¿Qué es primero el huevo o la gallina?


Rodrigo Barcia Lehmann, Abogado, doctor en Derecho y magíster en Economía. Universidad Autónoma de Chile

El dilema que presenta esta pregunta es falso, naturalmente antes que el medio de procreación está el ser vivo. La gallina está primero. Este dilema lamentablemente se está planteando a nivel institucional en Latinoamérica. En términos institucionales la falsa pregunta es si la crisis de la política viene dada por una mala regulación (institucionalidad débil) o porque simplemente hemos descuidado la esencia de la democracia: los partidos políticos. Lastimosamente, antes que la regulación institucional, que incide en la eficiencia y calidad de la democracia, influye la percepción de los ciudadanos y en este sentido lo primero es la institucionalidad democrática, que canaliza el sentir ciudadano, es decir, los partidos políticos.

Los ciudadanos, y los medios de comunicación en nuestro país, tienen una marcada tendencia a desmarcarse de algo tan esencial como es la política en democracia. Erróneamente en Chile se ha promovido la protesta callejera, la violencia irracional por motivos aparentemente plausibles; pero en una democracia las reformas estructurales se llevan a cabo a través de los partidos políticos, que cada día están más debilitados en Latinoamérica.

La elección más relevante, como lo es la del Presidente de la República, en nuestro continente es una muestra más de este fatal deterioro. Los candidatos a la Presidencia representan solo apoyos marginales. Para cualquier persona sensata son “anti-candidatos”, pero los medios de comunicación los tratan cómo si realmente tuviesen el apoyo de la ciudadanía. Así se señalan insensateces como esta: el candidato “X” es apoyado por la ciudadanía porque tiene una intención de voto de un “16%”, y el candidato que le sigue tiene un “14%”, mucho más que un tercer candidato que tiene un “8%”.

La verdadera información es que no hay candidatos que la ciudadanía apoye. Esto es tan evidente que basta contrastar esta realidad con lo que sucedía cuando teníamos una democracia relativamente sana. Un candidato con estos porcentajes de apoyo simplemente no era tal. Todos los presidentes de Chile hasta ahora tenían una alta intención de voto, entre el 30 o 40%. Amén de coaliciones relativamente leales, que aseguraban la gobernabilidad.

Lo más complejo de todo esto es que el candidato –en las actuales condiciones-, ganada la elección, quiere ejecutar “reformas estructurales” sin ningún apoyo ciudadano, ni político. Un presidente en este escenario -que se replica en varios países de la región-, no contará con ningún apoyo legislativo. Es un pato cojo desde el comienzo. Pero continuamos con la ceguera y no nos damos cuenta del problema. Antes del huevo, antes de la institucionalidad buena, regular o mala, está la ciudadanía y el funcionamiento normal de la democracia, a través de los partidos políticos.

¿Qué es lo que se ha perdido en Venezuela, Argentina, o incluso Perú o Chile, antes de la debacle? ¿cuál el verdadero drama latinoamericano? El drama es que nos hemos dedicado a socavar a los partidos políticos, en lugar de ubicarlos en la posición que les corresponde: en la cúspide de la sociedad. Si no logramos que a estas colectividades lleguen los mejores y que sean las articuladoras de las instituciones republicanas, estamos echando a nuestras torpes democracias a las manos de la anomia y de futuras dictaduras (la anomía no dura para siempre).

Lo más triste de todo esto es que los países tienen los presidentes que se merecen, porque en una democracia los ciudadanos son los que eligen sus autoridades, y ello viene con un adosado, que tenazmente nos negamos a comprender, hay que participar, pero no sólo con el voto, sino inscribiéndonos en partidos políticos fuertes, éticos y eficientes. Y es acá dónde el reclamo del malestar ciudadano con la política y la realidad, amparado por los medios, denota torpeza, imprecisión y pobreza de análisis, los partidos políticos son una construcción básicamente ciudadana. En democracia la discusión, la lucha por el poder se debe dar en los partidos políticos, y si los ciudadanos dejan que se corrompan, entonces merecen la miseria que viene con ello y la democracia se transforma en el peor de los regímenes políticos, en pura demagogia y populismo.

.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.