Paula.cl

Era diciembre del año 2000 y, como todos los martes, la colombiana Catalina Escobar (45) llegó a la maternidad de Cartagena de Indias, donde trabajaba como voluntaria. Lo hacía conmovida por las precarias y "miserables" condiciones en que nacían las guaguas en el hospital de esa ciudad, donde ella vivía temporalmente acompañando a su marido.
"Llegué ese día y vi cómo unos médicos estaban reanimando a un bebé. Lo revivieron y lo estabilizaron. Lo agarré. Desde el momento en que lo tomé no pasaron tres o cuatro minutos y murió", recuerda Catalina. Tenía trece días de vida y su mamá adolescente no consiguió los 60 mil pesos colombianos (unos 25 dólares) que se necesitaban para administrarle los remedios.
Cuatro días más tarde, el hijo de Catalina, Juan Felipe, de doce meses, cayó desde un octavo piso en un accidente doméstico, y murió.
Esas dos tragedias hicieron que decidiera dejarlo todo: su prestigiosa posición como socia en una compañía norteamericana y su vida tranquila y acomodada. Tenía que emprender un desafío que la llevaría a lidiar con la corrupción y con la falta de apoyo. Pero había que hacerlo.
En menos de una semana regresó a Bogotá junto a su familia, vendió sus acciones de la multinacional donde era socia y se puso a investigar, a buscar estadísticas. Se obsesionó con los datos de mortalidad infantil en el mundo. Las cifras eran lapidarias: de cada mil niños nacidos en Cartagena de Indias, 46,6 moría. En EE.UU. la cifra era de 6.8. "Había que hacer algo", dice. 
Si bien el accidente de su hijo no se relacionó con las malas condiciones sanitarias que originaban los altos índices de mortalidad, su muerte fue más que una motivación para ella. Así nació la Fundación Juan Felipe Gómez Escobar, la Juanfe, que en seis años logró bajar la mortalidad infantil en Cartagena en un 81%; que hoy tiene un centro de 14 mil metros cuadrados con 109 trabajadores; que ha invertido US $45 millones en la región; que ha sido replicado en Panamá; que dentro de unos meses abrirá en México y Medellín, y que tiene un modelo de alto impacto que rompe el círculo de la pobreza de madres adolescentes insertándolas socialmente y permitiéndoles terminar sus estudios. 
Y Catalina quiere levantar este proyecto en Chile. Ya ha tenido varias conversaciones y, aunque no puede adelantar mucho, de paso por nuestro país, conversó con Paula.cl sobre su historia y la de su fundación.
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¿Te costó mucho recibir ayuda para formar la Juanfe?

Al principio no me daban plata. Me miraban con lástima. Estuve como un año y medio golpeando puertas. Nadie creía en mí.

¿Quién fue la primera persona que te dio plata?

Mi familia me ayudó un poco al principio, pero solo con un capital social para constituir la Juanfe. Los primeros que dijeron 'Yo creo en lo que Catalina hace' fueron dos familias de la comunidad judía colombiana.

Con esa donación se lanzó. "Montamos la unidad de cuidados intensivos neonatales de la Fundación Juanfe. Desde el primer año mostramos impacto", recuerda hoy.

¿Fue una forma de sanarte por lo de Juan Felipe?

Al principio, claro. Uno salvaba niños y veía en la cara de ellos la de Juan Felipe. Ya después no. Lo sigo viendo así, pero ya no con el dolor ni con el pesar. Es que Juanfe y yo trabajamos juntos. Él debe estar aquí. No te quepa la menor duda. Yo no puedo trabajar sin él. Y muchas veces me toca decirle "Déjate de rascar con las alas y ayuda a tu mamá". Este es un trabajo en el cual sola no puedo. Es con él.

