Mañana a las ocho de la noche en el MetLife Stadium de New Jersey, la generación dorada del fútbol chileno intentará ganarle una segunda final consecutiva a la poderosa selección argentina. Pero no todos los futboleros nacionales van a estar concentrados en ese partido. Eduardo Tudela y José Miguel Rosales, compañeros de Gonzalo Jara, Marcelo Díaz, José Pedro Fuenzalida y Matías Fernández en la Selección que jugó el Mundial Sub 20 de Holanda en 2005, no tendrán su mente puesta en el imponente estadio estadounidense, sino que en el mucho más humilde Municipal de Las Cabras, donde Santa Amelia de San Francisco de Mostazal –su equipo- y Ferroviario Comercial Las Cabras se enfrentarán por la Copa de Campeones de clubes amateur de la Sexta Región. Para ellos esa es la gran final, su gran final.

"¿Qué partido es más importante? El que vamos a enfrentar nosotros", dice Rosales. "Es una responsabilidad grande porque hace bastante que nuestro equipo no gana la copa. Igual vamos a ver a la Selección, pero tenemos un compromiso y queremos sí o sí ganar", agrega el arquero muy serio, como si tuviera que reemplazar a Bravo en la Copa América Centenario.

Rosales y Tudela son parte de una larga lista de jugadores que compartieron con Sánchez, Vidal y compañía en selecciones menores y que, como ellos mismos dicen, pudieron estar ahí, en la gran final con la Argentina de Messi. Algunos en el medio futbolístico pensaban que iban a llegar lejos, tanto como lo han hecho el Niño Maravilla o el Rey Arturo, y ellos mismos se veían jugando en el extranjero. Pero algo pasó en el camino: una mala decisión, una o varias lesiones, una pelota que no fue gol.

"Obvio que te dan ganas de estar ahí. Imagínate que fui compañero de Alexis en Cobreloa y mira ahora dónde está", dice Tudela, delantero en el Mundial de 2005, quien le envidia sanamente el presente a Sánchez porque siempre quiso jugar en el Arsenal inglés. "Es que me encantaba Thierry Henry (ex futbolista francés) en ese equipo. Que esté Alexis ahí es bonito igual. Siento que a lo mejor si yo hubiera seguido mi carrera podría haber estado allá. Condiciones tenía. ¿Qué pasó? Se acabó el fútbol nomás".

El rancagüino, cuyo último club fue San Marcos de Arica y que sufrió varias lesiones importantes, no tiene claro en qué momento se estancó su carrera. "No dimensioné lo que estaba logrando y lo tanto que me costó. Pasó todo muy rápido, de repente me vi abajo del tren y ya no podía volver a subirme. No me di cuenta cómo pasó el tiempo", explica y asegura que el mundial fue clave en su no despegue. Ahí era delantero y no metió goles. En su cabeza se repite la imagen de un casi gol con Marruecos. "Me hicieron penal, pero el árbitro no lo cobró", dice.

Rosales, quien se retiró el 2013 tras perder la final de Tercera División en Colchagua, recuerda lo que le pasó el año pasado, mientras muchos de sus ex compañeros levantaban la Copa América. "Me pasé el rollo de haber estado ahí. Además, nunca falta el que te tira la talla y dice 'tuviste que haber estado ahí'. Pero son cosas del fútbol que hay que superar, por eso a veces trato de no ver mucho fútbol en la tele", explica.

Hoy los dos amigos viven en Rancagua. Rosales, casado con tres hijos, trabaja en el taller mecánico de su papá y entrena arqueros en colegios de la zona. Mientras que Tudela, que vive con su pareja y es padre de tres niñas, está empleado en una empresa que cambia rieles del tren para la minería. "No estudié para eso, pero he ido aprendiendo sobre la marcha. Igual que en el fútbol", dice.

Los otros Alexis

En septiembre de 2004, la selección Sub 16 participó de un sudamericano de la categoría en Paraguay. Allí estaban Mauricio Isla, Cristopher Toselli y un tal Alexis Sánchez, que con 15 años daba sus primeros pasos con la camiseta roja. Pero los goleadores de ese equipo eran otros: Rodrigo Tapia y Patricio Marcelo Salas, los mismos que después se lucieron en el sudamericano Sub 17 del año siguiente, en Venezuela.

Hoy los dos están retirados. Salas dejó el deporte profesional a los 26 años, Tapia a los 27.

