El edificio queda en Miguel Claro, en una apacible cuadra residencial de Providencia. Tiene cuatro pisos, breve antejardín y un viejo letrero de madera y bronce: Instituto Profesional Catequístico de la Universidad Católica. Acá se enseña y capacita a profesores de Religión de básica y media. Acá, paradojalmente, en el cuarto nivel y tras un laberinto de estrechas escaleras y entrepisos, tiene su sede la Fundación para la Confianza, cuyos creadores se están querellando contra un cura por abuso sexual.

Hamilton, Murillo y Cruz sonríen ante la coincidencia. Hace pocos días se realizaron los mediáticos careos entre el sacerdote Fernando Karadima y José Andrés Murillo (36 años, filósofo, presidente de la fundación), James Hamilton (médico, 45 años, vicepresidente), y Juan Carlos Cruz (periodista, 44 años, cofundador).

Pero hoy parecen ocupados de otros asuntos. José Andrés, que es profesor de la Universidad Alberto Hurtado y dirige tesis sobre abuso sexual en la Facultad de Enfermería de la Universidad Diego Portales, anda apurado porque quiere llegar a su casa a ver a su hija Juanita, que nació hace poco. Juan Carlos acaba de ser nombrado gerente de comunicaciones en una importante empresa multinacional en Filadelfia y en unos días más vuela a Estados Unidos. Y James Hamilton está atrasado: tuvo una emergencia en la Clínica Santa María, donde trabaja como gastroenterólogo.

La sicóloga y escritora Vinka Jackson (43 años, directora ejecutiva de la fundación) lo reta, medio en serio y medio en broma. Vinka publicó en 2007 Agua fresca en los espejos, un remecedor testimonio del abuso que vivió cuando era niña por parte de su padre, y del largo camino que recorrió para sanarse. Está preparando la tercera edición del libro. Vinka, vivaz y pelirroja, parece la directora de orquesta de Fundación para la Confianza. Al tiempo que llama a Hamilton de nuevo para saber por qué no ha llegado, felicita entusiasta a Juan Carlos Cruz porque lo contactó Carolina Schmidt, ministra del Sernam, para almorzar con él y posiblemente contribuir con la fundación. Aquí, en el cuarto piso de un instituto de catequesis, parece tejerse algo potente.

Romper el silencio

El año pasado estalló públicamente el caso Karadima a raíz de un capítulo de Informe especial en que Murillo, Hamilton y Cruz (además del abogado Fernando Batlle) dieron la cara para denunciar los abusos que habían sufrido en la adolescencia por parte del sacerdote de la parroquia El Bosque. El 16 de enero de este año el Vaticano dictaminó que Karadima era culpable de abuso de menores y de abuso de autoridad; eso provocó que el juicio contra el sacerdote se reabriera en marzo.

En tanto, la Fundación para la Confianza se creó en diciembre de 2010 con un amplio equipo de destacados sicólogos, abogados y otros profesionales. "En Chile hay varias fundaciones que han venido trabajando el tema del abuso sexual infantil en la línea de asistencia a las víctimas", explica Vinka Jackson. "De manera a lo mejor poco visible han hecho un trabajo tremendo. Nosotros queremos colaborar haciéndolo mucho más visible".

La manera en que ustedes visibilizaron el abuso sexual no tiene precedentes. ¿Eso es lo que quieren plasmar en esta fundación?

James Hamilton: Tiene 100% que ver con eso. Cualquier movimiento que sea reconocido perdura en el tiempo porque no solamente exige sus derechos sino que asume deberes y responsabilidades. Lo mismo pasa con nosotros. La fundación es producto de la responsabilidad que significa un proceso que nosotros no desencadenamos (porque podríamos perfectamente habernos hechos los lesos), pero en el que tenemos una historia, un camino recorrido. Todos tenemos en la cabeza que el infierno no tiene vuelta, y eso es falso. Se puede salir de ahí y eso es lo que queremos manifestar en la sociedad. Que si uno logra hacer el recorrido de vuelta, uno puede acompañar a otros. Es una experiencia que tiene que ser difundida, socializada.

José Andrés Murillo: Sí. Del abuso se hablaba muy poco, parecía que estuviera casi naturalizado, y el silencio es la fuerza del abuso. Cuando se abre, se resquebraja su poder. O se les pone nombre a situaciones que quizás otras personas no reconocían como abuso.

