UN REDUCIDO grupo de alumnos de segundo medio de varios colegios decidió no rendir el Simce de Lenguaje, Matemática y Ciencias Sociales que se aplicó el martes y miércoles pasado en todo el país. La decisión de estos estudiantes tuvo como objetivo manifestar su rechazo a este sistema de medición que se aplica desde 1988, porque consideran que segrega a los escolares por nivel académico y socioeconómico.

Si bien fueron casos puntuales, el intento de boicot a la prueba es absurdo, toda vez que va en desmedro de ellos mismos y de sus propios colegios. Si bien es un instrumento perfectible y que debe ser complementado con otras mediciones, se trata de una de las pocas herramientas con que cuenta actualmente el sistema de educación escolar para medir el nivel de aprendizaje de los estudiantes, y es un insumo que permite conocer cuáles son sus avances y debilidades formativas, lo que permite ir corrigiendo los procesos educacionales.  A su vez, se trata de un mecanismo que les suministra a los padres información útil en la elección del colegio para sus hijos; asimismo, se utiliza como factor en la entrega de subvenciones por rendimiento.

Los estudiantes deben asumir que acciones de este tipo son inconducentes y reflejan una inconsistencia con sus propias demandas que apuntan a fortalecer la enseñanza escolar. Por lo demás, los cuestionamientos al Simce que vienen expresando sectores minoritarios de alumnos han sido acogidos favorablemente por la autoridad. De hecho, un panel de expertos se encuentra actualmente trabajando en propuestas que permitan perfeccionar la prueba, instancia que debiese entregar sus recomendaciones en las próximas semanas. En este sentido, cabe esperar que los alumnos que se oponen a esta medición no repitan este tipo de boicot, y el Ministerio de Educación muestre una actitud enérgica para impedir que hechos de esta naturaleza se repitan.