Paula 1176. Sábado 20 de junio de 2015.

Un día de marzo del año pasado hubo alerta de tsunami en Valparaíso. Venía recién instalándome en un edificio refaccionado del puerto y con la luz cortada en toda la ciudad y las sirenas de los barcos ululando, sentí miedo. Así que, desde el balcón que da al mar y al puerto, llamé a la Nilda, mi vecina del edificio y la única persona que conocía en mi nuevo barrio.

–¿Nilda, acá no llega la ola, cierto?

–No, quédese tranquila. Y si tiene mucho miedo, más tarde puede venir a dormir a mi casa.

Alguien que estaba con ella le preguntó que quién tenía miedo. Y Nilda le dijo: "Tu vecina". Así, desde el balcón de la casa de al lado alguien apareció y me gritó:

–¡Vecina, véngase para acá!

Era Giorgio Jackson que también venía llegando, pero no como un ciudadano cualquiera, sino para asumir como diputado de la República.

"Dios existe", digo y agarro mi linterna, una especie de lámpara que incluye radio. Así, iluminada por los tubos fluorescentes con energía propia, llegué a la casa de Giorgio, a tientas. Allí había más gente. Recuerdo que el flamante diputado vestía una camisa blanca de botones llamativos. Lo acompañaban en su departamento los asesores y su periodista. Todos muy cariñosos con la desconocida: yo.

Esa noche, Giorgio no solo me invitó a que capeara el miedo con ellos, sino que también me invitó a cenar. Arroz. No tenían otra cosa. O bueno sí: kétchup. Todo en la ciudad ya estaba cerrado, así que tampoco podíamos salir a comprar. Así que volví a mi casa por una palta que tenía y una botella de vino común. Y eso fue todo: arroz con ketchup, palta y vino tinto. Conversamos de cosas triviales, de lo que se conversa cuando hay corte de luz en una ciudad. Ya era tarde, volví a mi casa, pero olvidé la linterna. "Mejor" –pensé– "así tengo una excusa para volver".

Acá, en el Cerro Artillería, las vecinas siempre hablan de Giorgio. Lo encuentran un cabro "modelo", "el yerno de Chile". Pero no les gusta que se haya pelado y a veces consideran que ha bajado demasiado de peso. Aunque se le ve poco, Giorgio saluda siempre contento y nunca anda solo. Se queda en el barrio de martes a jueves, cuando son las sesiones en Valparaíso. El resto del tiempo, duerme en su departamento de Recoleta, en Santiago.

El Año Nuevo lo pasó acá con su gente. Mi hermana chica –que había venido también a celebrar conmigo– quedó feliz de brindar por el balcón con Giorgio y los demás. Mi madre lo miró de reojo: "Es jovencito, ¿ah?", dijo. En la calle, Giorgio es como un rock star, pero un rock star cercano. La gente se le acerca y él contesta preguntas o sonríe. También desconfía. Desconfía de los periodistas, porque aprendió las mañas de esta profesión. Pololea con una periodista desde hace tres años.

La linterna sigue en su casa. Esta semana iré a buscarla. Hay noticias de las que conversar: un civil mató a dos estudiantes tras las marchas de la cuenta pública de la Presidenta, el guanaco dejó con daño neurológico al estudiante PUC Rodrigo Avilés, luego de botarlo al piso. Además, hay paro de profesores por las reformas en la carrera docente y se aprobó la ley de inclusión escolar, un avance en la reforma educacional que pone fin al lucro, al copago y a la discriminación por selección al entrar a los colegios subvencionados por el Estado.

¿Qué pensará de todo esto mi vecino?

Le pregunto y me invita a almorzar, esta vez, frente al Congreso, algo más que arroz.

–Yo te invito–, dice.

–Porque ganas 8 millones–, ironizo.

–No solo por eso, sino porque no suelo aceptar invitaciones a comidas.

–¿Por qué?

–Porque es lobby.

–Es feroz la plata. Me intimidan los 8 millones que ganas.

–Son 9 millones brutos, porque lo reajustaron.

–Chuta.

–Menos impuestos y descuentos, queda en 6 millones y medio líquidos, eso sí. La mitad la uso para mejorar el trabajo legislativo y, el resto, lo entrego a Revolución Democrática, el movimiento que represento.

