"Recién ahora estoy asimilando mis 30 años", dice Marco Enríquez-Ominami al día siguiente de su cumpleaños. Se lo ve bastante golpeado. No se sabe si fue la fiesta o la falta de sueño por pasar tantas noches grabando. El proyecto que lo tiene sin dormir es el documental "Los héroes están fatigados", que será exhibido en noviembre próximo. "Fueron tres años de mucha neurosis", reconoce el hijo del mítico revolucionario mirista Miguel Enríquez y Manuela Gumucio. "Mi reflexión es cómo la izquierda entra por elección al gobierno y sale por una patada en la raja".

Así, deslenguado y frontal, neurótico y pretencioso es este cineasta, filósofo y experto en marketing político, quien asegura detestar a los jóvenes. "No hay cosa que me aburra más que un joven. Nunca me ha gustado su estética ni su mundo ni su manera de hablar. Yo haría un contrato con Dios para que la gente naciera de 60", asegura el hijo adoptivo del senador Carlos Ominami.

–¿Cómo te encontraron los 30?
–Los 30, para mí, son una verdadera obsesión, porque tengo un cruce que no me gusta nada: mis 30 años, los 30 años del golpe, y los 30 años de la muerte de mi papá que murió a los 30. Es demasiada treintena.

–De lo que llevas vivido, ¿cuál ha sido tu mayor logro?
–No estar encerrado en el psiquiátrico. Suena fuerte, pero es cierto. Yo reúno todas las condiciones para estar loco: exiliado a los cinco meses, cambio de apellido a los 10 años, de nuevo a los 20 y a los 28, doble nacionalidad, dos ciudades, papá muerto, tío y abuelos torturados. Y por si fuera poco, una familia donde están todas las corrientes políticas, salvo la comunista, por suerte. Así que no estar en un psiquiátrico me parece todo un mérito.

–Pregunta obvia, ¿cuál ha sido tu mayor frustración?
–De todos mis dolores, el que más me jode la vida es no haber resuelto el tema de mi doble nacionalidad. Mi drama es esta tensión entre Chile y Francia.

–¿Por qué lo vives con tanta intensidad?
–Porque París y Santiago no tienen nada en común, ni en su historia ni en su estética. París debe ser de las ciudades más lindas del mundo y Santiago, de las más feas.

–Pero más allá de la cosa estética, ¿cuál representa el alivio y cuál la tensión?
–No lo sé y ése es mi drama. Me levanto todos los días y me pregunto: "¿Qué hago aquí?". Pero cuando estoy allá, me dan ganas de volver.

–¿No has pensado en un país intermedio?
–¡Te juro que pensé en Río! Además de ser mi primer idioma, toda mi formación valórica, moral y afectiva es francesa... Este dolor es lo que vamos a reflejar en el libro que estamos escribiendo con Carlos (Ominami), "Chile es un lumbago", porque es como un dolor permanente que no se quita. Para mí, ser chileno es una tragedia. Si naciera de nuevo, no me gustaría serlo. Hubiera preferido ser italiano.

EN VITRINA Y DE OFERTA
–Pasemos al tema familiar. Leí que tu abuela, Marta Rivas, y tu primo, Rafael Gumucio, siempre dicen que te crees bonito y tonto, siendo que en realidad eres feo e inteligente.
–Lo que es muy mal negocio, porque pierdo en los dos casos. ¿Por qué no puedo ser buenmozo e inteligente? Bueno, qué quieres que te diga, es una familia de mierda y muy cruel.

–¿En qué sentido?
–En que está prohibida la flojera y la mediocridad. Nos enseñaron que la vida es un combate. También estuvo prohibida la adolescencia. Mis primos me van a discutir, pero yo nunca tuve derecho a levantarme a las tres de la tarde, porque eso era de tontos. También era no haber leído a Proust a los 18 años o tener una polola desinformada... La verdad es que mi mamá y mi abuela son unas viejas de mierda, porque nos cagaron a todos.

–¿Qué le pareció a Rafa que tu abuela dijera en "Cosas" que él cuando niño era bonito, pero que de grande se puso feo?
–Debe estar furioso, porque es una mariconada de la abuelita. ¡Es una cínica!, porque cada vez que nos ve, tiene orgías con nosotros. "¡Ay Rafa!, tú que eres tan buenmozo" o "Marco, yo muero por ti". Mi abuela es un personaje y una condena. Como dice mi mamá, es una rubia de Hollywood.

