Lobito es el junior de Diozel. Diozel todos los días le encarga a Lobito que compre dos pollos asados en el supermercado Montserrat de Vicuña Mackenna. Cuando lobito llega con los pollos, Diozel abre una hoja de diario y, sobre las noticias del día, deshuesa una a una las aves de corral: la carne es el alimento de los perros y gatos que se crían en las afueras de La Cuarta, el diario popular. Ay de quién mire feo a la perra Yoko también nombrada "la Paté", por lo gorda.

Además de los perros, Diozel ama a La Cuarta. Vive y muere por el diario. Muy pocas veces toma vacaciones y no perdona ni sábado ni domingo para revisar titulares como "Le hizo el amor a un rodamiento", "Micrero violó a cobrador humano" y "Dios mío" el día que cayeron las Torres Gemelas.

Su pasión desmedida le ha costado dos matrimonios y una vida dedicada a las historias ajenas.

La suya pasa de la comedia a la tragedia, sin transiciones. Del rock and roll y las plumas al luto y a la soledad.

Así es el principio: Diozel fue criado en la provincia de Cautín con leche al pie de la vaca por su madre, una profesora de educación básica cuyos alumnos eran en su mayoría mapuches. El hijo de la profesora leía lo que le pusieran en las manos. Cuando salía a caminar a veces se topaba con el león y quedaba tieso de miedo. Cuando volvía, su madre le tiraba las orejas: "te he dicho que no andes por ahí solo, Diozel".

Pronto dejaron el paraíso. Su familia del sur emigró a Concepción. Su padre, gerente de ferrocarriles, le dijo a su madre que ya no hiciera más clases. Entonces, la señora se dedicó a criar a su niño Diozel, "El Dios" al revés y con zeta.

El chico se encumbró en unos patines y jugó hockey de campeonato. Era malo. No le iba sobre ruedas. Hasta que un día mandó una carta al diario, comentando un partido. Estaba tan bien escrita que le ofrecieron ser columnista de deporte. Ya tenía quince años y un puesto en La Patria, que así se llamaba el periódico.

Nunca estudió Periodismo. Ni ninguna otra cosa. Todo lo que sabe, lo aprendió en la calle y tecleando en su Underwood. En La Cuarta, sus periodistas dicen que "El Dios es él", Diozel.

¿Qué milagro es éste que dio una entrevista?

No me gusta figurar, soy más humilde que Gardel, pero como somos vecinos, se la doy.

¡Cómo va a ser humilde si tiene nombre de Dios!

El nombre Dioz-el es un invento de mi madre. Quería ponerme "El Dios", pero como no se podía, invirtió las sílabas.

Llama la atención una madre que le pone Dios a un hijo, ¿cómo era ella?

Una mujer sin defectos que, cuando murió la mamá de una de sus alumnas mapuches, se la llevó para la casa y la crió como una hija más.

¿A usted cómo lo criaron?

Con mucho cariño. Como era el conchito fui muy regalón. Pasé mi infancia escondiéndome en las pampas de trigo. Hasta que murió mi papá y me preguntaron qué quería hacer de mi vida: yo dije, periodista. Y aquí estoy, tecleando todavía.

¿Usted escribe con esa máquina? (le señalo la Underwood que duerme sobre su escritorio)

Ahí escribo yo, como en la prehistoria.

Y el computador, ¿lo usa?

Pocazo, me da lata.

¿No se aburre de ser director por tantos años?

Mi jefe no me deja partir. Yo le digo: estoy cansado, jefe. Y la verdad es que no estoy tan cansado, sino cabreado.

¿De la rutina?

Del frío. Por mí, me quedaría acostadito leyendo y viendo tele. Cuando tengo que levantarme, me viene la lata.

Pero se levanta igual. ¿Le gusta la chuchoca?

No es que me guste, yo amo el periodismo.

Cuánto.

