La gran obra de ingeniería que salvó a Valdivia de desaparecer bajo un alud de barro y escombros, tras el terremoto del 22 de mayo de 1960, comenzó con un encuentro casual. Dominic Lehmann, hija del fallecido ingeniero civil hidráulico Pierre Lehmann, cuenta que días después de la catástrofe su padre iba por el centro de Santiago cuando se topó con un destacado abogado del que era amigo.

"Se encontró, caminando por la calle, con Julio Philippi. Y don Julio le dijo: 'Pierre, he sabido de un agricultor de la zona que está subiendo el nivel de los lagos y eso corresponde a lo que cuentan las crónicas de (Pedro) Mariño de Lovera", sobre una inundación en el siglo XVI.

ESA FUE LA ALERTA

Lehmann era vicepresidente de Corfo y asesor del Presidente Jorge Alessandri. Según cuenta su hija, hizo cálculos, llamó a expertos de Estados Unidos y transmitió al Mandatario la información sobre el desastre que podría ocasionar el desborde del lago Riñihue: junto al lago había un pueblo de 300 personas, pero sumando los alrededores y la ciudad, los habitantes superaban los 100 mil.

El problema ingenieril era mayor: el desagüe natural del lago Riñihue por el río San Pedro había quedado obstruido por deslizamientos de tierra en tres cerros. Su rebase podía significar una avalancha que tardaría cinco horas en llegar al mar.

La primera obstrucción del lago, la más pequeña, tenía 300 metros de largo y 16 de altura. El tercer y principal "taco": una altura de 60 metros y un kilómetro y medio de longitud.

Alessandri entregó amplias facultades a Lehmann y al ingeniero civil Raúl Sáez, entonces gerente general de Endesa, para llevar a cabo el plan de emergencia, que se concretó en 64 días: obstruir los desagües de los lagos Pirihueico, Calafquén y Panguipulli, para luego construir un canal de evacuación que permitiría una liberación controlada de las aguas.

CONTRA LA LLUVIA Y EL TIEMPO
El historiador Leopoldo Castedo viajó a la zona y en su libro testimonial La hazaña del Riñihue cuenta que "ingenieros, técnicos y numerosos obreros" que trabajaban en la instalación de la planta eléctrica el Pullinque, 12 kilómetros al norte del lago Panguipulli, instalaron su campamento en las pocas superficies cerca del antiguo cauce del Riñihue.

El historiador resalta a "Raúl Sáez al frente de este verdadero ejército de esforzados trabajadores". Su hijo, el ingeniero Juan Carlos Sáez, relata que su padre estuvo esos dos meses en el barro con los demás ingenieros y obreros, y que en las pocas ocasiones en que mencionaba lo ocurrido "destacaba que los héroes eran todos los obreros, que estuvieron día y noche".

Los habitantes se fueron enterando paulatinamente de la situación. Francisco Vásquez tenía entonces 10 años y cuenta que vivía en el campamento de Ruco, levantado tras el sismo. Recuerda que las autoridades no decían abiertamente qué ocurría, "pero lo supimos cuando reclutaron gente de nuestra población para trabajar en la construcción de los tacos para contener las aguas".

Los trabajos de desarrollaron con 27 "bulldozers" que a ratos se enterraban con la lluvia. Entonces se continuaba paleando a pie. Los habitantes acamparon en los cerros y por las noches se veían las luces de sus fogatas.

Los trabajos fueron objeto de polémica y el 21 de julio el Presidente envió una carta abierta defendiéndolos. Permitirían, dijo, "que las aguas rebasen por terreno firme y no removido, como ocurriría en el caso de no efectuarse las obras que ahora se impugnan con tan injustificado como censurable escándalo".

Finalmente, entre el 24 y 26 de julio, se produjo la salida controlada. Hernando Cerda tenía 19 y dice que se quedó en su casa de Valdivia junto a su abuelo, porque tenían un bote a remos: "Era torturante cuando las autoridades a diario nos advertían que se venía el 'riñihuazo'. Hasta que, un día, las aguas llegaron tranquilas a los barrios: Las calles Bueras y Cochrane eran una Venecia más".