El rótulo es categórico. Para la mayoría de las familias chilenas, saber que la decisión de su hijo o hija es estudiar Arte suele ser un terremoto. Una señal de atención que pone inmediatamente en duda su futuro laboral: alta cesantía, escasas posibilidades de desarrollo y, por lo general, tomar cualquier trabajo para llegar a fin de mes.

Por un lado, es cierto. Esta disciplina, que tiene el orgullo de ser la primera en Latinoamérica -la Academia de Bellas Artes data de 1849-, siempre es sinónimo de inestabilidad. Sólo la mitad de sus egresados tiene empleo al segundo año de titularse, lo que la convierte en una de las carreras con peor empleabilidad de entre todas las universitarias, según datos del último Futuro Laboral; y los sueldos promedian los 470 mil pesos mensuales.

La oferta de empleos está acotada a gestión cultural, curatorias y exposiciones, que suelen escasear en una sociedad como la chilena. "Arte es una carrera donde tienes que inventarte los espacios, porque una cultura como la chilena no está acostumbrada a valorarla. Cuando tú dices que eres artista, la gente no te presta atención. Es como si no hubieras estudiado nada", asegura Roberto Farriol, director de la escuela de Arte de la Universidad Católica.

Sin embargo, los síntomas de fatiga permanente de la carrera esbozan signos de renacimiento. Más allá de trabajar en sitios tradicionales como centros culturales, galerías y museos, la expansión ocupacional se ha ampliado a agencias de publicidad, productoras de televisión y de diseño y labores investigativas. "Cada vez se abren más espacios. Es cierto que todavía permanece el prejuicio que arte no sirve para nada, pero se están dando pasos. La carrera trabaja mucho con la imaginación y allí tenemos un plus", indica Cristián Silva, secretario académico de Arte de la Universidad Diego Portales.

En ese sentido, la apuesta de los egresados es ampliar su paleta de posibilidades profesionales. "Estoy dedicada al diseño industrial,  porque abre más posibilidades. Sé de compañeros que están organizando eventos", señala Juanita Ott, titulada de Arte de la Finis Terrae y quien se dedica a elaborar lámparas y papeles murales que vende en una multitienda dedicada al hogar.

Pese a todo, el interés de los jóvenes por estudiar la carrera no ha mermado. Por algo existen en el país 16 universidades que dictan el programa -ya sea en Licenciatura en Arte, Historia del Arte, Artes Visuales o Arte-, aunque el promedio de alumnos matriculados en primer año fluctúa entre los 15 y los 80 por plantel. "Para estudiar esta carrera tienes que tener sensibilidad. Pero creo que tenemos mucho por hacer. El arte en Chile no está saturado y, a diferencia de países como Brasil, Argentina o México, está muy en pañales. Ahora, también están los concursos como el Fondart o los del Consejo de la Cultura que te ayudan a desarrollar una idea y  vivir", cuenta Vera González, directora de  Historia del Arte de la Universidad SEK.

EL PERFIL DE CADA PLANTEL
Si en Argentina los estudiantes de Arte trabajan en talleres donde permanentemente tienen que crear y en Estados Unidos los profesores son guías que encauzan los talentos de los alumnos, en Chile hay dos corrientes fundamentales. Las universidades estatales apuestan por la tradición, mientras las privados por la modernidad.

"Estudié en la U. de Chile y el fuerte es enseñarles a los alumnos a pintar de manera clásica. Cuando me fui a Nueva York había más libertad y también más constancia. Ahora hago clases en Uniacc y los alumnos no tienen el rigor del dibujo. Están muy ligados a la tecnología. Eso limita su estructura", dice la artista Marcela Trujillo.

Un buen método de desarrollo profesional es, también, los intercambios. La mayoría de las universidades envía a sus alumnos a Europa y Estados Unidos o traen a profesores extranjeros para que refresquen la mirada educacional.