Por el periodismo, mijita perdí dos matrimonios. Pasaba mucho tiempo afuera. Todo mi tiempo era para el diario: de lunes a viernes, sábado y domingo.

¿Valió la pena?

No me arrepiento. Estoy orgulloso de titulares en los que arriesgué el pellejo. Al día siguiente que asesinaron a José Carrasco, el título principal de La Cuarta fue "Asesinado Periodista". Me llamaron una cantidad de colegas preguntándome si era huevón o me hacía.

Cuénteme sus aventuras en El Clarín, el diario "Firme junto al Pueblo".

Allí había una camaradería muy bonita que se emputeció el año 69 con Allende. Los que no eran allendistas se transformaron en enemigos. Fue una cosa muy dura.

¿Usted era enemigo?

Enemigo.

¿Lo echaron?

Renuncié. Y me fui a La Prensa, el diario de la Democracia Cristiana.

¿Se desilusionó de Allende o nunca fue allendista?

En la elección del 64, estuve en una gira con él, durante más de tres semanas. Lo veía todos los días, así que ahí me desilusionó por una debilidad humana que no es el caso señalar.

¿Una debilidad que usted vio o que intuyó?

Que vi varias veces. Y yo me preguntaba: ¿cómo este caballero va a ser Presidente?

Deme una pista: ¿era un asunto de faldas?

Faldas, desde luego: se sabía que era bien lachito, pero lo que le digo yo eran otras cosas que siempre han sido consideradas vicios.

¿El Golpe a usted dónde lo pilló?

En La Prensa. Antes, hubo una semana en que yo estuve con una patita en La Prensa y otra en El Clarín. Eso era absolutamente inmoral. En la mañana despachaba una portada pro-gobierno y en la tarde me iba a La Prensa y hacía una totalmente anti-marxista.

¿Conoció a Pinochet?

Una vez me dijo: "¿de dónde saca esas niñas tan buenas mozas?" Yo contesté: "son de mi harem". Se rió y se fue. Pero volvió: "Oiga, ¿me podría mandar un par de esas chiquillas a La Moneda?" Yo le contesté, delante de todos: "¿Y para qué, Presidente?". Todos los guardaespaldas me miraron con una cara de ¡este desgraciado! Hasta que Pinochet se rió y se dio media vuelta.

¿Qué le pareció el gobierno de Pinochet?

Todo lo bueno se estropeó con las barbaridades que se permitieron. Pinochet era como uno de esos huasos acampados, pero ingeniosos. Una vez dio un almuerzo en La Moneda para todos los directores de medios. Dijo: "Les voy a servir un vinito, muy bueno, así que espero que no se les hinche la boca".

Piola

El humor de La Cuarta ¿lo aplica usted en su vida diaria?

Si alguien me echa una talla, le contesto inmediatamente. Tiro tallas como reflejo condicionado.

¿Cómo son "Los cabros de La Cuarta"?

Antes había climas mejores.

¿Se le ha sublevado la redacción?

Afortunadamente creo que me respetan. A mí nadie se me pone por delante, y eso que no ando con el látigo. Una vez, los niñitos abrieron un blog y no le preguntaron a nadie. Al principio pensé que era para intercambiar opiniones… pero después se les pasó la mano.

¿Se armó un complot contra el jefe?

A los pobres editores no los dejaron buenos pa'ná. Y cuando me querían ofender a mí, ponían "el viejo" o "el canoso".

¿Usted se picó?

Eso no podía ser.

¿Era inmoral?

Era anónimo.

¿Usted les dice "los niños" a sus periodistas?

No. Les digo otras palabras.

¿Con voz de mando?

Nunca he podido andar a gritos. No parezco jefe, soy más bien piola. Creo que dos veces los cabros me han visto enojado. Bien enojado.

Cómo son ellos: ¿pelusones?

Son del pueblo. Hay algunos que salen de aquí y se van derechito a El Marino (El restorán de la esquina). Les gusta el copete, el leseo. Yo lo único que les pido es que no se les note. Que anden bien parados, sin escándalo.