En el restorán Orígenes, frente al Congreso, pide carne con puré y agua. Es un restorán sencillo; él tiene hambre, le traen pan. Le pregunto por Rodrigo Avilés, el estudiante atacado por el chorro del guanaco. Giorgio lo fue a acompañar al Hospital Van Buren. Y le ofreció a la familia su departamento, aunque ellos finalmente no lo usaron.

"Él es un cabro súper bueno, inteligente, con quien teníamos algunas diferencias de estrategia, pero en el fondo pensamos lo mismo. Rodrigo podría haber sido cualquiera de nosotros. A mí eso me para los pelos, que cualquiera puede caer. No estamos a salvo".

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¿A ti te ha llegado el guanaco?

Sí. Es muy normal que llegue. Es agua con lacrimógena que te deja todo irritado. La piel se pone roja, no puedes respirar. Una vez me llegó para una marcha del 11 de septiembre. Era 2012, yo estaba con un lienzo caminando por Recoleta, llegando al Cementerio General. De pronto, nos empujó con fuerza el chorro y nos protegimos con el lienzo. Un centímetro más o uno menos, y te bota al piso, te golpeas la cabeza en el suelo y es otra la historia.

¿Está más violenta la represión contra los estudiantes o siempre ha sido violenta?

El procedimiento estándar es violento.

¿Sales a protestar todavía?

Sí, solo que me voy antes de que comience el mambo.

Y antes de ser diputado, ¿cómo era?

Cerrábamos los actos, entonces veíamos cuando empezaban los desmanes. Ahora estoy solo la primera hora de la marcha y después me voy, porque tengo que venir a votar. Aunque se ocupe una sola vez la fuerza, pueden ocurrir cosas tan graves como lo de Rodrigo Avilés. Creo que hay que revisar los procedimientos y asumir responsabilidades. Lo que hizo Carabineros es inaceptable y una vergüenza. No puede ser que echen a un pistonero y se mantenga la cadena de mando. ¿Qué pasará con los procedimientos para las próximas marchas? ¿Cómo forman a la policía en las escuelas?

¿En qué has aportado tú para que estas leyes, que permiten esta violencia, se modifiquen?

Tuve la oportunidad de intervenir en la comisión sobre la formación y protocolo del actuar de Carabineros.

¿Qué opinión tienes de las Fuerzas Especiales?

Muchas veces van tan enajenados como los encapuchados. Están descontrolados. Respiran agitados, es una batalla súper poco racional y la fuerza policial debiera estar por sobre eso: actuar con estrategia, de manera inteligente, proteger a quienes se están manifestando pacíficamente. No digo que sea fácil.

Esta violencia, ¿frena o empuja al movimiento estudiantil?

Lo une, como hace mucho tiempo no lo unía, eso es emocionante. Porque el movimiento no quiere que haya represión ni quiere que exista una persona con una pistola que mate a dos chiquillos.

¿Te relacionas con los dirigentes estudiantiles actuales?

No con la frecuencia que me gustaría. Acá estamos llenos de pega y también –me imagino– hay escepticismo de juntarse con nosotros.

Acá, las vecinas siempre hablan de Giorgio. Lo encuentran un cabro "modelo", "el yerno de Chile". Sin embargo, no les gusta que se haya pelado y a veces consideran que ha bajado demasiado de peso. Aunque se le ve poco, Giorgio saluda siempre contento y nunca anda solo.

¿Te ha cambiado mucho la vida siendo un honorable?

No me gusta la palabra honorable, eso hay que ganárselo. Y yo no creo haber cambiado tanto. Los demás son los indicados para decir si he cambiado o no: mi familia, mis amigos, mi polola, mi equipo de trabajo, mis compañeros de militancia. Estoy luchando por las mismas cosas que luchaba desde 2011 cuando era líder estudiantil. Eso me tiene tranquilo, motivado. La trinchera es distinta, es otro espacio. Las tácticas y las herramientas para buscar los mismo fines son distintas. Tenemos un equipo de trabajo, redactamos proyectos de ley, antes no hacía eso. Con los medios de comunicación también es diferente el tratamiento.

¿Cómo así?

En 2011 tuvimos tanta exposición y nos equivocamos tanto, que aprendimos. Éramos torpes para manejar una conferencia de prensa, la hacíamos muy larga, entonces los periodistas agarraban la cuña que querían. Tuvimos tantas entrevistas y tanto feedback en las redes sociales de esas entrevistas, que fuimos entendiendo cómo hacer llegar mejor el mensaje. Siempre es mejorable. Para qué hablar de lo que pasó en Vértigo con Bonvallet.