Tapia (hoy de 28 años) tuvo partida de crack. Debutó en el Colo Colo que dirigía Claudio Borghi en un partido contra Cobreloa en el estadio Monumental. Reemplazó a Chupete Suazo y en la primera pelota que tocó metió un gol que gritaron 30 mil personas. Un debut perfecto. "Fui una de las mayores proyecciones de Colo Colo", recuerda. Después llegaron las cámaras y las notas, y aunque era fácil que los humos se le subieran rápido a la cabeza, él tenía un cable a tierra: su mamá. Pese al apoyo de ella, Tapia tomó otro camino y quiso recuperar de sopetón todo lo que un deportista se pierde en su juventud. "Me descarrilé nomás. En un minuto el fútbol me aburrió y en vez de cuidarme, salía con amigos, iba a la disco, me tomaba un traguito y al otro día el cuerpo no andaba bien". Hoy trabaja en una escuela de fútbol de Palestino en el parque Brasil, en La Granja. Ahí recibe a niños entre cinco y 16 años. "Trato de darles consejos a los jóvenes de lo que no tienen que hacer. Se puede salir, pero todo a su tiempo, no como lo hice yo".

La historia de Salas no es más alegre. Después de lucirse en los torneos sudamericanos, en 2006 comenzó a vagabundear con sus goles por equipos de segunda y tercera división hasta que el año pasado se retiró en el humilde Melipilla. "Ahora trabajo como un mortal leyendo medidores de agua, en eso estoy hace tres meses. Es de las primeras pegas que tengo después del fútbol. También hice negocios, pero me fue mal y estuve metido en otras cosas que no quiero nombrar", admite la ex figura de la Rojita que sigue haciendo goles en el Santa Teresa de la Torina, connotado club de la amateur asociación de Pichidegua, y el Pichangas FC, de la liga El Peral, en La Florida.

En el sudamericano Sub 17, Salas tuvo un ilustre compañero de pieza: Alexis. "Él era superhumilde y más bien callado. Me acuerdo que una vez estábamos medios contracturados, pero nos daba vergüenza decirles a los paramédicos que nos hicieran un masaje porque prácticamente no éramos nadie y no queríamos molestarlos. Le dije: 'ya Ale, tírate ahí y te hago un masaje y después tú me haces uno a mí'", recuerda.

Tapia, que hizo las divisiones inferiores con Arturo Vidal, dice que ha visto todos los partidos de la Roja y hay una idea que a veces le pasa por la cabeza: a los 13 o 14 años le decía a su mamá que cuando jugara en Europa, ella no tendría que trabajar más. Su mamá, secretaria en una clínica, era la jefa del hogar y sacó adelante a Rodrigo y a su hermana. "Cuando veo a mis compañeros me arrepiento porque pienso en la promesa que le hice a mi mamá... Yo quería devolverle la mano, pero ya está. No me gusta torturarme pensando en eso", se consuela.

Salas cuenta que hoy el principal contacto que tiene con sus ex compañeros de la Rojita es una foto de esa selección juvenil que alguien subió a redes sociales y debajo de la foto en los comentarios a veces se producen intercambios. "Ahí les deseó lo mejor. Cuando aún jugaba los miraba a ellos y pensaba que a mí me había tocado un camino más largo y difícil al éxito, pero que esperaba retomarlo nomás. Ya cuando me retiré, lo asumí. Me alegra mucho que les esté yendo bien", dice el ex goleador que tuvo contacto hace un par de semanas con Mauricio Isla, quien le envió un saludo para los niños que entrena en su barrio: Club Deportivo Quimera.

Otro ex Colo Colo que se codeó con la generación dorada es Juan Pablo Arenas (29), apodado "Cachorro" por Claudio Bravo cuando subió al primer equipo colocolino. Arenas usaba la camiseta número 10 en el sudamericano de Colombia 2007 donde jugó con Vidal y Sánchez, y destacó por un gol desde la mitad de la cancha. Sin embargo, en el Mundial de ese mismo año no jugó y tampoco en su siguiente equipo, Santiago Morning, donde dice que hubo "manos negras" que lo hicieron fracasar. Hoy, tras un paso por Trasandino, espera el llamado de un equipo para seguir jugando. "No he cumplido todos los sueños que tuve en el fútbol, me falta consagrarme", admite aún esperanzado.

Aunque el tiempo sin actividad también le da una dosis importante de realidad. "Con la edad que tengo es complicado lograr lo que ellos han logrado, pero en la vida nada está dicho, y menos en el fútbol donde en seis meses te puede cambiar todo. Tengo intacta la esperanza", reflexiona el "Cachorro".

Despreocupados

El miércoles, cuando Chile jugó la semifinal con Colombia, Edzon Riquelme tenía que hacer turno en el servicio de urgencia gineco-obstétrica del Hospital Regional de Concepción con tres de sus alumnos hasta las ocho de la noche, justo la hora del partido. Riquelme acordó con los estudiantes terminar antes y recuperar las horas al día siguiente. Su equipo de fútbol del Colegio Médico lo estaba esperando con una parrillada para ver el partido. Once años atrás, él estaba en la misma situación: jugando con la camiseta roja en el Mundial Sub 20 de Holanda.

