Paula 1120. Sábado 27 de abril 2013.

Karen Mariángel (30) y Gustavo Delgado (35), padres primerizos, están expectantes en la oficina del director. Ya han recorrido el patio y las piezas de esa sala cuna ubicada en Providencia, han observado la dinámica de las tías con los niños y han revisado el proyecto educativo. Les gusta el lugar y les parece apropiado para dejar a Anita, de 10 meses, ahora que Karen –que es profesora de lenguaje– tiene que volver a trabajar. Karen y Gustavo intercambian una mirada cómplice y luego miran al director, atentos.

–Lamentablemente no quedan vacantes– lanza el director. Luego agrega: –No sacan nada con llamar porque hay muchos niños esperando un cupo y es casi imposible que la lista corra.

Karen se rió. Era eso o llorar. No podía creer que luego de toda esa parafernalia le cerraran la puerta en la cara. La pareja se fue decepcionada, pero en ningún caso sorprendida.

Los recientes resultados del Censo 2012 revelan que cada vez nacen menos niños en Chile (la cantidad de hijos por mujer bajó a 1,45), pero la demanda por los servicios de salas cuna ha aumentado progresivamente. Un fenómeno que se explica, en gran parte, porque la tasa de participación laboral femenina subió de 39,8% en el año 2000 a 43,5% en 2011 y las mujeres superaron el promedio de 10 años de escolaridad, según la encuesta Casen.

Para ellas, el desafío es ahora encontrar un lugar que les permita volver con tranquilidad a sus trabajos, sabiendo que sus hijos están en buenas manos.

La sala cuna se enmarca en el primer ciclo de la educación parvularia chilena y recibe a niños entre cero y dos años para su cuidado y estimulación temprana. Para esto, explica Doyna Illmer, jefa de la carrera de Pedagogía en Educación Parvularia de la Universidad Católica, se necesita un espacio donde los niños se sientan seguros y sus necesidades básicas sean atendidas, como la muda, la alimentación, la estimulación temprana y el descanso. Aunque la sala cuna no es lo mismo que un jardín infantil (que recibe niños de los tres hasta los seis años), en la realidad los dos espacios generalmente funcionan en conjunto.

Según la encuesta casen la asistencia a salas cuna creció de un 23,3% en 2009 a un 29% en 2011. el problema es que el aumento de la demanda no va a la par con la oferta. Hay pocas salas cuna, mal distribuidas, de calidad demasiado variable y escasamente fiscalizadas.

En Chile, el servicio público de sala cuna es otorgado por la Junta Nacional de Jardines Infantiles (Junji) y la Fundación Integra, enfocándose en los sectores más vulnerables de la población. Por su parte, el sector privado es fiscalizado por la Junji a través de empadronamiento o "Rol Junji", el que certifica si el jardín cumple los estándares de calidad establecidos por el Estado. Los jardines solo pueden postular a éste una vez que obtienen el servicio sanitario del municipio y, como es voluntario, un número importante de salas cuna funcionan sin el empadronamiento.

Para muchas madres trabajadoras la sala cuna es su única alternativa. La actual ley obliga a las empresas con más de 20 trabajadoras a proporcionar un espacio de sala cuna para sus empleadas o a costearla si no cuentan con una. Sin embargo, no costea ningún tipo de cuidado alternativo, como una nana. Por esto, uno de los principales desafíos del nuevo proyecto de postnatal es que si se les exige a las empresas con menos de 20 mujeres otorgar dicho beneficio (son 80% según una encuesta de la Dirección del Trabajo), el universo de niños que requerirá de una sala cuna aumentará.

Karen y Gustavo buscaron días enteros por internet. Consideraron recomendaciones de amigos, revisaron en el sitio de Junji. "Tenía en mis favoritos de internet la sala cuna que me gustaba más", confiesa Karen. Cuando estuvieron listos, comenzaron a llamar y concretar visitas. Para su sorpresa, algunas les decían de inmediato que no había cupos y otras les anunciaron, después de mostrarles el lugar, que no había vacantes. Acto seguido, les ofrecían anotarse en una lista de espera y avisarles si se desocupaba un espacio.