–¿Qué te parecieron sus comentarios desmintiendo el supuesto romance con José Donoso?
–Lo que me pareció humillante fue que la mencionaran en "La Tercera" como Marta R. de G. Era como si hubieran estado hablando de un delincuente. En un almuerzo familiar ella comentó: "Yo no tengo nada que ver con la señora R. de G".  Ahora, en relación a lo que ella dijo sobre Donoso, entiendo que es todavía peor que lo que ustedes publicaron.
 
–En esa entrevista comentó que de todas tus pololas la que más le había gustado era Patricia Rivadeneira.
–Con la Patricia tengo una relación metafísica, algo que va más allá. Para mí es como un romance inacabado. A pesar de que ella tiene hoy un novio y yo he tenido muchas parejas, existe entre nosotros una amistad muy intensa y de una lealtad total. Creo que compartimos un ánimo parecido, una cosa medio combativa.

–En total, ¿cuánto tiempo estuvieron juntos?
–Fue un año muy intenso. Creo que si en el mediano plazo soy incapaz de resolver mi vida sentimental, la voy a ir a secuestrar a Italia.

–¿Y te casas con ella?
–De una patada. Pero mi abuela se equivoca, porque existe otra mujer que tengo que presentarle y que le fascinaría tanto como la Patricia.

–Y esa mujer, ¿no es la mismísima Karen Doggenweiler?
–Estar con ella sería como ganarme el Kino.

–Pero, ¿qué hay de cierto en que estarían juntos? Fue muy comentado que la llevaste a la fiesta de cumpleaños de Carlos Ominami.
–Mi papá hizo una comida con políticos para celebrar su cumpleaños número 53. Como podía ser la experiencia más aburrida de mi vida, decidí llevar a esta mujer sensacional para pasar un rato agradable.

–¿Pero hay o no romance?
–Prefiero no hablar de mi vida sentimental. Es un tema que me complica.

–Bueno, ¿y qué pasó con el romance "delirante" con la actriz Patricia López?
–No comments...

–Pasemos el aviso, ¿sigues soltero y sin compromiso?
–Sí, estoy en vitrina y de oferta.

–Te vas a convertir en todo un playboy.
–A mí me han hecho una leyenda, pero lo cierto es que me muero de ganas de tener una pareja. Voy a confesar que he tenido muchas, pero igual eso termina por aburrir... Lo que pasa hoy es que resulta muy difícil construir una economía de amor. Siento que siempre parto con una deuda y eso me carga. Tampoco me gusta que mis parejas se conviertan en contadores auditores. Recuerdo que una vez me preguntaron: "¿Es imprescindible este viaje?". Me pareció un planteo pornográfico.

–Clásico hombre con pánico al compromiso.
–El problema es que yo vivo en estado de urgencia permanente y no pienso renunciar a eso porque es mi gran mérito. Imagínate que nací preso, estuve encerrado en una embajada, después en París sin pasaporte, o sea, en fuga permanente. Además, he sido tránsfuga tres veces, porque me han cambiado tres veces el apellido. En realidad soy como una especie de travesti y por lo mismo no se me puede exigir disciplina.

LAGOS DEBERIA CONVERTIR LA MONEDA EN UN MALL
–Pasemos a la política. En algún momento dijiste que Lagos era un Presidente que ya no había trascendido a la historia. ¿Sigues sosteniendo lo mismo?

–Ahora lo digo de otra manera: Lagos ya pasó. Lo que tenemos nosotros es un Presidente funcionario, un hombre esclavo de la eficiencia. Pero creo que finalmente lo va a hacer bien. A ver, Frei fue como el hermano tonto, Aylwin el gran abuelo, y Lagos el hermano mayor, el antipático, el mateo del curso. Creo que nunca ha entendido que la vida se construye de compañerismo, lealtad y complicidad. Además, como Presidente, tiene el imperativo de defender lo colectivo, pero lo que está haciendo es defender lo individual, cosa que me parece asquerosa.

–¿Dirías que Lagos se "momificó"?
–Se privatizó, porque funciona como un privado. A mí me gustaría sugerirle algo, que convierta a La Moneda en un mall. Así estaría llegando al fondo de su argumento. ¡Imagínate!, tiene que ser el metro cuadrado más caro de Chile.

–¿Cómo ves los próximos dos años y medio que le quedan? ¿Mejor o peor?
–Mejor. En el fondo creo que lo está haciendo bien. Para ser más preciso, usaría una expresión que se utiliza en cine: "Fade", un gran fundido hacia el gobierno de Lavín.