¿Aprendiste del encontrón que tuviste en pantalla?

Sí, aprendí mucho.

Su aprendizaje lo resumió en 6 tweet, escritos en su cuenta @GiorgioJackson. "Uno: Ayer estuve en @VertigoCanal13. Clara% es 1 riesgo ir a hablar d política a programa d farándula, pero d todas las experiencias se aprende. Dos: Reiterar q no cobré un solo peso por asistir @VertigoCanal13, pero siempre hay gente que prefiere mentir y sembrar la duda. Tres: Sobre polémica, no quiero caer en ataques personales. Es conocido q nos la hemos jugado x bajar sueldo parlamentario. Y seguiremos así. Cuatro: En vez d criticar a quienes queremos bajar dieta parlamentaria, ojalá nos ayudaran a convencer a quienes se oponen. Cinco: Estoy en política x ideales colectivos d cambio, no para enriquecerme. Solución es q se nos paguen menos, no sólo donar (cosa q = hago). Seis: En ese sentido, gracias x los incontables mjes d apoyo a través d redes, y tb a los tirones d oreja x exponernos así. Seguimos aprendiendo", anotó en la red del pájaro azul.

Acto seguido, publicó un video donde pide menos sueldo para los diputados y, al final, en tono de broma le dice a Boric: "Necesito que me abrací".

LAS DIEZ LUCAS

¿Has ido cumpliendo las metas que te propusiste cuando decidiste ser diputado?

Hay algunas que hemos cumplido, pero falta un montón. Somos como los alpinistas que van clavando roca a roca una meta distinta. Cumplimos una y vamos a la siguiente.

¿Siempre quisiste ser diputado?

Al principio no, pero después me hizo sentido. A mí me gusta mucho el activismo, activar causas. Activar conciencias en pos de una causa. Por ejemplo, en entender la educación como un derecho. Nosotros hicimos eso. Con la rebaja de la dieta parlamentaria, estamos haciendo lo mismo.

¿Cómo lo haces?

Junto firmas, levanto infografías, hago videos, informo a la gente. Eso es hacer política, pero nunca me imaginé hacer eso desde un cargo de representación parlamentaria.

¿Qué te habría gustado ser en vez de diputado?

Tener una ONG. No me gusta ser yo el que, entre comillas, cambie las cosas, sino que toda la gente haga una presión tal, que sea más fácil cambiar las cosas, si no yo me voy a convertir en un llanero solitario y eso me carga.

Y ¿en qué minuto el ingeniero se convirtió en político?

No he dejado de serlo, aplico mucho la ingeniería en mi trabajo. Desde la gestión de equipos hasta la aplicación de tecnología para los procesos. Para todas las discusiones económicas me sirve mi base matemática. Las discusiones sobre ciencia me apasionan, me quedo pegado. Todo eso lo sigo haciendo. No existe un trabajo en el que me pueda realizar más que en esto. Me siento pleno. No significa que sea para siempre. Y tampoco creo que la profesión defina la actividad que uno va a hacer siempre. Es un set de herramientas que te habilitan para ponerte al servicio de una causa. Esto es poner todas mis capacidades, mi esfuerzo y mi tiempo hacia un objetivo que es social. Me apasiona, pero distinto es el resultado, no siempre me va bien. Es como que te encanta jugar fútbol y pierdes siempre. Eso me pasa con los proyectos de ley que perdemos.

¿Pierdes mucho?

A veces empatamos y hemos ganado algunas cosas.

Cuando partiste como dirigente no te podías dar el lujo, según tu familia.

Es que mi mamá estaba sin pega, con cabras chicas en el colegio. Mi otra hermana ya había empezado a trabajar y estaba aportando para la casa. Yo estaba estudiando con crédito y que chuteara un año más los aportes que pudiera dar a la familia generó un poco de tensión. Nadie cuestionaba el valor de dedicarse a estas actividades, lo encontraban súper bacán, pero me decían, "hazlo después". Al final, dudas más dudas menos, nunca más cuestionaron. Siempre se consideró la decisión correcta.

El primer aporte para tu campaña fue tuyo, de 300 mil pesos y después de tu madre que puso 10 lucas. ¿Creía o no en ti?

