Los islamitas filipinos que decapitaron a un rehén alemán constituyen una de las principales amenazas del archipiélago: cuentan con lanchas rápidas, millones de dólares y el apoyo de parte de la población local.

El grupo Abu Sayyaf, cuyos bastiones se encuentran en islas del extremo sur, está integrado por varios cientos de combatientes armados. Pero a raíz de una serie de secuestros las autoridades han pedido ayuda al extranjero para combatirlos en el mar.

Las declaraciones de adhesión de dirigentes de Abu Sayyaf a la organización yihadista Estado Islámico (EI) y su promesa de crear un califato no han hecho más que aumentar la preocupación.

"El problema de la nación, la mayor amenaza, para los próximos años, diría que es el terrorismo. Sin duda llegará", afirmó recientemente el presidente Rodrigo Duterte.

En una entrevista reciente a la AFP, el ministro de Defensa Delfin Lorenzana citó a Abu Sayyaf y otros grupos "terroristas" afiliados al EI como la principal amenaza interna.

"Intentamos hacer más esfuerzos para reprimir el crecimiento del EI en el sur" de Filipinas, dijo.

En los últimos años, Abu Sayyaf ha estado implicado en el secuestro de decenas de personas en operaciones cada vez más audaces, la mayoría de las veces contra barcos extranjeros, pero también contra centros turísticos, en el sur del archipiélago y en la vecina Malasia.

El lunes, el grupo colgó un video de la decapitación de Jurgen Kantner, de 70 años, secuestrado en noviembre en su yate cuyo rescate no fue pagado.

Este martes Duterte se disculpó ante Alemania por no poder rescatar al rehén y aseguró que inició un amplio operativo militar contra los insurgentes.