Todo era celebración en Valparaíso: gracias a Ernesto Dighero, se realizaría el primer show pirotécnico de fuegos artificiales en la historia del puerto. La fiesta se llevaría a cabo apenas el reloj marcara las 00:00 del 1 de enero de 1953.

"3, 2, 1... ¡Feliz año nuevo!" era el grito masivo de los porteños, que veían el cielo iluminarse con cada explosión. La sirena del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso comenzaba a sonar, avisando la llegada de 1953. Dos horas después, la felicidad desaparecería.

02:10 de la madrugada y pequeños restos de los fuegos artificiales caen en la barraca Schulze, ubicada en Avenida Brasil 2069, casi frente al puerto de la quinta región. La sirena vuelve a sonar. El fuego se expande por el lugar, tomando cada vez más fuerza, mientras los bomberos combaten las llamas. Tal parece que todo se está controlando.

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Nadie se dio cuenta que las llamas habían avanzado silenciosamente por el interior del lugar, llegando hasta una bodega en calle Blanco 2064. Ahí, el almacén tenía escondidas varias toneladas de dinamita, cajones de pólvora, tambores de petróleo, parafina y bencina, que fueron introducidas a espaldas de las autoridades. Nadie advirtió que estaban ahí, nadie buscó evitar la tragedia.

Cuando el reloj marcaba las 03:04 de la madrugada y en otros lugares seguían los festejos, 350 personas resultaron heridas y 50 fallecieron tras una gran explosión. 36 de esos muertos eran voluntarios de bomberos. La pena se apoderó no solo del lugar, sino de toda una ciudad que veía partir a varios de los suyos. Tragedia nacional: 3 días de duelo nacional, ministros y hasta el mismo Presidente de la República, Carlos Ibañez del Campo, despidieron los restos.

Hoy, en la calle Blanco con Avenida Brasil, una placa le recuerda a los porteños y a todos los que visitan el lugar que esos fuegos artificiales que ven cada año nuevo no siempre fueron sinónimo de alegría.