Riquelme no siente nostalgia por sus días de seleccionado sino, más bien, los recuerda con orgullo. "Me emociona. Cuando tocan el himno me acuerdo de que me tocó defender afuera a Chile. Es fuerte eso", dice el jugador que luego del mundial juvenil vio frustrado su paso al fútbol mexicano, sufrió una depresión, se hizo evangélico, jugó en distintos equipos de la Octava Región y en paralelo estudió obstetricia. Estaba en Lota Schwager cuando debía empezar el internado. Si seguía en el fútbol no podía continuar sus estudios y perdería la beca. Optó por una profesión. "No fue terrible, para nada. Sabía que el gran salto no había llegado. Elegí mi carrera y fue una muy buena decisión".

Antes del Mundial de 2005, Riquelme tuvo el "honor" de enfrentar a Lionel Messi en el Sudamericano de ese año. El partido terminó empatado a uno. "Él se cargaba por mi lado y tratábamos de marcarlo de a dos con el Pupi Vásquez", recuerda y entrega su receta para marcar al astro argentino el domingo: "Hay que tratar de mantenerlo el mayor tiempo posible de espaldas al arco. Si engancha, que salga por la derecha, que es su pierna menos hábil. Y cuando encara, doblarle la marca".

Hoy Riquelme está pensando en postularse a diputado por su zona. Para eso debe juntar cinco mil firmas así que está buscando adherentes. "¿Si le voy a pedir una mano a mis amigos de la Roja? Obvio que sí. Como son buenos para las redes sociales, que me manden algún video con un saludo, je".

Otro que no se queja es Carlos Arias (29 años, casado, dos hijos), compañero de Díaz, Jara y Fuenzalida en el Mundial Sub 20 de Holanda y de Gary, Isla, Beausejour y Mark González en las inferiores de la UC. Se retiró en 2014, con 28 años, después de una carrera marcada por estadías en equipos menores. "Siempre jugué para ser el mejor y, cuando vi que iba a seguir dando vueltas en lo mismo, entendí que era más sensato dar un paso al costado. No fue traumático porque ya había pasado un periodo sin fútbol en 2011 y ahí sí había sido duro porque era lo único que sabía hacer. Me di cuenta de que tenía que prepararme para ese momento", explica Arias. Por eso realizó los cursos del INAF que lo facultan para entrenar arqueros, lo que lo ayudó a inaugurar, en marzo de 2013, su academia Locos por el Arco.

Parecido es el caso de Nicolás Larrondo, junto a Toselli el único chileno que jugó todos los minutos en Canadá 2007. Se retiró el año pasado y hace algunos meses es socio de Altius, una agencia deportiva que asesora, entre otros, a la tiradora olímpica Francisca Crovetto y al futbolista Luis Jiménez. "Yo vivo la realidad y no estoy ahí con ellos. La principal razón fue que me lesioné mucho, me operé cinco veces la rodilla y perdí mucho tiempo", dice el ex jugador. "En un momento dije: 'Tengo 28 años, dentro de mis expectativas no está ir rondando por equipos chilenos y ya por mi edad es muy difícil de que salga al extranjero y tenga un buen contrato'. Fui más racional, preferí terminar ahí y buscar nuevos rumbos".

Los dos consideran que están mejor y siguen estudiando. Larrondo cursa un diplomado en tributación de las empresas en la Universidad Adolfo Ibáñez. "Mi papá es contador auditor y uno de mis socios tiene un estudio de abogados de planificación tributaria, y como está de moda que los deportistas tengan problemas tributarios, quiero empezar a ver eso", explica. Arias está en segundo año de ingeniería comercial en la Universidad Andrés Bello, estudios que complementa con sus dos academias, su productora deportiva, una empresa de despacho de frutas y su cargo como preparador de arqueros de un equipo de cuarta división. "Alguna vez dije que no iba a trabajar más en el fútbol y ahora me está dando para hacer todo. Sin el fútbol no podría estudiar o ganar un sueldo, en realidad ha sido todo. Por eso soy un agradecido de este deporte", dice el ex arquero de la UC.

Larrondo dice que ellos pasaron por algo que deja más enseñanza que una carrera, algo así como la "universidad de la vida", pero en versión futbolera: "Trabajando necesitas años y años de experiencia y yo era profesional a los 17. Cuando todos recién estaban saliendo del colegio yo ya estaba enfrentando responsabilidades que el resto recién empieza a tener a los 28 o 29 años. El fútbol fue una escuela de vida", concluye.