UN DIA cualquiera, Shinya Yamanaka, un relativamente joven y poco conocido investigador japonés en células madre, visitaba la clínica de fertilización in vitro de un amigo. Al microscopio miraba uno de los embriones almacenados en esa clínica.

Esta observación despertó en él un destello de luz que cambiaría su carrera científica. El relataría posteriormente esta impresión en una entrevista al The New York Times en 2007: "Cuando vi el embrión, súbitamente me di cuenta qué gran cercanía existía entre éste y mis hijas, y pensé, no podemos continuar destruyendo embriones para nuestra investigación. Tiene que haber otro camino".

Un día muy especial, el 8 de octubre, mientras Yamanaka hacía arreglos en su casa, recibió un llamado desde Estocolmo. Le informaron que había ganado el Premio Nobel de Medicina junto al científico británico John Gurdon. El había logrado encontrar un nuevo camino para crear células pluripotenciales semejantes a las células madre embrionarias sin usar embriones.

La investigación de Yamanaka, aunque va en la línea de lo realizado por Gurdon, no usa embriones ni óvulos.  Después de varios experimentos, él logró -introduciendo ciertos genes en una célula diferenciada de la piel- devolverla a su estado indiferenciado con características casi idénticas a las células madre embrionarias. En un comienzo fueron 24 genes, luego lo consiguió introduciendo sólo cuatro. Las denominó células pluripotenciales inducidas.

La publicación de este logro extraordinario en el 2006 impactó al mundo científico, y desde esa fecha la investigación en reprogramación celular de células diferenciadas iniciada por Yamanaka ha tenido un aumento explosivo.

La posibilidad de tener células pluripotenciales sin la objeción ética de la destrucción de embriones, y por un método relativamente simple, abrió una amplia avenida para avanzar en la regeneración y tratamiento de enfermedades como el alzheimer, la esclerosis lateral amiotrófica y muchas otras.

Es relevante que Ian Wilmut, que tenía la autorización para producir embriones humanos por clonación, reconoció en una entrevista que dejaba esta opción porque el camino abierto por Yamanaka era científicamente más promisorio y menos complejo, con el agregado de que era socialmente más aceptado.

Yamanaka ha expresado que su motivación para emprender este camino fue ética y científica: producir células pluripotenciales sin destruir embriones y que no fueran rechazadas por el paciente que tiene la enfermedad. Ciencia y ética se unieron en esta gran hazaña.

El Japan Daily Press, comentando la noticia, señaló: "La sensibilidad por la vida es propia de la cultura japonesa, donde este tipo de estándares éticos provienen de un sentido común no ideologizado".

Yamanaka fue originalmente médico, interesado en los enfermos, y por eso considera que su trabajo no estará terminado hasta que no se llegue a salvar pacientes que hoy no tienen tratamiento. Es la esperanza de todos.