Ella tiene que haber transferido primero diez lucas, pero después transfirió más. En la campaña mi mamá ya estaba súper embalada, pecho inflado de que yo pudiera participar de las decisiones del país. Compartíamos los objetivos.

El resto fue dinero donado por particulares como Max Marambio, Esperanza Cueto, Alejandro Guillier.

Están todos los nombres publicados en la página web, no hubo fondos reservados, yo me negué terminantemente a que una empresa nos donara dinero. Esto no podía ser a la antigua y mucha gente se sumó.

¿Cómo te llevas hoy con los diputados?

Hay diputados y diputados. Trato de sacarme los prejuicios hasta que se transformen en juicios. Me gustan las relaciones genuinas. Hay algunos con los que no me relaciono porque no tengo afinidad. Algunos son aliados y otros para nada.

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"Este es el momento en que más desconfío de todos mis colegas, por el tema del financiamiento. No tienes idea en quién de verdad puedes confiar. ¿Puedes poner las manos al fuego por alguno? Difícil. Eso genera un clima extraño".[/caption]

¿Desconfías?

Este es el momento en que más desconfío de todos mis colegas, por el tema del financiamiento. El bicho de la desconfianza es tal que los metes a todos en un mismo saco. No tienes idea en quién de verdad puedes confiar. ¿Puedes poner las manos al fuego por alguno? Difícil. Eso genera un clima extraño.

¿Te miran muy feo porque quieres bajarles el sueldo?

Al principio fue terrible. Llevábamos menos de un mes en ejercicio y presentamos este proyecto. Éramos diez parlamentarios y otros diez más que apoyaban la causa de distinta manera, pero no alcanzaron a firmar porque diez era el máximo. ¿El resto? Nos tiraban tallas cuando pasábamos por el lado.

¿Tallas pesadas?

Sí, había un disgusto porque les exponíamos sus contradicciones. "¡Qué se creen estos cabros de mierda que vienen acá a hacerse los choros!". Ese era el tono. Les disgustaba la forma, porque nosotros fuimos bien confrontacionales. Fuimos al choque: "Es impresentable", "es una vergüenza lo que ganamos".

¿Pero qué les gritaban?

Mira, nos gritan tantas cosas que ya no sé qué decirte. Gritan, pero no se escucha, porque no está el micrófono prendido. A Boric le han gritado: "cállate guatón culiao".

No.

Sí. O: "¿qué se creen pendejos?".

¿Esto de ser más joven, en este caso, es una desventaja o un valor?

Tiene de las dos cosas. La inexperiencia nos hace equivocarnos. Al principio, me picaba porque cerraban el debate y no podíamos hablar. No conocíamos los códigos. Si tienen mayoría no puedes intervenir. Y nos quedábamos con intervenciones conflictivas, al hueso y se las arreglaban para pedir el cierre del debate. No alcanzábamos a hablar. Eso nos pasó un par de veces. Después aprendimos a inscribirnos antes para agarrar turno para hablar.

¿Hay mucha ausencia de parlamentarios?

Mucha. Mucha.

Y tú, ¿vas a menudo?

Tengo 100% de asistencia. Somos 15 parlamentarios los que tenemos 100% de asistencia. No diría que es lo más importante, pero es un piso que hay que cumplir. Es una de tus responsabilidades. Eso no significa que eres mejor o peor parlamentario. Pero en la discusión de la ley hay que estar.

Qué impactante tu 100%.

Dos veces llegué atrasado a una comisión. Un minuto. Y declararon fracasada la sesión y tuvimos que pagar multa de 80 lucas porque fracasó la sesión. Hay algunos que ponen el dedo para marcar presencia y no están en toda la sesión.

¿Y dónde están?

En su oficina. Hay veces en que uno tiene que hacer trámites fuera de la sala, que también son parte de tu labor, pero hay algunos que se encierran en su oficina y bajan cuando hay que votar. Se supone que el espacio de interacción de ideas, debiese ser la sala, aunque todos llegan con sus ideas preconcebidas. Hay intervenciones que son mecánicas, fomes, sin emoción. Pero hay algunas que te hacen pensar. El trabajo más en serio se da en las comisiones. Lejos.

La ley de inclusión escolar, recién aprobada, ¿es suficiente? (Fin al lucro, copago y selección).

Nadie puede decir que es suficiente, pero es un giro importante en la política educativa. Peleé harto para que saliera; contra viento y marea. Tuvo muchos detractores ideológicos y de quienes detentan los privilegios.