Sus lectores son C3, gente trabajadora. ¿Para qué les sirve mantenerse informados?

Para no quedar como tonto ante nadie. Leyendo La Cuarta se está a caballo de las noticias más importantes. La Cuarta vende 170 mil ejemplares, pero se lee mucho más porque la vecina le presta el diario a la otra vecina y la otra a la otra. A la hora de la choca, en la contru, el diario pasa de mano en mano entre los maestros.

¿Por qué los ricos no leen La Cuarta?

Los kiosqueros me han dicho que cuando van los Pepe Pato a comprar el diario piden a viva voz "El Mercurio, pos hom" y luego, pa' callaito piden que les metan entre medio La Cuarta, sin que se note. Igual la leen. Disimuladamente.

¿Y usted qué es? ¿Un dandy o un pinganilla?

Clase media pura. No tengo amigos ABC1, uno o dos quizás. Mis amigos son tres abogados, tres contadores y ocho profesores. Los demás están todos muertos.

Vida de perros

¿Cómo es su vida fuera de la redacción?

Vivo en una parcela donde crío 25 perros y ocho gatos.

¿De dónde saca tanta mascota?

Van a botar las crías a mi jardín.

¿Qué ha observado del mundo animal que hay en su jardín?

He logrado captar profundas manifestaciones de inteligencia en los animales. Ellos planean algo y lo hacen, con método.

¿Tiene algún perro favorito?

Paso más con los gatos que están dentro de la casa. Ellos pueden circular por todos lados y tienen una pieza especial con baño y comida. Yo no me puedo ni sentar porque inmediatamente se me allegan y se suben al sillón o a la mesa, a ronronearme. Una sicóloga, ex señora mía, decía que los lazos que se dan entre los humanos no existen entre los animales.

¿Usted cree lo mismo?

No, todo lo contrario: la Lucy, el Tom y la Espumita son familia. Llegaron siendo unas guagüitas que después crecieron. Partió con la Lucy que tuvo un romance con el Tom: tuvieron cinco gatitos, se regalaron cuatro y quedó la Espumita, una gata muy flaca, que siempre está a régimen porque conserva la línea. Como es muy débil, los gatos la buscan para pegarle. Y la Lucy, donde esté, corre a defenderla, le aforra al que se le cruce, sea macho o hembra. Le tienen miedo. Es brava.

¿Qué encuentra usted en los animales que no encuentra en los humanos?

Un día llegó una perrita toda pelada a mi casa. La empecé a alimentar todos los días. Es una maravilla. Una perrita hermosa que tiene el pelo laaaaaaaargo. Se ríen en la casa, porque cuando llego, me queda miraaaaaaaaaaando con una adoración…

¿Sus perros son felices?

Los perros felices que tengo en la casa son los perros vagabundos, los que recogí.

¿Por qué son más felices los vagabundos que los cuicos?

Porque vivieron el lado oscuro de la vida, la pobreza, la miseria.

¿Vio el caso del abogado que se desmayó y se lo comieron sus propios perros?

No se lo comieron, lo mordieron no más. Y es lógico, porque cuando le da el ataque al corazón empieza a convulsionar. Los perros lo desconocieron: porque así no era su amo. Entonces lo mordieron.

¿A usted no le da miedo que lo muerdan?

No, ellos son puro cariño conmigo. Por las mañanas los tienen que afirmar para que me dejen subirme al auto, no les gusta que venga a trabajar.

A sus perros ¿les permite pololear?

Hubo bisturí para todos, porque sería desmedido el alboroto y crecería mucho la familia.

Y usted, ¿es enamorado?

Tuve un perro muy lacho y peleador. El Teletón. Yo fui Teletón también. Pero uno llega a una edad en la que no puede hacer leseras. Hace diez años que estoy muy tranquilo.

La tragedia

¿Qué vende más, la política o las chiquillas piluchas que pone en la portada?

