El día 26 de abril de 2015, tras derrotar 3-2 al descendido Barnechea en El Cobre de El Salvador, Cobresal obtenía el título del torneo de Clausura. Esa fecha no sólo supuso dar la vuelta olímpica para el cuadro de la Tercera Región, sino fue el comienzo de su inevitable camino al despeñadero que culminó con el descenso este Clausura 2017. El cuadro dirigido entonces por Dalcio Giovagnoli tuvo la desgracia de jugar bien, superar a todos los rivales y dar la vuelta olímpica dejando rezagados a Colo Colo, Huachipato y UC ¿Qué obtuvo como premio? Aparte de la copa, una estrella en el escudo y un lugar en la historia… nada. Al contrario, el plantel se encareció, hubo que pagar premios, afrontar la Copa Libertadores, les levantaron a varios jugadores y al entrenador.

En ese campeonato de quinta que es la Bundesliga la plata de la televisión se juega en la cancha. Así, escalonadamente, del primero al último, se reparten los ingresos. Pero, qué saben los alemanes, qué ganaron jugando fútbol, qué le van a enseñar a los genios de acá, que inventaron la rueda, la tabla de lavar y la pelota cuadrada. ¡Aprendan primerizos!: en Chile, los dineros del CDF están repartidos antes de que se comience a jugar. Y por diez años. Tan asegurados son los dirigentes, tan poco creyentes en la esencia del deporte, competir, que no quieren arriesgar nada y reparten el chancho trozado antes de encender la parrilla.

¿Qué pasa con esto? Que Cobresal, que hizo las cosas como se debe, jugó en serio, superó a todos y salió campeón, recibió el mismo dinero del Canal del Fútbol que Barnechea, que armó un plantel para vegetar, con puros jugadores libres y descendió acumulando apenas ocho puntos en 17 partidos. Una vergüenza.

¿Qué ganó Cobresal? Pregunto otra vez. Gloria y deudas. Se fundieron y debieron salir a jugar la Copa Libertadores con una mano por delante y la otra por atrás. A los dos años, el descenso.

Nuestros dirigentes, la mayoría empresarios que defienden con dogmatismo el laissez faire económico, que aúllan contra los subsidios a los trabajadores, no son capaces con sus clubes de hacer lo básico de una economía abierta: jugarse el dinero en la cancha y que gane el más mejor.

Le he preguntado a varios de estos dirigentes por qué no se juega, al menos un porcentaje, del dinero del CDF en la cancha. Todos me encuentran razón, saben que es lo lógico. Pero, claro, es arriesgarse a perder. Y en Chile, está visto, la economía es extractiva, no productiva. El fútbol igual.

Así, claro, no vale la pena invertir, arriesgarse y competir en serio. Después nuestros equipos salen a jugar torneos internacionales y en el túnel Las Cuevas ya van perdiendo tres a cero.