Paula.cl

Este viaje tenía un significado especial. El primer intento de conocer esta isla fue cancelado por un huracán. Seis meses después, y a 24 horas de subirme a mi segundo intento, fue cancelado por una tormenta de nieve, en el segundo día de primavera en esta ciudad adoptiva en la que vivo: Nueva York. Alguien entonces me insinuó que quizás era una señal del destino. Quizás simple y llanamente no debía conocer este lugar.

¿Cómo iba yo a perderme Aruba? ¿Cómo iba a ser posible que la misma naturaleza me impidiese conocer esta maravilla de la naturaleza? (valga la redundancia).

Dicen que en Aruba el sol siempre brilla (literalmente), que sus playas tienen flamencos (literalmente) y, si bien está en el Caribe, jamás un huracán tocará la zona.

Todo eso es verdad. Y si bien esas 3 razones eran más que suficientes para haber luchado por mi ticket en un vuelo reprogramado, la verdad es que volví a NY con más razones aún para repetirme el plato.

Antes de conocer Aruba no paraba de escuchar ese slogan pegote que tienen: #necesitasaruba, que funciona tan a la perfección. En cada minuto de estrés de la vida que a veces te consume, yo pensaba para mis adentros "Id, #necesitasaruba" (sí, a veces pienso con hashtags).

Cuando llegué, me recibió Amayra, ya conocida entre mis pares chilenos que han tenido la fortuna de visitar la isla. Amayra es de carácter y de corazón amable, tal como yo definiría la Isla.

Una isla gobernada y protegida por los holandeses, influencia que se nota en la arquitectura disfrazada de colores pasteles, la seguridad y orden que se respira en toda la isla, su interesante, variada y dedicada oferta gastronómica y ese idioma tan particular que mezcla el holandés con inglés, español y el oriundo papiamento.

Aunque a mis oídos el papiamento suena más como portugués y el holandés como alemán.

Los arubianos son encantadores, educados, amables y muy despiertos. Entienden que la vida es para gozarla, pero también que hay que trabajar por ello. Todo arubiano tiene pasaporte europeo, y si bien tienen la oportunidad de completar sus estudios en Holanda, en su mayoría prefieren volver a su isla querida, ya que sienten que les falta algo. Eso que solo Aruba te entrega. El paraíso en la tierra.

Mi estadía tenía un fin: ser parte de la media maratón de Aruba. Después de algunos traspiés que superamos con Amayra de forma victoriosa, estaba lista no solo para ser parte de esta media maratón, sino para volver a reencontrarme con una de mis pasiones: el running.

Es por esta razón que Aruba tiene un lugar especial en mi corazón.

Cuando me invitaron a ser parte de esta corrida yo llevaba más de 2 años sin correr de forma "activa" (léase activo como al menos día por medio). A los 6 meses de llegada a NY tuve una lesión en un pie y los 6-8-10K que antes corría en una mañana -como quien se come una manzana-, fueron quedando atrás. Totalmente fuera de training, acepté la invitación.

No me importó ni consideré el calor, o la humedad. Aruba me estaba dando la oportunidad de reencontrarme con un viejo amor, en una isla que enamora de por sí. No podía decir que no.

La experiencia fue hermosa, y a medida que amanecía se develaba la isla tan linda y pacifica como es, y los arubianos con su bronceado natural estaban ahí alentándote y ayudando a todos los que se animaron a mover las piernas antes del alba.

Era mi segundo día en la isla y yo ya quería volver pronto.

Lo demás fue un variado paseo por todas esas atracciones que una isla caribeña con contenido te puede ofrecer. Y de estas no hay tantas en el Caribe. Más de 200 restaurantes, vida nocturna, centros comerciales, kayaking, snorkling, buceo, stand-up paddle board, paseos en ferry, en moto, visitas a la fábrica insignia de aloe vera con tours guiados, centro cívico, islas privadas, y más es lo que te ofrece Aruba, sin contar sus hermosas e interminables playas de arena blanca verdadera (la que no quema en los pies) y aguas cristalinas y turquesas que te dejan un poco con la boca abierta.

La oferta hotelera también es variada, y hay para todos los presupuestos. Es el destino favorito de los americanos y por donde te pasees notarás que son mayoría. Además, tengo que decir que la oferta hotelera ofrece algo que aún no me ha tocado vivir: una isla privada con flamencos bañándose a la par contigo en la playa. Sí, es justamente eso lo que ofrece, promete y entrega el hotel Renaissance de Aruba. Además de un servicio excelente y unas habitaciones espectacularmente decoradas y ubicadas, te llevan en lanchas privadas desde el lobby del hotel hasta su isla privada, con 14 flamencos.

Para aventuras un poco más locales y fuera de lo común, vayan a Zeerover, un clásico de la isla con ubicación privilegiada donde la comida es de "chuparse los dedos" (se come con la mano) con un menú acotado pero sabroso: papas fritas, pescado frito y camarones fritos. Acompañar esto con una rica cerveza local y limón es altamente recomendable.

La isla es pequeña, tan pequeña que no podríamos correr una maratón completa sin repetirnos algunos puntos, pero el corazón es grande y su infinidad de oportunidades sorprendente. Aruba sabe que una vez que lo conozcas, en tu cabeza seguirá sonando #necesitasaruba.