La política no vende. El poto debe vender, pero poco. Lo que vende son las historias de las niñitas piluchas.

¿Las elige usted?

Nooooo, yo ya estoy saturado de niñas piluchas. No quiero ni verlas. Con la cantidad de años que veo niñas así, no me llaman la atención.

Ahora le gustan más tapadas.

Tapaditas.

¿Es cierto que en su juventud tenía amigas vedettes?

Cierto. Mis mejores amigas eran la Pitica y la Elba Ubilla. Amigas sin comillas. Yo ya ni veía el espectáculo, porque me lo sabía de memoria. Me quedaba en el camarín y ellas llegaban a cambiarse ropa. Yo veía cómo volaban las plumas mientras fumaba.

¿Cómo las conoció?

La Elba me sacó a bailar en el Capri. Le hice el peso con mambo y rock and roll. Nos dejaron bailando solos, en la mitad de la pista. Lo único que no me atreví a hacer, porque ella era cototuda, fue deslizarla entre medio de las piernas y de una cadera a otra. Le tuve miedo.

¿Usted salía todas las noches?

No me daba el cuero. Si hubiera terminado curado todas las noches, ¿quién me levanta al día siguiente? Trasnochaba con muy poco copete, había que trabajar.

¿Cuántos años tiene? ¿73?

Por ahí.

¿Cómo lo hace para mantenerse vigente?

Todos los días hago una suerte de examen a mi memoria de largo, mediano y corto plazo. Así, paso por mi infancia, mi juventud y mi actual vida. Sería patético que de repente descubriera que tengo Alzheimer.

Dígame qué recordó hoy.

A una polola bonita y una pelea de barrio.

¿Celebra sus cumpleaños?

La leyenda negra dice que la Adelma, una secretaria que tuve, trajo un día una torta para celebrar mi cumpleaños. Mienten cuando dicen que le pedí que se metiera la torta donde mejor le cupiera. No fue así: sólo le dije que no me gustan los cumpleaños.

¿Por qué?

No me gusta lo dulce.

Qué fome.

Cuando chico me gustaba más el Año Nuevo que la pascua. Pero desde hace un tiempo ya no le hallo ni un brillo a ninguna fiesta.

¿Qué le pasó?

No tengo nada que celebrar. Mi hijo Marcelo se suicidó hace 5 años. Una noche me llama mi hijo menor y me dice que Marcelo está en el hospital… que se había pegado un balazo. Cuando llegué, ya había muerto. No había nada que hacer. ¿Por qué los padres se enteran tan tarde? ¡Todo el mundo sabía que Marcelo tenía depresión menos yo!

¿No hablaban?

Hablábamos, pero nunca me habló de su tristeza. Todo lo contrario. Mi hijo era siempre muy chispeante, muy jovial, muy dueño de las fiestas. Pero mi otro hijo ahora me cuenta que a veces estaba en un pub o en una disco y Marcelo, entre risas y baile, desaparecía. Lo empezaban a buscar y lo encontraban en un rincón oscuro, pensando.

¿A qué le daría vueltas?

Nunca lo sabremos. Yo no quería creer que se había pegado el balazo, pensaba que me lo habían matado. Pero no: se suicidó.

¿Dejó una carta?

Antes había escrito una carta a su hermana gemela, porque eran inseparables.

¿Ha soñado con él?

Sólo dos veces. Han sido sueños muy agradables. Otras noches me he quedado pensando en él, pero no he podido soñar. Mientras, leo de cuestiones sobrenaturales, no sé si me estaré poniendo cucú.

Quizás inconscientemente quiere contactarse con su hijo, es normal.

Un día en la parcela dicen que vieron la sombra de un cuerpo envuelto con una sábana blanca y desapareció. Todos quedaron tiritones. Era él.

¿Qué le pasó a su vida después de esta tragedia?

Se partió en dos. Pero cuando estoy acá, en La Cuarta, se me olvida todo. Casi todo.