La derrota frente a Paraguay no logró disminuir el fervor por la Selección. Al menos en Calama, donde unas cinco mil personas asistieron al entrenamiento abierto que dispuso Juan Antonio Pizzi, que se realizó en el estadio Zorros del Desierto. La experiencia, en todo caso, terminó mal: sobre el final, unos 300 hinchas invadieron la cancha ante la incredulidad de los bicampeones de América.

La jornada había partido bien. Con Arturo Vidal regalando sus zapatos y algunas camisetas a los fanáticos y con aplausos para todos. Todo cambió cuando primero uno y después varios hinchas se metieron a la cancha. La situación se descontroló, sin opción para que el escaso contingente policial pudiera hacer mucho. En un rato, la presencia de hinchas en el campo de juego era masiva. Familias completas saltaron las rejas para estar cerca de sus ídolos.

En el equipo nacional, la reacción fue dispar. A algunos, como Marcelo Díaz, no les quedó más remedio que compartir con los invasores. Otro, como Pizzi o Alexis Sánchez, en cambio, se vieron incómodos, acelerando el paso para llegar rápidamente a los vestuarios.

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