La Catalina que habla al oído 

De una familia acaudalada dedicada a la industria del acero y muy conocida en Colombia, Catalina Escobar recibe ayuda de las billeteras más abultadas de su país. Es una mujer influyente. "Yo soy amiga de ministros, y cuando hay reuniones y cenas, les digo 'está pasando esto y aquello'. Es que yo les puedo hablar al oído. En Colombia a mí me escuchan", dice.

En medio de un país marcado por la corrupción, su fundación ha logrado tener gran prestigio. Tanto que en 2014 fue capaz de movilizar 18 aviones para hacer una brigada médica que ayudó a niños con severos problemas de desnutrición en la zona de la Guajira colombiana. En un fin de semana atendieron a más de 2 mil menores. "Por fortuna, yo llamo al presidente de una compañía y me contesta. Es que la gente me cree porque sabe que somos impecables en todo. Yo levanto un teléfono y cuando dicen '¿quién está armando eso en la Guajira?, ¿Catalina Escobar de la Juanfe? No hay problema, por cuánto hay que girar el cheque'", dice.

Con toda la influencia que tienes has estado alejada de la política.

Totalmente. Me han ofrecido ser senadora.

¿Y no te interesó?

No. El mismo Presidente Santos me ofreció un par de cargos. Yo no puedo aceptar porque me quita la libertad, porque en esto puedo tener autonomía.

¿Un par de cargos relacionados con el cuidado de menores?

Sí. En el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, que tiene el presupuesto más grande, más poderoso de la nación para todos los temas de pobreza.

¿No crees que desde ahí puedes hacer un trabajo que llegue a más gente?

Eso es que uno tiende a creer, pero en Colombia hay una gran cantidad de fuerzas ocultas y de corrupción. Yo no creo que tenga sangre para eso. Yo tengo mis batallas. Y son otras.

¿Por qué te tienes que hacer cargo tú o los privados de este tema?

Las fundaciones existimos porque hay vacíos sociales. En este momento el gobierno colombiano no le está dando la relevancia que tiene, que se merece. El problema es muy grave, pero ahora la prioridad del gobierno es la paz.

Crítica con el acuerdo con las FARC encabezado por el presidente Juan Manuel Santos que el pasado 2 de octubre perdió el plebiscito, Catalina siempre miró esta propuesta con distancia. "Hay muchos vacíos. Es preocupante, ¿no van a pagar ni un día de cárcel?".

Lo mismo sobre la idea de que los guerrilleros tuvieran un sueldo: "Hay campesinos honestos que no ganan ese dinero. O gente que maneja taxi, que ha sido honesta y que no gana ese dinero. Es un mensaje equivocado para la sociedad. Las FARC son el tercer grupo terrorista más rico del mundo ¿Por qué no reintegrar esos dineros?

Sin límites

¿Has puesto tu vida en riesgo?

Me tocó estar en frontera imaginaria una vez. Eso significa que tú estás en un barrio y a las cinco de la tarde las pandillas trazan una frontera entre calle y calle, y tú no puedes cruzar esa línea. La pandilla de una calle de al lado se enteró de que yo estaba por la zona y trazaron la frontera. Y casi no puedo salir. Finalmente, me tuve que ir con la policía. Yo entro a las comunidades a las siete y media de la mañana, que es cuando los pandilleros están dormidos porque han delinquido toda la noche. Es la forma en que corro menos riesgos.

¿Por qué sigues ayudando a estas mamás con sus guaguas si es hasta peligroso?

Hay que hacerlo. Si tú quieres vivir en desgracia en mi país solo tienes que nacer niña y pobre. Y te va mal. Tus probabilidades de ser una persona de bien son muy pocas.  O te abusan sexualmente, o eres madre adolescente, o te enlistas en las filas de las FARC, o eres esclava sexual de las autodefensas, o tienes un problema de desnutrición. Nosotros nos valemos del hecho de que están embarazadas para sacarlas de ahí. Es muy difícil. Pero lo hemos hecho con mucho éxito. Es parte de nuestro trabajo.