Karen veía como se acercaba el momento de volver a trabajar, y ninguna de las salas cuna (incluso aquellas que no cumplían completamente con sus expectativas), tenían cupos disponibles: "Pasas por un proceso de mucha angustia. Nunca nos imaginamos recorriendo la comuna en busca de una sala cuna, horas llamando por teléfono, y que en todos lados te digan 'no tenemos cupo' o 'tenemos uno pero tiene que matricularla ahora para asegurarlo'. Y uno se frustra porque no los está postulando a la universidad, ¡si van a dormir, comer y jugar!".

A la periodista Adriana Tapia (33) le pasó algo parecido cuando en febrero buscó una sala cuna para su hija de siete meses. Su pediatra le recomendó que buscara con anticipación para seleccionar la mejor, pero cuando comenzó la búsqueda, la calidad pasó a segundo plano: recorrió todas las salas cuna cercanas a su casa hasta que, agotada, encontró una con solo un cupo. El problema fue que cuando les dijo que necesitaba empezar en unos meses más, y ellos le respondieron que debía pagar la matrícula y los meses hasta que la guagua llegara, porque había más gente interesada. "Pagar 140 mil de matrícula y 215 de mensualidad teniendo a la niña en la casa me parecía una locura, así que postergué la búsqueda. Fue muy decepcionante", dice.

Tanto Karen como Adriana buscaban sala cuna en Providencia, una comuna que hasta hace unos años se caracterizaba por ser en su mayoría de adultos mayores, pero donde cada vez llegan más parejas jóvenes. Lo mismo sucede en Ñuñoa, donde la explosión inmobiliaria de los últimos años hizo que numerosas familias que recién comenzaban a formarse se trasladaran a la comuna.

Sergio Urzúa, investigador en temas de educación del Centro de Estudios Púbicos (CEP), analizó el año 2011 la demanda de jardines y salas cuna del sector público. El programa "Chile Crece Contigo" de la ex presidenta Bachelet representó grandes cambios en esta área: la cantidad de salas cuna creció de 708 a 4.200, mostrando un crecimiento de casi 500%. Sin embargo, Urzúa detectó que en muchos lugares los niños se quedaban sin cupos: "Si sumas los números totales lo más probable es que la oferta calce con la demanda, pero la oferta está mal distribuida en la ciudad. Entonces, hay lugares donde la matrícula declarada excede la capacidad total de cupos ofrecidos".

Algo parecido sucede en el sector privado. En algunas comunas simplemente no hay cupos para todos los niños, como Santiago, Providencia, Ñuñoa; y en otras, aunque es posible encontrar, son pocos y hay que asegurarlos rápidamente, como Las Condes o Vitacura. Las zonas más afectadas son las que concentran a parejas jóvenes y una gran cantidad de oficinas, con madres que quieren tener a sus niños cerca del trabajo.

Solo en Santiago hay 422 jardines y salas cuna particulares empadronadas por la Junji, además de 237 que no se han empadronado. De las empadronadas, que la mayoría de los padres escoge en parte porque son las que la ley les exige a los empleadores, más de la mitad está en un nivel medio, según la evaluación de la Junji, y solo 20% en un nivel alto.

Por esta misma razón el gobierno, junto con aumentar la subvención de salas cuna en 10%, envió un proyecto al Congreso donde se elevan las exigencias para ellas, incluyendo reglamentos internos, acciones ante conductas que afecten la seguridad de los niños (como abusos sexuales o maltrato infantil) y requisitos mínimos de infraestructura.