¿Confiabas en Eyzaguirre?

Peleamos, tuvimos diferencias. Le votamos cosas en contra. El proyecto, en grandes términos, lo comparto. Sumados a los proyectos que vienen ahora, será un antes y un después de la educación chilena. De verdad lo creo.

¿La bancada estudiantil vota parecido?

Tenemos muchos objetivos en común, pero no votamos en bloque. En Revolución Democrática fundamentalmente queremos cambiar el binominal y la Constitución, para que la política sea menos elitista. También cambiar las reglas tributarias para que haya más plata y cambiar las reglas en educación para que no haya discriminación; esa es la agenda central. Hasta enero todo iba muy bien.

Como una taza de leche…

Hasta que vimos toda la corrupción y tráfico de influencias que tienen enredado a todo el país.

¿Te sorprendió?

No tanto. No me sorprende que exista gente que burle las reglas para conseguir sus fines. Eso existirá siempre. Lo que sí me sorprendió fue la desfachatez con que se comunicaba lo contrario. ¿Cómo Sebastián Dávalos y su esposa nunca se preguntaron si esto podría dañar el proyecto en el que estaban inmersos? ¿Cómo pensaron que esto era una actividad normal? ¿Alguna vez lo pensaron? Realmente me intriga. En el caso de SQM lo más penca para mí fue saber que gente que luchó contra la dictadura –de los que siempre estaré agradecido porque lograron que nuestra generación creciera en democracia–, le haya ido a pedir plata a Ponce Lerou. Es algo que no me cabe en la cabeza.

EL PADRE

En 1986, cuatro meses antes de que naciera Giorgio, su padre Kennet Jackson sufrió una hemorragia cerebral que lo dejó en coma durante seis meses. Cuando despertó, no pudo moverse ni hablar. Giorgio creció con este padre comunicándose a través de gestos, abrazos y apretones de manos. Él entendía todo, pero no podía sacar la voz. Hasta que, a comienzos de este año, Kennet murió y Giorgio alcanzó a despedirse, con la mirada.

¿Qué fue lo último que alcanzaste a decirle a tu padre?

En enero tuvo una complicación pulmonar y los doctores decían que se iba a morir esa noche. Y no se murió. Yo estaba en Santiago y me vine a primera hora del día siguiente con mi hermana. Y al día siguiente estaba perfecto. Pero los doctores habían dicho que no había vuelta atrás. Ese momento para mí fue importante: fue una despedida. Él no quería más guerra. Si la eutanasia hubiese sido posible en Chile, mi familia habría discutido esa posibilidad.

¿Lo habrías aceptado, si tu padre hubiera pedido eutanasia?

No podría ser capaz de oponerme a una solicitud como esa. No soy quién para obligar a una persona a arrastrar una carga como esa. Uno no puede obligar a nadie a vivir una agonía ni una enfermedad terminal que te va comiendo por dentro. Debiera ser un derecho elegir cómo morir.

¿Recuerdas más de ese día?

Nos miramos sabiendo que esa era la despedida.

¿Con quién vives ahora en Santiago?

Con mi polola, hace un mes, pero mis abuelos no saben. Eso puede ser un conflicto, porque no les gustan las parejas que viven juntas cuando no son casados, pero lo sabrán tarde o temprano.

¿Y recoges la toalla y bajas la tapa del baño?

¡Oh, la toalla!

Acá en el edificio en Valparaíso quedó la escoba porque olvidaste cerrar la llave.

Fue así: cortaron el agua porque están arreglando las calles y un día se echaron una cañería. Alguien de nuestra casa abrió las llaves de la conexión donde debiera ir una lavadora, aunque no tenemos lavadora. Esa llave quedó abierta. Tiempo después de que dieron el agua, me llamaron para decirme que estaba la embarrada porque estaba cayendo agua por todo el edificio. Quedó la cagada. Llovía desde la escalera hacia tres casas para abajo.

Se cayó la lámpara de lágrimas de una vecina también.

Tuve que ponerme con los arreglos.

¿Te pasan mucho esas cosas, desde que vives solo?

También he sido víctima de los vecinos. Al que vive arriba se le echó a perder una cañería y me abrió todo el techo. La semana pasada llegó al edificio una cuenta del gas con la dirección del diputado: "corte en trámite", dice.

Mira aquí un backstage de la sesión de fotos de Giorgio Jackson.