La escalofriante colección de 10.000 cerebros que tiene Dinamarca

La escalofriante colección de 10.000 cerebros que tiene Dinamarca.

Durante cuatro décadas los doctores de hospitales psiquiátricos en Dinamarca extrajeron los cerebros de miles de pacientes, sin el permiso de ellos ni de sus familias. Hoy, los órganos permanecen guardados en pequeños baldes de una oficina subterránea.


Al fondo de un sótano de la Universidad de Dinamarca del Sur, en la ciudad de Odense, hay estantes ocupados con miles de baldes blancos de tamaño mediano. Todos tienen un número específico que los distingue de los otros. En su interior esconden algo que simple vista no podría adivinarse: cerebros humanos.

Es considerada la colección más grande de este tipo en todo el mundo, porque contiene casi 10.000 cerebros preservados en formol. Aunque en estos años esos órganos almacenados han servido para ser material de investigación sobre padecimientos de salud mental, el origen de esa colección es un tanto controversial.

Todos esos cerebros que guarda Dinamarca alguna vez pertenecieron a pacientes con patologías que vivían en recintos psiquiátricos. Ellos murieron sin saber que después se les realizaría esa extracción, mientras que sus seres queridos tampoco se enteraron hasta mucho tiempo después.

El pasillo donde están conservados casi 10.000 cerebros de pacientes de hospitales psiquiátricos. Foto: AFP.

“Investigación experimental”

Fue tras el término de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, que comenzó a germinarse el banco de cerebros por iniciativa de los médicos Erik Stromgren y Larus Einarson. En esos inicios la colección estaba en Instituto de Patología Cerebral del Hospital Psiquiátrico Risskov, ubicado en la ciudad de Aarhus.

El método era así: una vez que los pacientes con enfermedades de salud mental fallecieran, los doctores les hacían las autopsias y les sacaban esos tejidos sin el permiso de las familias. No se daban cuenta, porque todo eso ocurría antes de que los cuerpos se entregaran para los entierros.

“Era investigación experimental. (Pensaban) poder descubrir alguna cosa sobre la ubicación de las enfermedades mentales o encontrar respuestas en los cerebros”, comentó a AFP Jesper Vaczy Kragh, historiador de psiquiatría.

En paralelo, Martin Wirenfeldt Nielsen, patólogo y actual director de la colección de cerebros en la Universidad del Sur de Dinamarca, explicó al medio BBC que hoy en día existe una amplia información sobre los cerebros que están en el sótano del campus universitario.

“Sabemos quiénes fueron los pacientes, dónde nacieron y cuándo murieron. También contamos con los diagnósticos que les hicieron y los informes de los exámenes neuropatológicos (postmortem)”, dijo.

En muchos casos sucedía que los pacientes permanecían internados por periodos prolongados en las instituciones psiquiátricas. Algunos incluso vivieron casi toda su vida en esos espacios. Por lo mismo, los hospitales iban recopilando todos los historiales médicos de los que pasaban por ahí.

Larus Einarson, uno de los doctores que impulsó la colección de cerebros desde la década de 1940. Foto: Universidad de Aarhus.

Eran tiempos en que no se respetaban los derechos de los pacientes y las decisiones que tomaban los hospitales psiquiátricos no requerían de mucha aceptación, explica el historiador en psiquiatría: “Nadie cuestionaba lo que pasaba”.

La extracción de cerebros siguió ocurriendo sin mayores problemas hasta 1982, cuando Erik Stromgren se jubiló. Tiempo después, en los años ‘90, se desató un intenso debate sobre la preservación que se había de esos miles de cerebros, por lo cual el Consejo de Ética de Dinamarca creyó pertinente que se mantuvieran bajo resguardo para investigaciones científicas.

Un traslado controversial

En alguna ocasión, el patólogo Martin Wirenfeldt Nielsen había oído un poco del banco de cerebros. Pero no fue hasta que la presenció en persona que se dio cuenta de lo que se trataba. “Cuando la vi por primera vez quedé realmente sorprendido”, narró a BBC.

En ese momento, la colección estaba en riesgo porque ya no podía estar en su antigua ubicación en Aarhus. Fue así como la Universidad del Sur de Dinamarca se ofreció a tenerla en sus dependencias y velar por su conservación.

El cambio de casa provocó que reapareciera nuevamente la molestia sobre los aspectos éticos en este tema. Algunos daneses, que no recordaban o no sabían de la compilación de cerebros conservados, quedaran impactados por el nulo respeto que habían recibido los pacientes de hospitales psiquiátricos en el siglo pasado.

Knud Kristensen, expresidente de la Asociación Nacional de Salud Psiquiátrica de Dinamarca (SIND, por sus siglas en inglés), señaló que “había tal estigma sobre la enfermedad mental que nadie que tuviera un hermano, una hermana, un padre o una madre en un pabellón psiquiátrico siquiera mencionaba el tema”.

Una muestra de cerebro humano del Hospital Bispebjerg de Copenhague, Dinamarca. Foto: AFP.

“En esa época, los pacientes eran hospitalizados durante toda su vida. No había tratamientos para su enfermedad, así que se quedaban allí, tal vez trabajando en el jardín, en la cocina o lo que fuera. Allí morían y eran enterrados en el cementerio del hospital”, destacó.

Además del hecho que los cerebros de los pacientes fueron extraídos sin el permiso de ellos o de sus seres queridos, Kristensen va más lejos: está seguro que algunos de los tejidos tienen indicios de haber sido intervenidos con lobotomía.

Los estudios sobre los órganos de la colección han identificado enfermedades como depresión, esquizofrenia y trastorno bipolar. En algunos casos, se ha determinado la presencia de más de algún padecimiento de salud.

“También sufrieron otras enfermedades neurológicas, como por ejemplo un accidente vascular cerebral o epilepsia, incluso tumores cerebrales”, explicó el doctor Nielsen a AFP.

El destino de los cerebros

Cuando comenzó la discusión de lo que se haría con el banco de cerebros, Kristensen presidía la SIND. En medio de ese choque de perspectivas se llegó a proponer que los órganos fueran enterrados al lado de las tumbas donde descansaban los pacientes psiquiátricos, lo que posteriormente fue descartado.

La colección que hoy está en la Universidad de Dinamarca del Sur. Foto: AFP.

Luego, se llegó a la conclusión común que lo mejor era seguir conservándolos y usarlos con fines científicos. Eso sí, nuevamente sin el consentimiento de las familias.

Kristensen lo explica así: “Se dijo, ‘bien, hicimos algo muy inmoral al recolectar los cerebros pero, ya que los tenemos, sería también inmoral destruir la colección y no usarla para el propósito de investigaciones’”.

También apunta a otra arista: “Mi principal preocupación es que una vez se apruebe una investigación, haya garantías de que el proyecto se lleve a cabo de manera ética”.

Hoy en día, existen cuatro iniciativas de investigación para analizar los ejemplares de esta colección. Otros científicos que deseen presentar más proyectos también pueden hacerlo, pero según el doctor Nielsen, primero deben ser evaluados y aceptados por un comité de expertos.

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