Actualmente la capacidad de las salas cuna de Junji e Integra es de 75.665 cupos y para este año Junji proyecta aumentarla en 2.100, mientras que Integra, en 543. "Esto demuestra la importancia que nuestro gobierno ha dado a la educación inicial, considerándola como la etapa más determinante del desarrollo", explica María Francisca Correa, vicepresidenta ejecutiva de la Junji. El requisito para postular es encontrarse en situación de vulnerabilidad de acuerdo a la ficha de protección social.

Al otro lado de la moneda, las salas cuna particulares no son baratas. Cuestan entre 200 mil y 300 mil pesos por jornada completa, a veces, más. El problema es que se paga mucho, pero no está muy claro por qué se paga. "La pregunta es si las familias saben cómo exigir una educación de calidad. Aún existe mucho esa política de la guardería y el mercado es todavía muy poco profesional", dice Urzúa, investigador de CEP.

Los jardines infantiles y salas cuna del sector privado son fiscalizados por la JUNJI a través de empadronamiento o "Rol Junji", el que certifica que cumple los estándares de calidad establecidos por el Estado. Como es voluntario, el número importante de salas cuna funciona sin el empadronamiento.

UNA PARA CADA PADRE

Beatriz Tejos es la directora de Chapo, una sala cuna de Providencia (casi en el límite con Ñuñoa) que ella misma admite está "sobredemandada". Dice que no hacen publicidad y en su página web ni siquiera sale el teléfono, pero su proyecto educativo y el boca en boca la han hecho muy popular. "Yo no planteo que hay lista de espera", dice, pero les ofrece avisarles si ante una eventualidad se genera un cupo.

En Chapo se juega con muñecas chilotas, los niños tienen acceso a un vivero y la sobredotación de personal que tiene en todos los niveles es un imán para los padres. Tanto, que llegan mujeres embarazadas a reservar su cupo: "Una mamá que ya había tenido a un niño acá vino un par de meses antes del parto para pedirnos que le guardemos un cupo. Es raro, pero pasa".

Otro jardín en similar situación es The Garden College, ubicado en Francisco Bilbao con Condell. Su directora, Carolina Urízar, tiene claro que el sector Italia-Bustamante está colapsado, pero dice que igual se da el tiempo de recibir a todos los papás y anotarlos en la lista, si quieren: "los papás me llaman y me dicen 'por favor dime que sí hay cupo'. Yo les digo que en invierno hay más posibilidades, porque muchos niños se van por enfermedad, pero no puedo hacer más". Por eso, ahora está en proceso de ampliación del jardín, para recibir a más niños.

Incluso, algunas salas cuna, para filtrar la gran cantidad de madres que piden ser anotadas en la lista de espera, las separan entre las que vienen recomendadas por mamás que ya tuvieron a sus hijos en la sala cuna y las desconocidas. Una red de recomendaciones, como sucede en muchos colegios.

Dentro de este universo de padres exigentes y salas cuna copadas, una de las alternativas son los jardines Vitamina. Tienen 54 sedes y destacan porque algunos incluso funcionan en horario continuado, pero algunos padres desconfían de ellos por su alta rotación de profesionales. También los colegios están entrando lentamente en este mercado con los "Toy Groups", que reciben a niños menores de dos años, como es el caso del Santiago College.

Sin embargo, para los padres, aunque estas exigencias son importantes, también hay una cosa de "guata", de gusto y de estilo educativo. Entre estos últimos, los tres más populares son High Scope (de corte más académico), Montessori y Waldorf (enfocados en un aprendizaje libre y a través de las emociones).

Benjamín Berger (37), actor y realizador audiovisual, y Lydie Noury (40), profesora de la Alianza Francesa, escogieron una sala cuna Waldorf para su pequeño hijo de tres meses. Queda a una cuadra de su casa, en Ñuñoa, y aunque aún no puede entrar, primero porque solo aceptan guaguas desde los seis meses y, segundo, porque no hay cupos, ya la anotaron en la lista de espera. "Las otras salas cuna eran demasiado tradicionales y esta nos pareció mucho más atractiva. Ahora, si la lista no corre en un año, va a ser un problema", confiesa Benjamín.

