Paula 1234, sábado 9 de septiembre de 2017. Especial Moda, inspiración 1967.

"Adulto: Los jóvenes actuales son coléricos.

Joven: Y los adultos anticuados.

Adulto: Los jóvenes son rebeldes, inquietos y destructivos.

Joven: Los adultos también generan destrucciones.

Adulto: Un adulto jamás va a provocar desórdenes porque un ídolo de la canción juvenil realiza presentaciones... Ni tampoco llegará al extremo

de causar daños materiales.

Joven: Es cierto, los adultos no romperían un par de vidrios. Pero son capaces de provocar una tercera guerra mundial y enviar a ella a los jóvenes".

Con este diálogo publicado en abril del 65, la revista Rincón Juvenil, de editorial Zig-Zag, ejemplificaba las difrencias entre estos chicos de entre 14 y 18 años, y los adultos, quienes los tildan de irreverentes. Y en parte lo eran o al menos en su estética: confesos fanáticos de The Beatles, llevaban la misma melena impuesta por la banda inglesa. Usaban beatles, colorinches camisas sueltas y pantalones ajustados a la pierna. El antónimo del terno y corbata oscuros que por ese entonces usaban sus pares. Hacían noticia en la prensa por sus enfrentamientos con los estudiantes conservadores de la Universidad Católica, quienes los perseguían para cortarles las melenas por considerarlas femeninas.

También se les mal asociaba a la delincuencia juvenil, más por prejuicio que porque fueran vándalos. ¿La razón? Las primeras luces de esta tribu surge a mediados de los 50, cuando los jóvenes comenzaron a replicar el estilo de películas como Semilla de maldad y Rebelde sin causa, ambas estrenadas el 55, que justamente tienen a la insurrección juvenil como tema principal.

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Los Larks, Los Mac's, Los Jockers y Los Vidrios Quebrados son algunas de las expresiones locales del movimiento colérico. Todos inspirados en el rock sicodélico de los 60, sonido que posicionó a los jóvenes de la época con una fuerte identidad.[/caption]

Pero los también llamados "melenudos", o "rocanrolistas", eran jóvenes contestatarios cuya rebeldía era contra lo establecido y lo convencional del mundo de los adultos. Nada más. Se juntaban en Providencia con las calcetineras –fanáticas de la Nueva Ola y el rock & roll–, su símil femenino, y gastaban sus mesadas en discos, cigarros y boites donde bailaban con desprejuiciada soltura. Una que daría paso al movimiento hippie criollo de los 70.