 

Idealmente, zapatillas. Pueden llevarse los zapatos de trabajo en un bolso y cambiarse. Si no es posible hacer eso, que tengan suela de goma flexible, y no sean totalmente planos, con un taco normal en el hombre y no más de cuatro centímetros en la mujer. Evitar caminar en exceso con hawaianas planas o con zapatos de taco muy alto.

¿Cuánto caminar?

Idealmente unos 20 minutos dos veces al día. No tiene por qué ser todo de una vez, la caminata se puede fracconar, el beneficio es el mismo.

¿Cómo mantenerse entretenido? 

Una buena forma es ir cambiando las rutas y no repetir siempre el mismo recorrido. También ayuda ponerse metas. Caminar reduce el estrés y es un buen antídoto para la depresión, a los pocos días la gente se acostumbra y produce una especie de adicción sobre todo en la medida en que uno va logrando las metas. Además, existen una serie de aplicaciones en el smartphone para contar los pasos y ver las calorías que se queman o se puede llevar una smart band.

¿Cómo hay que caminar?

Con pasos normales, sin exagerar. La longitud del paso es de acuerdo a la altura y hay que ir con la cabeza erguida, el tronco recto y braceando a un buen ritmo. Todo eso ayuda y mejora el estado físico y la postura. Es importante tomar agua antes, durante y después. Evitar las bebidas cola que tienen un efecto diurético y no sirven mucho para una adecuada hidratación.