–¿Estás convencido que vamos para allá?
–Hoy en día todos los que votaron por la Concertación tienen menos razones para hacerlo. Y todos los que votaron por Lavín tienen más razones para votar por él. Dame una razón para no hacerlo.

–No ha tenido una gestión lucida como alcalde de Santiago.
–Pero tampoco podría decirse que ha sido un fracaso o se ha producido algún tipo de crisis.

–¿Quién te daría más susto en el gobierno: Lavín o Longueira?
–Ninguno de los dos. Sí creo que sus gobiernos serían una lata. La derecha hace 50 años que anda con erección por llegar al poder y no logran hacerlo democráticamente. Cuando lo hagan, el primer año lo van a hacer regio. Pero al poco tiempo se van a encontrar con dos problemas serios. Primero, que la izquierda en la oposición es terrible, porque tiene gente muy sólida y porque el pensamiento crítico es más de la izquierda que de derecha. Segundo, que este país tiene dolores del alma que no sólo son los derechos humanos sino la desigualdad. Eso le va a pasar la cuenta.

–¿Crees que la Concertación llegue en un solo bloque a las próximas elecciones?
–Creo y espero que no. Pienso en forma diametralmente opuesta a la Concertación, porque no creo en los consensos y sí en la conflictividad. Un ejemplo: para las campañas parlamentarias, en que trabajé fuertemente con mi papá, teníamos el siguiente escenario: un candidato fuerte de la derecha que era el señor Romero; una promesa de la DC, el señor Walker, joven, buenmozo y casado con Cecilia Echenique, y por otra parte, Ominami, roto, japonés y que llevaba ocho años de senador. O sea, estábamos muertos. En un minuto tuvimos que elegir entre un discurso consensual o uno conflictivo.

–Y tú optaste por el segundo.
–Evidente. La competencia entre el centro y la izquierda fue tan fuerte que la derecha se empezó a arrinconar. Esa pelea siempre ha fascinado a Chile.

–Siguiendo tu lógica, si hubiera conflicto en la Concertación, ¿podría haber un cuarto gobierno?
–Sí claro. Soy un convencido que hay que trabajar para el conflicto total. Me encantaría que la DC tuviera alguien decente para presentar como candidato.

–¿Zaldívar?
–Me encantaría que alguien de la izquierda peleara con Adolfo. Si esa pelea está bien hecha, es la única con la que podríamos decir: "Señor Lavín, tome palco", y todos nos reiríamos de su discurso del cambio. Fíjate como la competencia entre "Machos" y "Puertas Adentro" hundió a Mega, que el año pasado estaba reventando el rating. Para mí, Lavín es Mega, Canal 13 es la DC y TVN la izquierda.

–Pasando al plano personal, ¿políticamente dónde te ubicas?
–En ningún lado. Me niego a ser parte de una experiencia colectiva, porque ésta está derrotada. Si cuatro personas se juntan para proponer un proyecto país, son mafiosos. Pero cuando eres un francotirador como Avila, Girardi u Ominami, eres mucho más atractivo. Hoy lo colectivo está castigado tanto en los medios como en el marketing. En mi caso, ¿por qué crees que me invitan a tantos programas? Porque soy un francotirador.

–¡Viva el individualismo!
–Yo vivo de los beneficios del individualismo, pero reconociendo que es una gran tragedia. Piensa en Bonvallet o Ballero. Ellos son individualistas a ultranza, y eso es lo que se premia.

–Cambiando de tema, ¿cómo ha sido para ti ser el hijo de una leyenda?
–Todo y nada. Me complica, porque la gente tiene muchos más activos sobre mí que yo sobre ellos. Voy a una comida y antes de sentarme, la gente sabe que soy hijo de Miguel Enríquez. Y antes de abrir la boca tienen expectativas de lo que voy a decir. Por otro lado, ser hijo de revolucionario es muy raro porque te produce una sensación de urgencia con la vida. ¿Por qué ando siempre apurado? Porque soy hijo de alguien que vivió muy rápido. Lo otro, y que me parece más grave aún, es que la expresión "padre revolucionario" es una contradicción en sí. Un revolucionario puede tener un hijo, pero no por eso va a ser padre, porque ser revolucionario es la renuncia a la paternidad.

–Tu padre murió a los 30, pero hizo mucho. Si tú murieras hoy, ¿te irías tranquilo?
–Absolutamente.

–¿No sientes que te ha faltado hacer tu gran película?
–No creo en la gran película. Eso fue algo que me enseñó Raúl Ruiz. En mis 30 años de vida, yo he conocido el éxito y el fracaso. Por eso no tendría problemas en morir ahora.