El teléfono sonó temprano en Las Cruces. Nicanor Parra levantó el auricular y escuchó la voz de su hermano Lautaro. Lo llamaba desde Estocolmo, donde vive, para darle una noticia: la muerte de la poeta y traductora Sun Axelsson. Prácticamente desconocida hoy en Chile, ella tuvo un vínculo especial con el país y, en particular, con el antipoeta. A principios de los 60 vivieron una tormentosa relación. Una historia que implicó al medio literario de la época y que ella misma ventilaría en el libro testimonial La estación de la noche (RIL, 1995).

Sun Axelsson murió el sábado, a los 75 años. Poeta, narradora y académica, fue traductora de Pablo Neruda y llevó al sueco también poemas de Jorge Teillier, Raúl Zurita, Heddy Navarro y Teresa Calderón, entre otros. En 1998 recibió la Medalla Gabriela Mistral por su labor de difusión de la literatura chilena.

"Ella fue la primera traductora de Neruda al sueco", recuerda la poeta Teresa Calderón, amiga de Sun Axelsson. "Le fascinaba la poesía chilena. Admiraba a Nicanor (Parra), a Jorge Teillier y a muchos poetas contemporáneos".

Pero quien más la marcó fue Parra. "Fue el amor de su vida. Siempre lo recordaba, con amor y odio", dice Calderón, quien estuvo en su casa en Suecia. "Me mostró fotos. Se acordaba de las cosas lindas, pero también de las terribles".

Sun Axelsson y Parra se conocieron en 1959 en Estocolmo. Entonces ella estaba de novia con el poeta Lasse Soderborg. Pero terminó la relación por el poeta chileno, 20 años mayor. Ella tenía 24 años; él, 45.

Parra regresó a Chile y ella decidió seguirlo. Llegó un día a su casa de La Reina y lo tomó por sorpresa: él aún estaba casado con Inge Palme, también sueca. Según el testimonio de Sun Axelsson, el antipoeta la recibió con frialdad: su mujer habría descubierto su romance, lo había dejado y preparaba un "ejército de amigos comunes" para destruirlo. "Su vida estaba arruinada", escribió.

A partir de entonces habría comenzado una convivencia difícil y atormentada. Axelsson retrata al poeta celoso e irritable. Pasaba el día fuera. "Siempre cerraba la puerta con llave y me dejaba encerrada", asegura.

Hasta que ella enfermó gravemente y fue internada en la Clínica Indisa. Al salir encontró ayuda en Jorge Teillier, responsable entonces del Boletín de la Universidad de Chile, y en su esposa, Sybila Arredondo. Más tarde conoció a Neruda y Jorge Edwards. De regreso en Suecia, se vinculó con los poetas chilenos exiliados tras el golpe militar.

En 1989 publicó su historia en La estación de la noche. Algunos, como el poeta Sergio Badilla, exiliado en Estocolmo, creen que ello fue un obstáculo en las postulaciones del antipoeta al Nobel. Pero en 2003 ella desminitó esa tesis: "Siempre le he ayudado y me alegraría que consiga el Nobel".