¿MEJOR EN LA CASA?

A las cunas sucias y el descuido de las tías, Karen sumaba otra preocupación mucho más seria. Anita es alérgica a la proteína de la leche y a la soya, por lo que debía asegurarse de que los espacios donde se manipularan los alimentos fueran muy limpios y mantener en perfecto estado la leche que ella les entregara. Por eso su frustración fue mayor cuando una de las salas cuna le exigió firmar un permiso notarial donde se les eximía de cualquier responsabilidad en caso de que la niña se enfermara.

"¿Le puede dar una hemorragia intestinal y no se hacen responsables?". Entonces, una idea volvió a rondar en su cabeza: que no encontraría una sala cuna que le gustara y que dejar a Anita en la casa era una opción válida.

Uno de los temas al momento de decidir o no poner a un hijo en una sala cuna es la confianza. 39,6% de las mujeres deja de trabajar para cuidar a sus hijos y, en la vereda opuesta, un 46% saldría a trabajar si tuviera alguien confiable con quien dejar a sus hijos –según el Centro de Microdatos de la Universidad de Chile–. Así, la relación con las salas cuna se transforma en una de amor y odio. Las necesitan, pero la verdad es que no las quieren.

Adriana Tapia (33) recorrió todas las salas cuna cercanas a su casa, en Providencia. cuando encontró un cupo,le respondieron que la única forma de asegurar la vacante era pagando los 140 mil de matrícula y los 215 mil de mensualidad, aunque su hija solo iba a empezar a asistir dos meses después. "Fue decepcionante", dice.

Luego de su frustrada búsqueda, la solución de Karen y Gustavo fue contratar una técnico parvularia que acompañe a la mamá de Karen en el cuidado de Anita. Un poco en broma un poco en serio, ella dice que la única alternativa es casi "buscar apenas uno queda embarazada", pero eso tampoco funciona.

Le pasó a Andrea Pozo (30), trabajadora social que volvió a trabajar en postnatal de media jornada y tenía perfectamente claro, con mucha anticipación, las salas cuna que le gustaban. Fue incansable: luego de mucho insistir y llamar, consiguió poner a su hija en una, pero la pequeña no se adaptó. Entonces llamó inmediatamente a otra donde le habían ofrecido un cupo hace unos días y vino la sorpresa: el cupo ya se había llenado. "Así de rápido, ¡parece una competencia!", dice.

Pasados los meses, Karen y Gustavo no saben si tomarían el cupo en esa sala cuna que tanto les gustó, si se los ofrecieran: "Preferimos que Anita esté en la casa, acá tiene todo lo que necesita, sabemos que no se va a enfermar y que desarrollará su sistema inmune. Incluso estamos viendo la idea de hacerlo más comunitario y que algunos vecinos amigos traigan a sus guaguas y le pagamos a la parvularia entre todos", dice Karen.

El instinto de los papás es dejar a las guaguas en casa, mientras las circunstancias se los permitan. "No es obvio que el niño va a estar mejor en la sala cuna que en la casa, de hecho es muy probable que sería mejor para ese niño quedarse con su mamá", dice Sergio Urzúa. Desde los tres años, los estudios indican que la educación preescolar de calidad sí tiene un impacto positivo en el desarrollo de los niños, pero antes de esa edad no hay resultados concluyentes. A pesar de eso, Doyna Illner es enfática: "Los niños que provienen de ambientes más vulnerables se verán fuertemente beneficiados de una educación parvularia de calidad que potencie los procesos estimuladores del desarrollo".

El "tour de la salas cuna" terminó para Karen y Gustavo, pero sigue para muchas madres cuyo postnatal está por terminarse. Los llamados, los recorridos, las listas de espera, la angustia por conseguir un cupo. Algunas tienen suerte, otras siguen a la caza. "Ni que uno los esté postulando al Instituto Nacional", concluye Karen con ironía.•