"El mundo fue y será una porquería ya lo sé, en 506 y en el 2000 también"  escribía Carlos Gardel para iniciar quizás uno los tangos más críticos de su repertorio en la primera mitad del siglo XX. Lo hacía para dar cuenta de su contexto y de la perdida de ética y de la relatividad que había alcanzado lo correcto, lo prioritario; lo urgente. Y como también lo predice su letra, 83 años después su canción toma sentido con los contextos actuales.

En el escenario local - lo anterior- se puede ver reflejado de la mejor forma en esta segunda vuelta presidencial. Debido a que a ninguno de los dos candidatos obtuvo los votos en la primera vuelta, tienen que salir a buscar a todos esos ciudadanos que, habiendo votado o no, deben conquistar para alcanzar ese 50% +1 que llevan buscando durante meses.

Pero, lo cierto es que no van a ir a su casa a golpear su puerta para preguntar "¿Qué necesita usted para que me pueda dar su voto?"  y ponerlo en su agenda de prioridades. Lo que sí hacen y harán es acercase a los organizados, a los que vociferan más fuerte, a los que están más cerca de las cámaras de televisión y es ahí donde sabrán presionar; a veces, chantajear. Los que justamente son los contrarios a los olvidados, a los sin voz, a los que no se pueden organizarse por más que quieran.

Por eso estas semanas nos han dado la razón a los que siempre argumentamos que los niños de la primera infancia, los niños vulnerados en el Sename, las familias en campamentos, las paupérrimas condiciones en las que viven los inmigrantes o las miles de familias que viven en los barrios críticos - tomados por el narcotráfico- están siempre  en la última fila de las prioridades de las políticas públicas, porque no se organizan o por que no votan. Para estos grupos sin voz es cada vez más difícil pelear contra los universitarios o contra la consigna vacía del No+AFP; "El que no llora no mama" diría el Tanguero. Por eso es más fácil ver a los candidatos mandando recados a los votantes de los candidatos derrotados que visitando alguna residencia de menores o recorriendo la población La Legua.

Por lo mismo, en este siglo XXI la prioridad nacional no tiene que ver ni con la ética ni con lo correcto sino más bien, igual que en la vidriera irrespetuosa de las tiendas de trueques, las urgencias sociales se tranzan en el cambalache entre necesidad y cantidad de votos.