Juan Carlos Cruz: Ahora nos dicen que nos ha tocado ser estos héroes accidentales, y no es así porque nadie quiere ser un héroe, pero la Fundación para la Confianza es una respuesta para sanarnos nosotros, primero, y después para ayudar a sanar a tanta gente. Yo vivo en Estados Unidos y, cuando salió Informe especial, me llegaban mensajes por facebook de gente en Isla de Pascua, de Temuco, de las partes más increíbles, felicitándome. Yo estaba solo en mi casa, frente al computador, y se me caían las lágrimas. Uno por uno contestaba los mensajes.

¿La gente empieza a denunciar sus propias experiencias?

Vinka Jackson: Se produce un efecto dominó. Si tú piensas, las primeras denuncias fueron de Katherine Salosny, de las hermanas Prieto, de ellas también agarramos valor. Y después los muchachos abren esta conversación tremenda, y de alguna forma cada vez te vas sintiendo menos solo. Yo me acuerdo cuando hablé por primera vez: basta que una persona te crea. Eso hace la diferencia.

Cruz: Porque está el tema de la vergüenza también. A mí (y estoy seguro de que fue así para cada uno de nosotros que ha sido abusado) todavía me cuesta cuando me dicen "oye, el padre Karadima te hizo tal cosa". Yo por años de años tenía esto tan escondido que todavía me choca que alguien me diga una cosa tan íntima. Pero ahora hasta hay un libro que cuenta todos los detalles. Cuando uno supera el tema de la vergüenza en el abuso, también rompe el silencio. Le puede pasar a cualquiera, de la familia más millonaria a la más pobre. Y uno se demora tanto en poder verbalizarlo, en darse cuenta.

James, en este proceso de romper el silencio, tú has sido el más visible. ¿Cómo han sido estos meses después de tu aparición en Tolerancia cero?

Hamilton: Han sido muy buenos. Yo sé que es un cliché, pero realmente el apoyo y el cariño que he recibido de personas anónimas que me felicitan… no ha habido nadie, nadie, que se haya acercado a agredirme. Todo ha sido apoyo. Una vez en una discoteca, adonde fui a bailar y no tenía idea de que estaba lleno de cabros jóvenes y pensaba qué hago acá, se me acercaron cuatro estudiantes a felicitarme y darme las gracias. Ha sido muy bonito.

Ganarse la confianza

Desde el nombre de la fundación hasta la descripción que hacen en su sitio web, aparece el tema de la confianza. ¿Por qué?

Murillo: Porque todo abuso sexual es un abuso de confianza. La confianza básica es necesaria para poder vivir, pero la confianza ciega tampoco funciona: es no poder ver al otro ni dejar que el otro te vea. De ahí surge nuestro concepto de confianza lúcida: en el sentido de lucidez intuitiva y cognitiva para confiar pero, además, como un espacio en el que nos podemos ver y respetar.

Hamilton: Esta es una opinión bien personal, pero yo incluso creo que el niño debe ser educado para desconfiar. Tiene que aprender que la confianza es un tesoro que se gana. El proceso básico de crecimiento de un niño debe hacerse en el amor y el respeto, pero que el niño aprenda que el respeto se gana. El título de papá no significa que lo debas respetar solo porque es tu papá. El papá también tiene que ganarse el respeto de sus hijos.

Hay quienes sostienen que no es posible empoderar a un niño para que se defienda del abuso. ¿Cómo lo ven ustedes?

Vinka: Al contrario: nos enfocamos en la prevención y la sensibilización. Hay un camino por recorrer desde el día cero con tu guagua, que ayuda a establecer los límites y a ir calibrando el tema de la confianza. El niño debe saber que es un sujeto de derecho con capacidad de elegir. Desde los actos más sencillos se lo vas enseñando. Debe aprender a decir que no, o aún sin lenguaje: a negar con la cabeza cuando no quiere un colado o a negarse a darle un beso a la tía del jardín, por ejemplo.

Los padres son los que se llevan toda la responsabilidad entonces.

Vinka: Somos todos. Hay vecinos que se pueden comprometer, profesores que pueden estimular relaciones sanas entre los niños. Además, uno de los mecanismos más efectivos para prevenir que un niño sea abusado es partir con una educación sexual sana, responsable, orientada a la felicidad desde el día uno. Ahora: a pesar de todas las precauciones, claro que puede ocurrir el abuso. Por eso, mientras más adultos

estemos atentos, mejor. No se trata de ser paranoicos, pero mi hijo no puede ser cuidado solo por mí, tienen que haber muchos ojos atentos. El hijo de otro también es mi hijo. Si ves a un niño perdido en un tumulto no lo dejas solo.

