SEÑOR DIRECTOR

Los últimos hechos ocurridos en la zona de Colchane (Región de Tarapacá) no pueden dejarnos indiferentes. Hemos sido testigos de la muerte de dos personas migrantes y hemos visto como otros cientos llegan con sus hijas, hijos y adultos mayores, desesperados, casi sin dinero tras ser estafados por bandas de tráfico de personas y sin las condiciones adecuadas para enfrentar el clima, con una única meta: encontrar una vida digna para sus familias

A partir de la experiencia que nos entrega el trabajo en terreno, que realizamos desde hace años en el norte del país, podemos afirmar que la situación de la zona no es nueva. Los problemas sociopolíticos y económicos que enfrenta Venezuela, que ya revisten el carácter de una crisis humanitaria sin precedentes, se han visto complejizados por la crisis sanitaria del Covid-19.

Llamamos a entregar una respuesta a la altura, es decir, no solo migratoria, sino que humanitaria. En ese sentido, debemos entender que la situación que enfrentamos es continental, por lo que parte de la solución debe ir en la misma línea, en coordinación con los países vecinos. A su vez, esperamos que esto impulse la firma del Pacto Mundial sobre Migración, que Chile aún no ha suscrito.

Relevamos los anuncios de control de la frontera, como un deber del Estado en pos del freno y sanción del tráfico, no obstante, es urgente que se establezcan coordinaciones intersectoriales con todas las instituciones (locales, provinciales, regionales, y nacionales), incluyendo a la sociedad civil, para proteger la dignidad y la salud de personas nacionales y migrantes. Y, finalmente, no podemos soslayar más, el desafío de avanzar a una sociedad de acogida, sensibilizada, que promueva y proteja los derechos de todos quienes habitan en nuestro país.

Waleska Ureta Cañas

Directora Nacional del Servicio Jesuita a Migrantes