Cruz: Yo no hablaría solo de los niños, sino también de jóvenes. Todos somos vulnerables. Porque yo siento que mis papás me educaron súper bien, no sabía lo que era el abuso hasta que me pasó lo que me pasó. Quizás hay factores que te hacen más vulnerable en un momento (como en mi caso, que se murió mi papá) y que te exponen frente a un abusador.

Poner el grito en el cielo

De acá a fin de año, el equipo de Fundación para la Confianza empezará a hacer talleres de capacitación en prevención de abuso sexual en las municipalidades de Peñalolén y Maipú. Más adelante quieren realizarlos en empresas y colegios públicos y particulares. También tienen programada una serie de seminarios sobre las distintas formas en que el abuso se expresa y las herramientas para prevenir y reparar. El primero, este 11 de agosto, es sobre los medios de comunicación y cómo abordan el tema del abuso sexual. Y, a fines de agosto, comienzan encuentros que eventualmente se constituirán en grupos de autoayuda para víctimas.

"Hay una tremenda deuda ética con los adultos que durante generaciones no pudieron hablar del tema, continuaron viviendo e hicieron lo mejor que pudieron con sus vidas, pero no han recibido la debida atención. Y de eso tenemos que hacernos cargo", dice Vinka Jackson.

¿Cuál es el enfoque que tienen para capacitar, para conversar del abuso?

Murillo: La visión a la que hemos llegado es la que el siquiatra Jorge Barudy llama ecosistémica. En el abuso no hay dos actores, sino tres: el que abusa, el abusado y los terceros, que en inglés se llaman bystanders. Cada vez que se comete un abuso, alguien cerró los ojos para que se cometa. Cada vez que alguien está siendo abusado, hay alguien que debería poner freno…

Cruz: …Poner el grito en el cielo.

Murillo: …Y no lo hace. Y los terceros somos toda la sociedad. Por eso esta visión involucra a todo el ecosistema: el niño, la familia que está inserta en una microcomunidad, el colegio, hasta las políticas públicas de un país o las normativas de laONU.

Hamilton: Y lo que nos interesa en la prevención es también el análisis de las patologías del poder. Si nuestra sociedad actual permite que un 40 o 50% de la población esté en el círculo del abuso, quiere decir que estamos enfermos. Nuestra pega es generar conciencia de que en cualquier circunstancia puede haber un abuso de poder. Ahora: ¿por qué es tan relevante ese abuso en la Iglesia? Porque jamás va a haber una relación de igual a igual. Desde el momento en que ellos son sacerdotes u obispos, están en una posición de poder. Porque por sobre ellos está Dios y nadie más.

Si tuvieran que elegir un cambio fundamental que les gustaría ver en Chile en torno al abuso, ¿cuál sería?

Vinka: Me gustaría ver una sólida ética del cuidado: cómo nos hacemos cargo de todos aquellos que están más indefensos en algún determinado momento. Es una responsabilidad social amplia, desde el Estado para abajo. Echo de menos un mensaje claro de los gobernantes respecto del cuidado. No hay una política central de prevención de abuso.

Murillo: Así como hay tres actores, yo creo que hay tres cambios necesarios. Uno: tomar conciencia de que, como observadores, somos cómplices. El otro: respecto a la víctima, hay que romper el silencio, atreverse. Hace falta coraje. Los terceros: los abusadores. Creo que también están abandonados. El victimario también tiene derecho a vivir una reparación. Porque la vida del abusador es terrible, los índices de depresión y suicidios son enormes, son tipos que viven una locura.

Cruz: Es muy importante tender puentes con aquellos que te pueden ayudar. Cuando yo me atreví a hablar estaba en Estados Unidos; Jose y Jimmy estaban acá y estábamos muertos de miedo porque veíamos lo que se venía. No sabíamos realmente qué hacer. Me contacté con una organización que se llama SNAP (Survivors Network of those Abused by Priests) y ellos nos ayudaron un montón. De hecho, tenemos la representación

de SNAP en Chile. Es importante, porque muchas veces te dicen: "¿Pero por qué ahora, que tenís 40 años, te decides a hablar? ¿Por qué no hablaste cuando te pasó a los 16?". Pero yo antes no sabía cómo. Entonces cuando a José se le ocurrió hacer esta fundación, me saltó el corazón: le dio un sentido a algo horrible. Me gusta que la gente me reconozca como alguien que los puede ayudar y guiar, para que al final descubran que hay vida después del abuso.